Thursday, December 24, 2020

AFORISMOS PARA FASTIDIAR


1. Hace cerca de cuatro décadas, rodeado de convencidos comunistas, realicé una afirmación -no recuerdo exactamente qué dije- en la que hice gala de un mezquino egoísmo. Noté, sin ninguna duda, que generé una profunda decepción. Desde entonces he batido records en la misma dirección. Estoy en ascuas por saber a cuantos me dará todavías tiempo para decepcionar.
 


2. En algunos momentos puntuales siento un profundo odio hacia todos ustedes. ¿Y si son esos momentos los únicos de lucidez?


3. Por influencia materna soy habitualmente simpático y cordial... suelo caer bien. He detectado a través de mi biografía que, pese a todo, siempre hay alguien que me detesta. Son esas personas recalcitrantes las únicas que, sin pretenderlo, cuidan realmente de mí. Su atención a mis errores y contradicciones, el empeño que alguno pone en no dedicarme siquiera los buenos días por la mañana... dudaría en demandar a un amigo tal perseverancia en recordarme que el mundo es un lugar peligroso y que la muerte y el dolor aguardan en todas las esquinas. 


4. Soy insignificante y prosaico, mi vida y mis actividades son un aburrimiento. ¿Por qué entonces sorprendo a esa señora de en frente mirándome con tanta atención cuando descorro las cortinas del balcón por las mañanas? ¿Qué espera ver? ¿A qué actividades infames y perversas cree que me dedico en la intimidad del hogar?


 5. Hacer muchos esfuerzos para que te quieran revela un insoportable mal gusto.


6. No recuerdo haber hecho en mi vida una sola cosa interesante y digna que no haya suscitado críticas o me haya sido ferozmente desaconsejada. Si hubiera hecho caso a mis allegados, a todos los que decían querer protegerme, me habría quedado para siempre en un sofá bajo una manta viendo la tele... Y no me habría suicidado porque sospecho que eso también habría desencadenado toda serie de censuras. 


7. El defensor cristiano de Jerusalem, cuando Sal-a-haddin jura por Alá que perdonará la vida a los defensores, recuerda al líder sarraceno que los cristianos pasaron a cuchillo a los árabes que defendieron la ciudad cuando ellos la conquistaron: "Pero yo no soy esos hombres, yo soy Sal-a-haddin, ¡Sal-a-haddin!" En ese momento, el caballero Balian sabe que su enemigo cumplirá su palabra indefectiblemente. No busquen más, he ahí el retrato literal del héroe del que tanto habló Nietzsche. 


8. No pasa un solo día de mi vida sin que oiga hablar de la importancia del talento. Valiente patraña: nada debilita más que creerse dueño de talento. Solo el esfuerzo nos lleva a alguna parte. Pero no el esfuerzo aprendido de capellanes y gerifaltes, que no es sino la obediencia. Yo me refiero al que nace de la furia, de esa rabia incontenible que nos devora ante la evidencia de que el mundo nos desprecia. Si el talento es algo es justamente esa determinación con la que nos sobreponemos a la condición de siervo y subalterno a la que nuestro entorno nos relega, incluso aunque no tengamos para la batalla más armas que el dolor y la cólera. 


9. Tuve un compañero de clase que insistía en recordarme que era superior a mí... "en deportes, en calificaciones, en ligar con las tías, en amigos, en pelear...". Me lo recordaba tan a menudo que se diría que más que intentarme convencerme a mí de lo evidente, lo que intentaba era convencerse a sí mismo. Si hoy realizara un top cien de los tontos de baba y perfectos fracasados  que he conocido a lo largo de mi vida, creo -sin dejar de reconocer que las medallas estarían reñidas- que aquel majadero subiría a lo alto del pódium. Lo más curioso de todo es que tenía parte de razón: yo no era gran cosa, al menos eso era verdad. La diferencia es que yo lo sabía... y entonces, la palabra "diferencia" alcanza proporciones gigantescas. 


10. Recientemente, y ante la inevitable destroza que la pandemia va a hacer con las fiestas navideñas, una conocida me trasladó, furiosa y plenamente convencida, todos los mantras de los conspiranoicos, según los cuales estamos ante una gran farsa de los oligarcas y lo que quieren es jodernos la vida y que nos recluyamos en el miedo para dominarnos mejor. Añadió que "los que están muriendo son enfermos y ancianos que, de todas formas, van a morir igual". Y concluyó con que a ella nadie podía prohibirle "estar en un bar con mis amigos, que es lo que me gusta". Una vez más, la banalidad del mal de Hannah Arendt: el problema del Mal más monstruoso no es que haya personajes luciferinos como Hitler, el Mal se alimenta de la cotidiana mezquindad de los "muchos" y los "normales". 



No comments: