Friday, October 02, 2015

CONFUSIÓN

Segunda temporada de la serie Perdidos. John Locke, empeñado en su delirio de rastreo de la isla, cree que el agujero excavado en la tierra que se abre tras una misteriosa escotilla le ha de conducir a su destino. Allá encuentra una sofisticada edificación, un búnker habitado por un hombre llamado Desmond, el cual parece haber enloquecido tras pasar años entregado a una misión que le ha sido encomendada por la Iniciativa Dharma a través de una grabación preparada para cualquiera que llegue al búnker. Cada ciento ocho minutos, Desmond debe escribir una serie de números en un ordenador y teclear la tecla "ejecutar". La entrada de Locke y de otros náufragos del vuelo 815 ha provocado una avería en el ordenador, lo cual aterroriza a Desmond que, al convencerse de que el trasto no tiene arreglo, sale corriendo como un poseso del búnker, seguro de que todo va a estallar. El motivo es que durante todos esos años ha creído que de su esfuerzo depende que no llegue el fin del mundo, el cual sobrevendrá cuando deje de teclear la dichosa serie numérica cada ciento ocho minutos. 

El debate entre los náufragos del avión de la Ocean Airlines que quedan en el búnker arranca del absurdo que supone hacer caso a las amenazas de Desmond. Nada tiene por qué pasar si los números dejan de ser tecleados, el infortunado que acaba de huir ha sido la herramienta y la víctima de una mentira ridícula... Pero, ¿y si tuviera razón? "Es una cuestión de fe", dice el iluminado de Locke, quien, una vez arreglado el ordenador, consigue convencer al reticente Jack para que en el último instante acepte pulsar la tecla de "execute" y recomience la cuenta atrás de ciento ocho minutos. "Yo haré la primera guardia", dice Locke. Desmond ha sido sustituido en su neurosis y puede al fin escapar de la pesadilla, el ciclo no se interrumpe. 

A veces me siento como los protagonistas de Lost. A cada momento aparecen aquí y allá las piezas de un rompecabezas cuyas dimensiones se antojan colosales. Como en las novelas de Kafka, profeta supremo de la condición contemporánea, la Razón avanza con su lógica implacable, pero lo hace dentro del escenario surreal de la pesadilla. Creo saber como Desmond que, si me duermo, si dejo de vigilar el reloj y no aprieto la tecla a tiempo, el mundo se destruirá y, lo que es peor, me echarán a mí las culpas. Pero cuando lo pienso detenidamente me asalta la tentación de salir huyendo y dejar que pase lo que tenga que pasar. 

La diferencia es que en mi vida no hay una Iniciativa Dharma. Es a menudo grato suponer que los hilos de la escena son manejados por los dueños de la isla, es decir, del planeta, pero sospecho que ellos apenas conocen algunos trocitos más que yo del rompecabezas. En la isla hay un sentido, es laberíntico el camino que lleva hasta él, pero existe; de alguna manera aún hay Dios, pues no otra cosa es el Sentido. En mi vida no lo hay, el rompecabezas no tiene límites. 

Dijo Ortega que "lo que nos pasa es que no sabemos lo que nos pasa". Yo creo que en realidad ninguna época ha sabido lo que le pasaba, pero hay algunas en que la percepción de la incertidumbre se extiende hasta lo insoportable. Sospecho que lo que nos pasa es que nos están pasando demasiadas cosas, o mejor, que sabemos que alrededor nuestro pasan demasiadas cosas y nuestro estómago no está preparado para digerir tanta información. De ahí nuestra actual esquizofrenia. 

Verán. No me considero una persona inculta, pero a menudo me asalta un sentimiento próximo al anonadamiento. Si usted descubre que su hijo de cuatro años tiene caries, cometerá el error de preguntar a distintos expertos -o supuestos expertos- y descubrirá que la cantidad de explicaciones y posibles terapias son sumamente diversas, desde el exceso de azúcar hasta la calidad del PH, llegando incluso a la hipótesis de la alergia a la lactosa. Por suerte sólo son dientes, pero la decisión que usted tome para solventar el problema será como la de apretar la tecla aquella del botón nuclear que de vez en cuando le toca apretar a Homer Simpson. 

Le pasará lo mismo si cae en la imprudencia de leer cualquier cosa sobre alimentación. Sabrá que todo lo que come es cancerígeno excepto un par de cosas que resulta que también son nocivas porque le producirán hemorroides. 

Hágase profesor, se romperá los cuernos durante siglos para encontrar el método adecuado para hacer que sus alumnos le entiendan... Y el día que crea haberlo averiguado saldrá en El País un gordo imbécil diciendo que la escuela está obsoleta y que los juegos de ordenador que él ha diseñado van a revolucionar la enseñanza y a acabar con la dictadura de los maestros.

Consulte las noticias, otra imprudencia. Sabrá que los catalanes son un pueblo y que desean ejercer su libertad de marcharse, y entonces se mirará en el espejo del ascensor cuando salga para ir al curro y se preguntará si usted también es "pueblo" y se le quedará cara de tonto. Descubrirá también que han descubierto agua en Marte y que se inicia un proyecto de colonización del planeta rojo que ríase del programa espacial de tiempos del Apolo. Los habitantes de las ciudades marcianas vivirán sin llevar escafandra, pues las centrales nucleares que se instalarán podrán convertir el agua en oxígeno, creando unas condiciones similares a las de la Tierra. Usted seguirá preguntándose cómo demonios seguimos sin saber qué hacer con la guerra de Siria y los refugiados o el hambre y las plagas en el mundo, pero siempre podrá pensar que al final, cuando aquí ya no haya quien pueda vivir, siempre podremos pedir asilo político en Marte, que para entonces seguro que ya se ha declarado estado independiente de la Tierra. 

Sólo se me ocurre decirme una cosa: no te pongas nervioso, David.  

5 comments:

Anonymous said...

Tuve un profesor de filosofía en los tiempos del BUP que se limitaba a decirnos -a unos cuantos- que tal o cual filósofo se reía en nuestra cara al respecto de cuestiones -no sé cómo coño se enteraba- de las que ciertos tipos casualmente quizás habíamos estado discutiendo un día o semana antes. Llegó un momento en que me puso de tan mala hostia que terminé tragándome la biblioteca entera -al igual que otros muchos- simplemente para como se dice hoy en día, darle un ZAS en toda la boca, sin embargo el "ZAS" lo encajaba como una fiesta.

Sus últimos artículos me recuerdan al profesor al que me refiero. Tienden a hacer pensar en vez de "dar clase". Particularmente me gusta el cine o la literatura, que no terminan mostrando una conclusión, sino obligando a pensar, en unos casos para defenderse de las insinuaciones, en otros para ordenar el rompecabezas, tal y como viene haciendo usted últimamente en sus post (Lo siento, sé que no le mola, pero para mí es un gustazo leerle últimamente)

Lo que plantea es sumamente complicado. En un artículo me planteó si la tecnología podría ser usada para conformar un grupo social de resistencia dada la relativa "libre difusión" de las ideas por estos nuevos medios. Lo tengo claro, antes la población tiene que elegir la pastilla roja o la azul. Si eligen la azul, despertarán en su cama y creerán lo que quieran creerse, pero... ¿por qué elegir una pastilla u otra? Depende del interés. Hasta el cazurro más gañán del planeta piensa alguna vez de forma medianamente profunda si le afectan directamente las circunstancias que le hacen deliberar. Como bien dice: "¿soy pueblo?" ¿o por el contrario se trata tan solo de mis ovejas?

Desde mi pensar, la conciencia del pueblo es comparable a la del cazurro, es la suma de los egos e intereses -normalmente más fundamentales- que hacen del ser humano una masa de carne que deja de pensar cuando les ofrecen pan, cuando les ofrecen distracción.

Si esto que digo es cierto, la humanidad avanzará tecnológicamente de forma divergente a su capacidad de pensar -al menos por el interés en hacerlo- y sencillamente nos convertiremos en unos gochos qué dependiendo de nuestra posición social o económica, terminaremos jugando a vídeo juegos con personas reales, tal y como se muestra en la película “Gamer” (Neveldine/Tailor) y contra ese destino nada podrán hacer los filósofos salvo que encuentren la forma de llamar la atención del pueblo y los individuos que lo conforman para que convertirse en motor de arranque de sus cabezorras entumecidas.

De no ser así, siempre ganará el gordinflón que propone su programa informático. (por cierto, ya le contaré la última de nuestro amigo común J.A. Marina, fichado por el PP para hacer los retoques de la reforma educativa, agarresé que vienen curvas)

MA.

David P.Montesinos said...

Interesante, sumamente interesante, un día de reflexión y le contesto.No deje por favor de informarme de lo de Marina, miedo me dan.

David P.Montesinos said...

No voy a apostillar nada en relación a su disertación, por más que los temas que trata sean diversos. No tengo nada que reponer, nada que matizar, me parece sumamente interesante, como ayer le dije, todo lo que formula. Pero sí le cuento una cosa. Un amigo que trabaja para el Departament d´Educació de la Generalitat de Catalunya fue contratatado para un instituto denominado como "Unidad de Innovación Tecnológica". Cada niño disponía de un portatil sufragado por las instituciones. El profesor debía encender la terminal central en cada clase y seguir exhaustivamente el orden de actividades propuesto por el software correspondiente, que supongo que sería de Santillana o alguna editorial de libros de texto por el estilo (andan muy interesadas en este asunto, en el que ven negocio suculento posible, y suelen insistir en la conveniencia de que los niños vengan con la tablet al cole). Se encontró con que los ordenadores no funcionaban correctamente. Los llevaron, eran cientos, a arreglar a una empresa informática, la cual informó que tenían un virus. Los devolvieron supuestamente limpios, pero seguían sin funcionar, de manera que tuvieron que volver a llevárselos. Había pasado un mes y medio desde el inicio de curso. Un día, desesperado ante la kafkiana situación, el tipo decidió pedirles a los niños que cogieran un bolígrafo y una libreta, única y por lo visto antediluviana manera de poder dar una clase en condiciones. Salió deprimido de aquel aula, los niños, informatizados desde muy pequeños, se le amotinaron.

Anonymous said...

Me gustaría que hubiésemos intercambiado puntos de vista sobre lo que le decía al respecto de mi primer post, sin embargo entiendo que no quiera que su blog se convierta en un foro de discusiones sin salida.

Esto que me cuenta de su amigo me suena a una melodía personalmente conocida. Mi paupérrimo curro en la UPTM me permitió dar un salto cualitativo cuando me ofrecieron algo parecido a lo de su amigo, una empresa de educación que entró en el negocio "concertado" y yo fui uno de los afortunados para diseñar la puesta en marcha de la educación 2.0 algo que sin duda me sedujo enormemente a pesar de las limitaciones que tuve que aceptar. (No quiero nombrar a la empresa, pero… F.E le sonará sin mucho recordar)

Me lo tomé tan enserio que modifiqué parte de la morralla que venía de las editoriales, sin cambiar el contenido, desde luego, pero sí el torpe enfoque de quienes parece hacen las cosas sin otro afán que cobrar. Una de esas modificaciones consistió en convertir ciertas asignaturas en algo tan "lúdico" que los chavales pareciera estaban jugando a un video juego, sin embargo, en el momento más álgido, el programa se colgaba -deliberadamente, calculado y de forma aleatoria- para que la solución solo pudiese ser encontrada precisamente utilizando un papel y un lápiz. A la Fund Educ… les pareció cojonudo según su valoración de los resultados además del cotejo con los padres y los propios alumnos. Sin embargo, a la Comunidad de Madrid (de espe) le pareció un derroche económico que además no se adecuaba a las exigencias curriculares establecidas.

Bien, casualmente fui incluido en una lista negra, la cual parece no existe, pero sin embargo sus efectos sí se hacen notar, como "non gratus". Desde luego saqué mis propias conclusiones, no se trata de alumnos informatizados o profesores "clásicos" se trata de lo que se pretende hacer de ellos. En realidad, los chavales pueden pasárselo igual de bien jugando a un video juego o dándose pelotazos, de lo que se trata es del interés. Todos jugamos, todo lo que hacemos independientemente de nuestra edad o condición, es un juego. Jugamos a ganar, jugamos a ser padres, jugamos a querer, jugamos a pensar, jugamos a ser honestos... La libreta o la Tablet fracasarán o no dependiendo de lo interesante que resulte el juego, casualmente, quienes los diseñan nunca fueron capaces de divertirse aprendiendo, ellos solo juegan a ganar y garantizar que las nueva generaciones les sigan sirviendo para ganar.

Sigo pensando que me quedo con sus post, y aquel profesor de filosofía.

MA

David P.Montesinos said...

No tengo demasiada discrepancia que exponer a su primera intervención,y no tengo ningún problema en alargar un debate si conduce a algún lugar.

Respecto a lo que relata, no me sorprende nada que en el Madrid de Esperanza Aguirre existieran listas negras oficiosas. La experiencia es desagradable y sintomática de una enfermedad que se apodera de todos nosotros porque sin darnos cuenta la interiorizamos: la educación convertida en una mercancía más.

Creo que apunta una interesante visión respecto al componente lúdico de la enseñanza, o de la vida. Mire, a mí nada me parece más constructivo que esos momentos en que los chavales se ríen con algo que ha pasado en clase o alcanzan unos niveles de atención importantes en el aula porque algo les parece atractivo. A partir de aquí el argumento de que hay que meter la tablet porque se debe aprender jugando y porque la vieja escuela ya está obsoleta y es dictatorial es un truco publicitario más de desaprensivos que quieren hacer negocio a cambio de la ingenuidad de los mortales que tienen niños en edad escolar.