Saturday, July 18, 2009
















GALICIA, VEINTE AÑOS DESPUÉS

1. Vagabundeando por las calles bajo una de esas lluvias que no llegan a ofender, se me ocurre la estrambótica idea de que en las ciudades del Norte no hay sexo ni violencia. No entiendo por qué -como en el cine de masas, donde la lujuria siempre es preámbulo de una violencia penitencial- ambas cosas tienden a asociarse por su presencia o por su ausencia, pero percibo que una ciudad gallega carece de la agresividad sexual de una mediterránea. El resultado son estilos de convivencia naturalmente más civilizados... pero también una cierta sensación de estar quedando fuera de los tiempos, pues todo en nuestra época -los discursos y las imágenes- parece habitar la lógica del sexo y la violencia proliferantes. Y digo sexo sin referirme a eso que Michel Foucault llamaba "el cuerpo y sus placeres" -sería ridículo pretender que tal cosa es "más meridional"- sino a la imagen espectacularizada del erotismo, de lo cual el desfile callejero de los cuerpos y los gestos es tan protagonista como la publicidad más impactante... No aludo al sexo, sino a su idea... no a la violencia, sino a la fantasía del dominio y la exhibición inflacionaria del músculo y el rictus de amenaza. No he visto, por cierto, un solo ciclado por las calles de Galicia.

2. Los madrileños no lo saben, pero se les detesta en todas partes, y en Galicia más que en ningún sitio. El gallego se ríe discretamente del tonto del culo recién llegado con un duro en el bolsillo y que pretende saber más del marisqueo y la gaita que los propios lugareños. Desconocen lo que secretamente les une: los unos son nietos de aquella hojarasca que tuvo que habitar chabolas en un cerro al que ahora llaman Las Rozas cagándose de hambre y de frío a la espera de una oportunidad, los otros provienen de quienes dudaron entre morir de tuberculosis y cosechas devastadas o poner pra a América -Rosalía de Castro dixit- con una mano delante y otra detrás. Es mucho más que la Guerra Civil lo que en España necesita memoria histórica.

3. Galicia ha cambiado un poquiño en los veinte años que han pasado desde que estuve la última vez. Las confiteras del centro de Santiago no salían antes ofreciendo dulces como gancho para obligarte a comprar después tarta de almendras o feuchos. La antigua timidez no se aviene con la globalización ni con la crisis.





4. A veces se me ocurre que en Galicia el hombre son en realidad las mujeres. Viuda o simplemente casada con un marido que "está por ahí", se acostumbró como en los países en guerra a cargarse el país a los hombros. Mujeres que conducen autobuses, máquinas de demoler piedra o tractores, mujeres policía, mujeres que cuidan el minifundio de parte a parte: la necesidad -a veces desesperada- nos convierte en expertos en cualquiera de las cosas para la que se nos hace creer que no servimos.





5. La Ría es aparentemente plácida, pero la marea tarda en revelar todos sus equívocos. Do vento de la Península de O Grove o Finisterre no se habla en los folletos turísticos. Galicia no es una postal para el turismo, aunque siempre puede despertar la codicia invasora por la lujuriosa promesa de una mariscada por 42 euros con centollo y botella de Albariño.




6. El Botafumeiro no salvará nuestra alma, eso en realidad ya no lo cree nadie, pero la Misa de Peregrinos se llena irremediablemente. Así es la sociedad del espectáculo.








7. El Camino es misterioso y gnóstico, desde luego, pero no porque oculte los secretos de los atlantes, los templarios o los marcianos, como creen los freakys y los que leen novelas de tramas conspirativas. Los seres humanos de la vieja Europa se lanzaron a las rutas santas para ser mejores, para encontrar la sabiduría y regresar a su aldea con el alma fortalecida y el estigma inscrito en la piel de haber superado la prueba de la fe. Tan misterioso como el sortilegio mismo de la presencia de este mono raro en un pequeño rincón del cosmos: nada más.


8. En realidad sí fui a la Isla de Ons: virtualmente, claro, en una de esas exposiciones interactivas que te permiten desplazarte por todo el mundo con un simulador. "Isla de Ons", pulsé, y allí estaba, tan hermosa como la imaginaba, pero sin olas ni marea, sin olor a peces muertos, sin sudor, sin barco en que te mareas... Hermosa, pero de ficción: no se puede tener todo.



9. Regreso al nudo gordiano de Madrid. En la media hora que paso en un banco de la Estación del Sur, una chica subsahariana ha sido abordada por un borracho con pinta de esquizofrénico, un mulato, un viejo, el borracho de antes por segunda vez... A veces me alegro de no ser mujer... y también de no ser un trozo de carne. Cuánta violencia.

4 comments:

Manolo said...

Gracias por tu cuaderno postal desde Galicia.
Nuestra vida está llena de islas de ons, tan cercanas, tan fugaces, que nunca pisaremos, y paralelamente esa vida se va llenando cada vez más de virtualidades más reales. La videoconsola acabará por manejar el Botafumeiro mejor que la propia Catedral de Santiago.
Madrid, y los madridistas, que parecen poco gallegos, lo tienen claro y se dejan lisonjear por Florentino Pérez. Para eso están los/las guías, para encontrar la quintaesencia de los lugares, y el resto a pasar por taquilla.
Nos encontramos en el camino.

David P.Montesinos said...

Es un honor recibir en este humilde blog a un personaje de tu valía. Poético comentario el tuyo, dicho sea de paso, que agradezco, dado el estrés profesional en el que transcurre tu granadina vida.

notorius said...

Hay dos temas en este texto que merecen comentario aparte. Efectivamente, la cuestión de la emigración, el exilio, debería tener una revisión, mejor dicho, ser punto de partida de muchos libros. Te recomiendo otra vez la novela de J.M.Sanchis, "Intercanvi", que trata este tema de una forma soberbia, sin énfasis. El otro tema (también has dado en la clave) es el "camino" como espacio no sólo de fe sino de sabiduría. Pero esto merecería una reflexión más extensa. ¡Cómo pasa el tiempo y en qué se convierte todo¡
Un saludo. Notorius.

David P.Montesinos said...

Debo decir en primer lugar que apareces especialmente lozano en tu blog. Ciertamente, estos temas merecen mayor comentario. Se trata aquí tan solo de algunas impresiones a vuelapluma, escritos "flash" de espera en estación. Gracias por el consejo bibliográfico, no conocía este libro.