No soy comunista porque no tengo nada a priori ni
contra el comercio ni contra el hecho de competir. Como demostraron los
fenicios en la antigüedad, la creación de mercados es un vector de prosperidad
y conocimiento que puede funcionar como alternativa a guerras, invasiones y
rapiñas. Se compite por la clientela y el puesto de trabajo, y se compite
también por la atención y hasta por el sexo. Siempre fue así, yo diría que
desde antes de que fuéramos civilizados, y a lo mejor lo somos porque
intercambiamos mercancías e ideas.
Digo esto porque voy a meterme un poco con mi paisano
Juan Roig, y no quiero que se me acuse de que lo hago por comunista. De otro
lado, suelo andarme con tiento a la hora de fustigar a los grandes líderes
sociales. Quizá por una mal digerida lectura de Nietzsche temo ser considerado
un resentido, es decir, uno de esos tipos pequeñitos que, en vez de intentar
crecer, trata de poner a todos sus prójimos al nivel de sus bajuras. El aviso
nietzscheano es oportuno, pero tampoco me frena en este caso. No envidio a Roig
porque no sabría qué hacer con su dinero. Y mucho me temo que mis anhelos más
profundos no se materializarían con más pasta.
Hay muchas cosas admirables y también odiosas en la
empresa llamada Mercadona, que sitúa a JR como el segundo megarrico de este
país, con don Amancio, dueño de Inditex, como el único con más ceros en el
banco. No me ha decepcionado que en estos días no se haya negado a que el
equipo del que es propietario, Valencia Basket, salga a jugar contra un rival
israelí en la Copa de Europa. Todo lo más se avino a cerrar la pista al público
para evitar líos, pues le advertirían que habría alborotadores por ahí dispuestos a liarla.
Roig me contestaría que una decisión así supone ser expulsados de la
competición. Tampoco se le ocurrió cerrar sus tiendas el año pasado por la Dana
y bloquear todos los traslados de aprovisionamiento, lo que puso en serio
peligro a muchos de sus empleados. Quizá sea mala idea criticarle por ello,
pues el Govern valenciano fue el primero en no tomar a tiempo las medidas
adecuadas para salvar a la población.
Meterse con JR es casi causa de excomunión en
Valencia… Como si de la continuidad de Mercadona, de la que yo por cierto soy
cliente asiduo, dependiera poco menos que la prosperidad y aún la supervivencia
de una comunidad con varios millones de habitantes. Como si el éxito de su
creador fuera producto únicamente de su talento y su mérito. Como si sus
empleados, la mayoría entregados a jornadas laborales muy duras por sueldos
magros, solo hubieran de estarle agradecidos.
Dijo el Gran Líder una vez que debíamos tomar ejemplo
de la disciplina laboral de los chinos. Tiene razón, si las corporaciones
pudieran saltarse los derechos humanos, como es común en gran parte de Asia, la
rentabilidad del trabajo sería mayor, y Roig podría ser todavía más rico de lo
que ya es. Para su desgracia estamos en Europa, y la gente todavía cree que se
trabaja para vivir y no al revés.
En las últimas semanas –soy buen observador- deambula
por “mi” mercadona una encargada nueva con muy malas pulgas que se dedica a
hacer llorar a algunas empleadas. Sospecho que podría haber elegido la
profesión de dominatriz o fabricar minas antipersona, pero la han cogido de
capataz en la cadena de Roig. Supongo que en el alto mando es bien mirada
porque los empleados cuando se les da caña producen más, o eso es lo que a
Juanito le mola pensar.
Gran emprendedor y mecenas social don JR, pero, lo
siento, prefiero a la chica del jamón a la que vi llorar ayer por culpa de una
imbécil. Y eso que no soy comunista.