Thursday, September 23, 2021

MARICONES PERDIDOS

 


De acuerdo, lo de los neonazis en Chueca del otro día no es para reírse. Pero, reconózcanmelo, el caso del manifestante homófobo que aparece orgulloso en twitter y es identificado por el chico con el que se había acostado anteriormente resulta cómico. La conversación privada entre ambos, que el gay reconocido decidió hacer pública, no tiene desperdicio. De esta guisa…:

-“Pero si tú eres al que se la chupé hace poco”

El nazi le contesta en privado lo que el interlocutor terminará haciendo público:

-“Lo que yo haga en mi vida privada no importa, haz el favor de no publicarlo que me hundes”


Y sí, seguro que al tipo lo han hundido, al menos ante los demás cabezas rapadas, unos señores encantadores que tienen el cuajo suficiente para acudir a Chueca en pleno siglo XXI para manifestarse contra los homosexuales. Si detrás de la decisión por parte del político correspondiente de tolerar dicha movilización hay mala fe o solo negligencia, no soy capaz de discernirlo. Lo que sí sé con certeza es que después de tales ejercicios de supuesta libertad de opinión vienen la violencia, el abuso, el miedo… En suma, todos los ingredientes del coctel del fascismo, cuyo objetivo esencial siempre es aplastar la diversidad desde el ejercicio de la intimidación. Y eso por no hablar del mal gusto y la incultura de quien corea eslóganes como “Fuera sidosos de nuestros barrios” (Yo también podría hablar sobre la gente que me gustaría echar de mi barrio, empezando por los macarras ultratatuados que van con perros con instintos criminales).

 


Por acabar con el protagonista de esta historia tan de vodevil... Bueno, se me ocurre que además de no pasarse próximamente por el club de reuniones de rapados ni por la sede de Vox, debería hacer un esfuerzo por aclararse. Por cierto, no es el único. Yo puedo entender que haya personas reticentes a admitir en público su orientación sexual, pues ni siquiera hoy, pese a los avances propiciados por la democracia, implica riesgo cero ir por el mundo besando morros “inadecuados”. Lo que sí me cuesta mucho más entender es la cantidad de maricas y boyeras fachas que van por el mundo, algunos ocupando incluso cargos relevantes. Yo no digo que porque a uno le gusten los de su sexo haya de abrazar la fe marxista-leninista; puede ser neoliberal e incluso devoto de la Semana Santa. Lo que no me cuadra es que apoye al PP, que se ha opuesto históricamente a todas las reformas políticas ideadas para hace a la gente más libre -empezando por el matrimonio homosexual-, y que además pacta con un partido tan declaradamente homófobo como Vox.



A mi parecer cada persona puede chupar, morder o hurgar lo que le apetezca y le dejen. Mi felicitación a quien mejor se lo pase. Como cantaba el Titi, “si estás vivo y no estás muerto, a darle gusto a tu cuerpo”. Bastante jodido es aguantar a ciertos vecinos, que tus padres enfermen, que barruntes que ese dolor persistente sea cáncer o que el mundo esté repleto de miseria y dolor para que encima tengamos que seguir haciéndole caso a los inquisidores. Nunca tan tristes y oscuros personajes que he encontrado en las sacristías -pero también, mucho ojo, en ciertas militancias de izquierda- han terminado de aclararme por qué les molestan tanto el sexo y el erotismo, que a mí me parecen dimensiones esenciales del bienestar y la paz de espíritu y cuerpo. Supongo que al niño Jesús le hacen llorar los orgasmos. Pero no estoy muy seguro, pues también me dijeron que salían pelos verdes en las manos si te hacías pajas… y a mí nunca me salieron, ya ven.


Hace un par de días descubrí que habían abierto un club “de ambiente” por un lugar por el que paso casi a diario. Salieron del garito tres tipos con la cerveza en la mano y franca camaradería masculina. Eran voluminosos, barbudos… . Me recordaban a mí y a mis amigotes cuando quedábamos para beber y ver jugar al Valencia… La única diferencia es que ellos quedan para follar. Sin dramatismos, sin laberintos emocionales ni todos esos juegos de equívoco y elusión a los que tan acostumbrados estamos en el mundo hetero.



Lo diré de una vez. Yo creo que los gays -y me refiero, sí, a los hombres homosexuales- han sido muy listos. Hay que tener en cuenta la negra y larga noche de la que vienen. Hasta el año 75 aún les pegaban palizas los de la Brigada Social o los de Cristo Rey. Decir que la batalla está ganada es precipitado, pero sería una jeremiada negar que el camino ha ido normalizándose.  Y sí, hay tipejos que se atreven a protagonizar un esperpento como el del otro día en Chueca. Pero ya sabemos cómo funciona el alma reaccionaria: cada vez que una minoría injustamente oprimida se instala en la normalidad, exhibiéndolo incluso con orgullo, el rencor aparece en formas violentas. Esto lo saben los negros, las feministas y, si nos remontamos en el tiempo, los siervos o los esclavos libertos. Nunca las luchas más justas se ganaron plácidamente.


¿Qué se puede aprender de ellos? Ya me he referido a la salud mental que demuestran por dresdramatizar las relaciones sexuales. Pero hay otra cosa, y tiene que ver con lo del tuit del que he empezado hablando. Generalizando mucho -pero es que si no generalizo no escribo- yo diría que su éxito se basa en un dominio magistral del terreno de la ironía.


Me explico.



Sigo habitualmente los videos de cocina de Mikel López Iturriaga, francamente divertidos y desenfadados. Alguien le mandó un tuit con evidentes ganas de fastidiar: “A mí me pareces más maricón que cocinero”. Lejos de enojarse, Mikel dijo que estaba pensando en titular así a su sección en El País: “Más maricón que cocinero”. Ahí va otra, ésta tomada del mundo de la ficción. En un antiguo episodio de Los Simpsons, Homer empieza a preocuparse porque su esposa ha hecho amistad con un gay. “Lo que más me molesta de vosotros es que uséis con todo desparpajo las palabras que nosotros hemos inventado para insultaros”.

 

No sé si ven dónde quiero ir a parar. La cultura gay ha usado con brillantez la estrategia del judoka. Cuanto mayor es la agresividad del hostil, peor es el revolcón que se pega, pues el gay, en vez de responder con idéntica violencia, esquiva la colisión y le deja estrellarse contra el muro de su propia ceguera. Es por todo ello que no comparto ciertas críticas a la Fiesta del Orgullo o, qué sé yo, la obra y la filosofía de Andy Warhol, el cine de Almodóvar o incluso algunas intervenciones de personajes más o menos diletantes como Boris Izaguirre o Bob Pop.

 

Aprendamos de ellos, pues.  

 

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