Friday, January 20, 2017

LA POSVERDAD

La "posverdad" ha sido designada palabra del año.

 No sé qué recorrido futuro puede tener, desconozco si se instalará entre nosotros o, como las hombreras, tendrá un recorrido tan fulgurante como efímero. No importa, la posverdad puede ser sólo un nombre vacío, pero sospecho que nada dice tanto sobre nuestra condición contemporánea como los nombres vacíos. 

"¿Por qué lo llaman posverdad cuando quieren decir mentira?", pregunta uno de los que, acaso por falta de buen humor, siempre se irritan con cualquier novedad. Pero es una mala pregunta, porque la mentira y la posverdad no son la misma cosa. Muy al contrario, sólo se habla de mentira en la medida en que podemos determinar qué es lo verdadero. Y eso es justamente lo que el espíritu del tiempo ha puesto en situación de incertidumbre; no sabemos dónde se ha metido lo verdadero, o mejor, no estamos seguros de disponer de los elementos para distinguirla. La verdad ha perdido su prestigio, ha dejado de ser operativa. Esto no significa que haya desaparecido, significa que tenemos vía libre para desembarazarnos de ella cuando nos venga bien. Y significa también que se puede aspirar al éxito sin vivir bajo su otrora marco protector. 

Se asocia la posverdad con el inicio de la Era Trump. Ciertamente, Trump ha llegado al poder a partir de la mentira. El problema es que, al contrario que en el caso de Nixon -al que defenestraron por mentiroso antes que por espiar a los demócratas- la gente vota a Trump aún a sabiendas de que probablemente miente. Este fenómeno se ha dado también entre nosotros con Podemos. Muchos que manifestaban en las encuestas la intención de voto a favor del partido morado reconocían no creer en las posibilidades de realización de sus promesas. En suma no se vota a ciertas opciones porque sean "verdaderas", en cierto modo se les vota porque son ficción, y les pedimos que lo sean, que se atrevan a serlo e incluso a parecerlo. 

Hay, claro, otra manera de verlo; "voto a Trump porque se atreve a decir la verdad que todos pensamos pero nadie más se atreve a decir." Pero incluso el palurdo que dice esto intuye, en el fondo, que no es la verdad de la razón, sino la emocional, la que los demagogos como Trump capturan de entre las vísceras para hacerse querer. Y el problema de la verdad del bajo vientre es que nunca es verdadera salvo entre las hordas de bárbaros, no cuando se trata de gestionar con justicia la vida en común entre seres civilizados. 

No, la posverdad, o si prefieren, la posmodernidad, de la que sólo es uno más de sus síntomas, es sólo un síntoma más de la condición contemporánea, cuyo destino es vivir en la incertidumbre y la desorientación. No podemos establecer un criterio de verdad porque todo va demasiado rápido para que nos dé tiempo a reflexionar y obtenerlo. Y si lo obtenemos, debemos saber que es precario y cambiará de inmediato. 

"Sociedad líquida", dije la semana pasada refiriéndome a Bauman. Debemos acostumbrarnos a la idea de que el estado sólido ya no corresponde a los referentes que nos sostuvieron. Eso es malo porque el trabajo se hace precario, la incomunicación se extiende secretamente entre las múltiples vías de contacto virtual, y las instituciones que protegen a los débiles se ven más y más amenazadas, empezando por la democracia misma, que se abarata tanto que ya cualquier república bananera se autodenomina democrática. Pero también es bueno, porque hace saltar en pedazos relatos que han avanzado sólo a costa de millones de muertos, como el de la superioridad de Occidente, la autoridad de los dueños del Templo, la legitimidad de las oligarquías, el patriarcado, el matrimonio convencional...

Los apologetas de la Verdad, esos de los que tanto se burló Nietzsche, gimen melancólicos en las exequias de su Dios... Pero ignoran que, como nos enseñó hace más de un siglo el autor de Zaratustra, la verdadero es una construcción humana o, como él diría, "sobrehumana". Zizek nos dio recientemente la "bienvenida a tiempos interesantes". Los tiempos interesantes son inquietantes, porque en ellos se navega a la deriva, sin saber bien a dónde dirigirnos o, para que se me entienda, sin elementos para juzgar cómo dirigir una biografía. 

No sé si me estoy explicando. La posverdad -aunque mañana la llamen de otra manera- no es el triunfo de los mentirosos, aunque ahora mismo lo parezca, es más bien el momento en que advertimos que tenemos que construir un relato que sostenga nuestra determinación de continuar adelante. Bienvenidos pues a tiempos interesantes. Y no lo olviden, hoy es nuestro primer día contra Trump.

1 comment:

Anonymous said...

Es muy interesante leerle últimamente. Se advierte en sus últimos post que está trabajando en los armónicos de Bauman.
Sin embargo una nota cambia a otra cuando se altera la vibración estacionaria de 9 de los 12 armónicos que la componen como nota sensible. Los 4 sobrantes que completan el tono solo se advierten si se subliman instrumento e interprete.

No creo que la elección de Trump sea fruto de la deliberación de las entrañas de unos palurdos. Tampoco creo que los votantes de PODEMOS voten ficción. Los economistas, sociólogos, periodistas, historiadores etc. Solo pueden dar testimonio de un estado presente o pasado, pueden especular posibles futuros repasando causas-efectos anteriores, pero no pueden pronosticar con certeza el estado de un sistema mientras este se ejecuta al tiempo que procesa cada vez más variables.
Partiendo de esta circunstancia, estos analistas no pueden declararse pesimistas ni optimistas con un estado. La satisfacción o insatisfacción con un sistema es lo único que pueden explicar. Lo que es lo mismo: declararse anti sistema o pro sistema. Al parecer, aquellos que nos señalan las verdades no son capaces o no se atreven a desvelarnos los objetivos de un algoritmo cuya antigüedad parecen desconocer.

Es de brocha gruesa concluir que el individuo es de tal o cual manera para discernir una física social. Sin ir más lejos el Sr.Bauman le confiere unos propósitos innatos que solo varían en lo cuantitativo. En sus análisis no contempla una intención pre-establecido para condicionarle. Pasa por alto los sistemas primarios –Sedentarismo. Nomadismo- para situarse directamente en el capitalismo surgido pos-guerra como referente comparativo de un acontecer siniestro.
Seguramente el Sr.Bauman no ponderó que quizás dentro de 20 años sea más imperioso tener habilidades sociales virtuales que físicas. Más rentable consumir que producir, ser tan adaptable como un líquido… Esto no es de extrañar en quienes nunca se percataron de que la primera norma para ser admitidos socialmente puso en marcha un proceso: La fuerza; física, creencias –religiosas o ideológicas- castigo directo o estratificación dimensional acentuada con la aceleración de los cambios técnicos. Utilización de todo recurso para lograr un objetivo.

La pregunta debiera ser: ¿los analistas han sabido descifrar tal objetivo –caso de haberlo- o por el contrario aceptan que los sucesivos acontecimientos de impacto psicológico e intelectual que han operado en la configuración actual de la sociedad son inconexos o casuales?

¿Alguien puede creer que la consecuencia social -histórica o actual- es la crónica de sí misma emancipada de cualquiera arquitectura o ingeniería de diseño? ¿Alguien puede creer que un sistema puede mantener su fluidez en un proceso en el que las variables pueden ser infinitas –tantas como individuos- conformado por constantes que terminan siendo marginales respecto a estas?

La sociedad vota a Trump porque quiere romper el sistema. Tal vez estemos viviendo un momento histórico que merece ser mirado desde el punto de Kristen. (Un cuadrado que tiene cada cara de un color) la única esperanza de solucionar el problema es aplicar 1/3 de razón 1/3 de especulación y 1/3 de intuición (las tripas de los palurdos) esperando dar la solución más cercana a una verdad que aunque existe no está al alcance de observadores ilustrados o iletrados. La aproximación a la verdad requiere de la confianza en aquellos que dicen ver un color distinto al que vemos nosotros y al tiempo la seguridad de lo que es cierto.

MA