Saturday, February 18, 2017

EN LO QUE TIENE RAZÓN JAVIER MARÍAS

Son ya muchos años los que lleva Javier Marías ocupando con su espacio La zona fantasma la última página de El País Semanal. Leo puntualmente su artículo cada domingo. A veces empatizo con sus sensaciones sobre la deriva del mundo, a veces me admiro de su clarividencia y su enorme bagaje cultural, y casi siempre consigue atraerme con una prosa intransferible. Otras veces su indignación, que puedo llegar a compartir en muchos aspectos, me hastía y termina por abotargarme porque me suena a la cerrazón de un viejo cascarrabias, el que yo me siento tentado a ser a medida que envejezco y me esfuerzo por no serlo. Marías ha renunciado a ese esfuerzo, ha convertido su enfado permanente en una seña de identidad, un rasgo de estilo, una manera de estar en el mundo en la cual se siente cómodo. Recuerdo haberme irritado en más de una ocasión leyéndole, pero, seamos justos, le sigo leyendo, y eso porque la mayoría de las veces sus enojos me parecen fundados. 

En contra de lo que se deduce de la lectura de La desfachatez intelectual, donde Ignacio Sánchez-Cuenca coloca al Marías articulista al lado de otros "figurones", "machos discursivos" o "energúmenos" de la Celtiberia como Jon Juaristi, Arturo Pérez-Reverte, Gustavo Bueno, Mario Vargas Llosa, Félix de Azúa, Fernando Savater o Antonio Muñoz Molina -así los denomina, en mi opinión con desigual precisión-, yo estimo que Marías es un excelente articulista. 

Acepto que a menudo es demasiado pródigo en calificativos y en ocasiones la eficacia de sus críticas se pierde en el fulgor de ciertas generalizaciones poco precisas. Si nos limitamos arteramente, como Sánchez-Cuenca, a extrapolar ciertos pasajes supuestamente enrabietados y poco rigurosos, podemos enviar al cesto de los papeles a Marías y considerarlo uno más de esa oligarquía de amiguetes -sigo citando el ensayo de ISC- que protagonizan el tóxico "opinionismo" nacional. Pero el caso es que yo he leído demasiadas veces La zona fantasma para conformarme con un reduccionismo tan tramposo. 

Miren, yo creo que hace falta un Javier Marías que fustigue ciertos vicios de la época que amenazan con castrar el pensamiento y que muy pocos opinadores se atreven a denunciar desde la prensa no reaccionaria, seguramente porque temen ser asimilados a lo reaccionario y lo carpetovetónico, cuando no directamente al fascismo. Aquellos vicios que nos intoxican se resumen en un concepto: la corrección política. 

Vivimos en una sociedad peligrosamente tendente a la sobreactuación y a la histeria. Cualquier cosa que diga contra tal o cual colectivo un ponente público corre el riesgo de hacer estallar la susceptibilidad de minorías de todo tipo. Sánchez-Cuenca dirá, supongo, que la culpa es de quienes, como Marías, practican el energumenismo con afirmaciones gruesas y sin fundamento. Yo más bien creo que lo que tenemos es la piel muy fina. Mi vida es a menudo lastimada por algunos amos de perros, algunos ciclistas, algunos alumnos, algunas feministas, algunos políticos supuestamente progresistas o algunos castellonenses sin que, por criticarlos en público, tenga que pedir perdón a continuación a todos los amos de perros, ciclistas, alumnos, feministas, políticos progresistas o castellonenses. No me preocupa demasiado si Marías es a veces poco cuidadoso, ya se apañará él y ya dejaré de leerlo yo si descubro que no es más que un pelmazo, pero es esa susceptibilidad a flor de piel tan generalizada lo que debería preocuparnos, porque creo que obedece a un mal social mucho más nocivo. 

La pasada semana Marías publicó un artículo en defensa propia después de haber sido atacado por uno anterior en el que criticaba con dureza ciertas versiones de obras shakespeareanas, las cuales, según el escritor, destrozan, prostituyen, pervierten o ridiculizan los textos del maestro de Stratford. Lo ejemplificaba citando esa costumbre, muy común respecto a las obras del inglés, de incluir a actrices desempeñando papeles masculinos. Argumentaba su disgusto ante ese tipo de operaciones incidiendo en lo poco creíble que le resultaba el príncipe Hamlet interpretado por una fémina... No afirmaba que hubiera que prohibir esas prácticas, simplemente no le gustan, no pensaba acudir a una representación así. 

Tras leer el artículo pensé que Marías tenía una parte de razón, pero que en general su argumentación era feble y fácilmente rebatible. Lo que no se me ocurrió es que estuviéramos ante un caso de execrable machismo. Pues bien, este tipo de rifi-rafes son una constante, cada escrito de Marías provoca una cola semanal de ofendidos... qué quieren que les diga, a mí toda esa gente que se pasa el día pensando cómo arreglárselas para aparecer como víctima me parece bastante más atorrante que el propio escritor, por contumaz que el tipo se ponga. 

Creo que mañana también voy a leer el artículo de Javier Marías en la última página de EPS. Probablemente discrepe de él y hasta me irrite un poco... Y tan amigos. 


2 comments:

Anonymous said...

Que alguien se sienta ofendido por las opiniones de JM es la demostración del estado comatoso en el que se encuentra la intelectualidad. Que nadie se engañe, a este señor le critican desde todos los flancos porque son incapaces de etiquetarle, por ende reclutarle.

Personalmente sus comentarios me transmiten cierto aroma anarquista, pero ante todo ser un libre pensador. Un tipo que es capaz de afirmar qué ante determinadas actuaciones políticas se ha de dar por roto el contrato social al tiempo que criticar a los padres que reclamaban responsabilidades en el funesto Madrid arena aun cuando ellos dieron a sus hijos –menores- el consentimiento (la sociedad tutelada) no suele caer bien a casi nadie.

La irritación de SC puede ser justificada con aquellos a los que se les ve el plumero en tanto sus opiniones o críticas disculpan o suavizan reiteradamente los errores o barrabasadas de una corriente concreta de pensamiento (él, tampoco se libra) lo que no se entiende es el berrinche que le produce a este señor todo aquel que opine sin aportar una lista de datos irrefutables de dimensiones astronómicas. Tal vez SC contemple el futuro de las ciencias sociales de una forma netamente cientificista. De ser así le queda mucho para estar en posición de rectificar al Sr. J.Marías.

Una pequeña discrepancia con tu post; catalogar de cascarrabias –ocasional- a JM me parece injusta valoración, sobre todo para quienes coincidimos en que faltan más como él.

MA.

David P.Montesinos said...

Lo de "cascarrabias" me lo ha afeado ya alguna otra persona. Bueno, en mi caso le aseguro que no es un denuesto, es casi cariñoso, yo también lo soy un poco, más en la medida en que, como todo quisqui, me hago mayor y, sospecho que en algunas cosas, más intolerante. A veces creo que Marías está demasiado enfadado con su tiempo, como si alguno anterior hubiera sido mejor. En cualquier caso, insisto, es un calificativo menos puntiagudo de lo que parece.

Respecto a sus enemigos, parece que se los fabrica a destajo, y sí, es por lo que usted dice, resulta inoportuno porque dice lo que piensa sin detenerse demasiado en valorar las consecuencias, sobre todo si esas consecuencias son despertar la susceptibilidad de los quejicas de turno.

Verá, hace poco se montó un pifostio como consecuencia del "calendario erótico" de la Cartelera Turia, una conseller, que salía con un cuerpo desnudo impostado de una modelo montó en cólera, acusó a la revista de machista y solicitó la retirada del calendario. Péguele en la Red una mirada al calendario, descubrirá porque digo que hay que seguir leyendo a Marías.

Otra, en estos días ha aparecido una señora que denuncia el machismo casi criminal que anida en la canción de Sabina "Contigo". Lea usted la letra de la canción...

No sigo, no nos servirá de nada, usted ya lo sabe.