A PROPÓSITO
DE LA PIRATERÍA
Los internautas no tienen razón, o mejor dicho, no tenemos razón. Quienes efectuan descargas ilegales -y hay que poner el nosotros, porque como sucedía cuando los curas nos afeaban el vicio de la masturbación, aquí quien más quien menos, todos pecamos- no han sido capaces de darme todavía un solo argumento que desculpabilice una conducta que claramente atenta contra derechos esenciales.
Estaría bien que alguien me dijera si "libertad de expresión y de comunicación" o free culture significan que el concepto de propiedad privada debe ser abolido, lo cual, además de hacer que Karl Marx resucite de gozo en su tumba, supondría que a partir de ahora yo no solo puedo hacer tranquilamente usufructo de las pelis y los libros que me gustan sin pagar nada a sus distribuidores y autores, sino que además puedo llevarme si quiero la moto del internauta libertario -a la cual el muy fascista le ha puesto una cadena- o instalarme tranquilamente en su casa cuando me apetezca. Claro, pero es que la única propiedad que quieren abolir es la intelectual; vamos, que se mueran escritores, músicos y demás: como podemos bajarnos de la Red sus creaciones, les robamos impunemente su propiedad, lo cual nos parece menos delictivo que robarle naranjas al frutero de la esquina cuando está descuidado o hacer uso de la tarjeta del vecino y birlarle sus ahorros, como si tales bienes hubieran de pertenecer a sus propietarios con más justicia que lo determinado por el copyright de un libro.
Publiqué un libro hace unos pocos años. La empresa editora me envía cada año una pequeña cantidad por derechos de autor. Debo reconocer que ese puñado de euros me sienta especialmente bien, pero no da para gran cosa. Vamos, que no estoy en riesgo de morir de pobreza porque la gente se descargue mi libro en la Red, entre otras cosas porque no es por desgracia tan conocido como para que mucha gente se interese por hacerlo. En cuanto a si Fernando Savater, Alejandro Sanz o Pedro Almodovar son ricos "y por tanto que se jodan", pues sí, no creo que hayamos de pasarnos el día llorando por sus sufrimientos, pero es que no es ese es el problema, como tampoco lo es ni siquiera el previsible desmantelamiento de una industria que fue próspera y que ahora supondrá el paro para muchas familias, pues puedo entender que si un modelo de producción y distribución ya no es viable, no podemos empeñarnos en que sobreviva tal cual lo conocimos sólo porque no mola que sus empleados dejen de trabajar y sus estrellas y ejecutivos de cobrar sueldazos.
No, el problema es que existe una cosa llamada propiedad intelectual, lo cual supone que los derechos de distribución sobre el producto lo tienen determinadas personas. Usted y yo podemos entrar cuando nos plazca al bellísimo edificio valenciano de la Lonja y emocionarnos con sus enrevesadas columnas sin que venga Pere Compte -que lleva medio milenio muerto- a exigirme un canon por mis éxtasis estéticos. Entiendo perfectamente que se consideren abusivas ciertas conductas de las que yo oigo hablar más veces de las que las veo en la práctica. Por ejemplo es un poco absurdo que en un mundo como el que tenemos una peluquera no pueda ponerse la radio porque viene un inspector a multarla, como lo es que le cobren a la banda de mi barrio por tocar en Fallas un sonsonete que recuerda vagamente a Paquito el chocolatero.
Algunos excesos histéricos en los que han caído personajes vinculados a la SGAE como cierto ex-cantante que,como hace siglos que no ha hecho una sola canción, pretende que paguemos por ellas hasta cuando las cantamos en la ducha, parecen ridículos en una sociedad abierta como la nuestra. Habría que pensar que, no obstante deben ser algo más serios los argumentos del lobby internáutico contra la Ley Sinde. Veamos.
En los últimos días he escuchado reiteradamente argumentos de sospecha contra la letimidad política de la normativa que ha intentado sacar adelante el gobierno Zapatero. El más barato es el que la considera un pago de servicios por su parte al amplio y elitista colectivo de autores y artistas que supuestamente vienen apoyándole frente al PP, con algunos momentos especialmente impactantes como el del No a la Guerra en los Premios Goya. Quienes creen que es posible desacreditar el contenido de una ley por circunstancias de este tipo demuestran no entender que gobernar consiste justamente en eso, en tomar decisiones que salvaguarden derechos ciudadanos, sabiendo que tales decisiones beneficiarán a unos y molestarán a otros. En cualquier caso, a este respecto me parece bastante más cínica e irresponsable la postura de los partidos de la oposición -incluyo a Izquierda Unida-, a los que se les nota mucho que bloqueando la ley Sinde evitan un desgaste electoral que recaerá exclusivamente sobre el partido que gobierna, por más que no tengo duda de que si el PP gobierna próximamente el Estado no tardará en articular una normativa similar a la que ahora han tumbado en el Parlamento. Irresponsabilidad más hipocresía, cuánto se hacen de querer nuestros políticos.
Esta convicción tiene que ver con otro de los argumentos que han utilizado los internautas, el de que -a vueltas con las revelaciones de Wikileaks- es el gobierno USA el que ha teledirigido al de España en este asunto, lo cual demuestra supuestamente la hipocresía y la debilidad de Zp. Más allá de lo que yo piense de la coherencia ideológica y, en definitiva, de la competencia como gobernante del actual presidente español y de su equipo de gobierno, mucho me temo que este argumento reposa sobre bases tan inconsistentes como el anterior. No creo que hayamos necesitado a Wikileaks para saber que el gobierno norteamericano presiona a través de sus embajadas para proteger los intereses internacionales de sus empresas. Pero, bien pensado, tampoco me acaba de suscitar indignación, y miren que me molestan muchas de las cosas que hace -bajo mano o a las claras- el gobierno USA. Seamos sensatos: la Warner o la HBO quieren cobrarme por gozar de sus productos por la misma razón que en Trevélez pretenden ganar unas perras por los jamones que exportan a California; es lo que tiene el capitalismo, que todo se compra y se vende y que por eso, no nos equivoquemos, gozamos en algunos lugares del planeta de una razonable prosperidad. Si quieren podemos hablar de las presiones que realiza España para proteger ciertos intereses empresariales en el extranjero, por ejemplo en Hispanoamérica, y por cierto en relación a empresas que venden productos menos inocuos que películas y canciones.
A la postre, el único argumento que parece serio es el de la pura libertad del ciudadano para intercambiar información, la cual es complementaria de la que tiene para instituir canales desde los que centralizar y propiciar esa práctica. Esto no significa que pueda distribuirse e intercambiarse cualquier cosa sin más y, sobre todo, de forma masiva y con propósitos en muchos casos lucrativos. Es tan obvio como que el derecho a la libre expresión permite decir muchas cosas, pero no implica que usted pueda, por ejemplo, calumniarme, y menos hacerse rico con eso, tal y como vemos que sucede en la actual televisión. Lo que sí debemos entender es que la revolución tecnológica que, merced a la electrónica de consumo estamos viviendo, va a reestructurar forzosamente la industria de difusión de la información. Las distribuidoras de discos o cine, tal y como las hemos conocido, son en su actual organización incapaces de soportar la presión de los nuevos medios.
No hace falta ser marxista para entender que este es el abc de la evolución histórica: un determinado modelo de producción y distribución, por ejemplo el feudal, ve estallar sus contradicciones y entra en quiebra cuando ya no es capaz de asegurar y fomentar la práctica económica que se va imponiendo, por ejemplo el capitalismo mercantil del siglo XVI, con lo que no hay más remedio que transformarse para adaptarse al modelo emergente o resignarse a seguir reclamando al Estado una protección que terminará siendo inviable. Ahora bien, que el régimen de propiedad y producción del campo ya no fuera el vasallaje no significa que Europa hubiera de acabar con cualquier régimen de explotación posible.
Por citar otro ejemplo histórico que me parece especialmente valioso: con la Galaxia Internet (el copyright del concepto es para Manuel Castells, no pienso pagarle un duro) nos encontramos ahora mismo como en los tiempos de la gran migración de colonos del Este hacia el Oeste de Norteamérica. No se adivina el final del inmenso y rico territorio hacia el que nos dirigimos, no está muy claro cuál es el régimen de propiedad ni sobre todo cómo puede avalarse y protegerse, hay cadáveres por el camino de gentes que fueron atacadas por cuatreros o que murieron de sed por no aprovisionarse bien de agua para cruzar el desierto, algunas tribus indias son desposeídas de sus fuentes de comida en las praderas, empiezan los conflictos entre ganaderos y campesinos por el usufructo de ríos y praderas... la analogía es más certera de lo que parece. Como sucede en todo momento crítico, no sabemos cómo va a poderse regular la propiedad de los bienes objeto de esta disputa, pero es ingenuo pensar que las ciclópeas posibilidades tecnológicas que propicia la Red va a convertir cualquier producto cultural en algo como la Cibeles o la Lonja, a lo que uno puede acceder sin pagar un céntimo.
Cuando los cibernautas se rasgan las vestiduras por el "totalitarismo" de la Ley Sinde no solo están cayendo en un imperdonable abuso ideológico. Me recuerda a aquel alumno que insultaba a su profesor y a sus compañeros y cuando se le obligó a que callara dijo que pretendían "silenciarle". La Ley puede ser mala, pero es peor que ninguna ley, por la sencilla razón de que en la anomia actual -la irresponsabilidad del lobby internáutico no es capaz de aceptar esto-, no sólo nos cargamos a las distribuidoras o intermediarios sino que además corremos el riesgo de cargarnos la producción. Y esto sin olvidar que en la situación vigente se están pisoteando derechos esenciales.
Creo que debemos saber vislumbrar las distintas posiciones sobre las que se articula esta problemática y que hace falta negociar y buscar soluciones. Tengo alumnos con escasas posibilidades económicas que ven buenas películas porque entran en webs de descargas. No estoy seguro de que merezcan ser procesados como delincuentes. Yo puedo actualmente ver series como Mad men o The wire que no vería si hubiera de comprarme una sola temporada de cds de dichas series porque sus precios son abusivos y porque no tengo el más mínimo deseo de tener ese material físico en mi casa, que ya está por cierto bastante llena de objetos que recogen polvo.
Apostaría por eso a lo que el Presidente de la Academia de Cine, Alex de la Iglesia -cuya recién estrenada película ya encontramos en el top manta- define como soluciones intermedias. No es de recibo en nuestro tiempo que un músico aspire a vivir durante años sin dar un solo concierto por los réditos de una canción más o menos pegadiza que salió un verano. Habrá que dar conciertos y componer nuevas canciones, pero eso no significa que sus obras hayan de salirle gratis a quien quiera consumirlas. Los internautas obtienen antivirus y otros tipos de software, ven todos los partidos de fútbol del mundo mundial, obtienen la película que les da la gana y se bajan cientos de canciones, y todo eso a través de webs de intercambio por las que no pagan un céntimo. Se me ocurre pensar en muy poquitos bienes de los que disfruto por los cuales yo no haya de pagar: ¿qué me hace pensar que tengo derecho a ver películas gratis?
Veamos. Uno paga un canon digital por los cds vírgenes y una cuota por el ADSL. Respecto a lo primero, ya he escuchado muchas veces el argumento de que el Estado nos declara culpables al hacernos pagar un canon extra por comprar un material virgen que no necesariamente vamos a utilizar de forma ilícita. De acuerdo, pero da la casualidad de que la inmensa mayoría de DVDs y CDs en blanco que se compran en España van destinados a ese uso, cosa que deberían saber reconocer quienes tienen cientos de películas y discos pirateados en casa y apenas han pagado unos céntimos del canon por cada uno. Quizá la medida conculque un derecho, pero no hacer nada conculca muchos otros. En cuanto a la cuota del ADSL... es cierto que usted puede estar pagando una cantidad a una gran operadora por tener tarifa plana de internet, pero que yo sepa ni Ono ni Telefónica ni ninguna macroempresa por el estilo -empresas que obtienen enormes ganancias cada año por tenernos atados de los testículos- pagan un euro ni a la SGAE, ni a las empresas distribuidoras ni a nadie que pertenezca a la industria cultural. Claro, estos podrían decir que ellos solo proporcionan el acceso a la Red, que quien piratea en todo caso es el cliente, y así volvemos al mismo círculo vicioso en que se sigue robando impunemente.
En mi opinión, son las operadoras las que deben pagar, así de sencillo. No se trata de culpabilizarlas a priori por la piratería, sino de obligarles a pagar por la calidad y el valor de los servicios que proporcionan. Esta medida traería aparejada la consecuencia de que los precios de la conexión se incrementarían para los usuarios. Es posible, pero quizá entonces -de igual manera que las industrias culturales- las superoperadoras habrían de asumir la necesidad de ser más competitivas con los precios, cosa que actualmente se permiten el lujo de no hacer porque los ciudadanos somos prisioneros de sus malas artes, tan insistentemente objeto de quejas en las asociaciones de consumidores. Y también, no lo olvidemos, porque entre el colectivo internáutico, tan poco atento a la tradición reivindicativa, se tiende a ir a muerte contra las instituciones con la misma facilidad con la que se muestran dóciles ante procedimientos de las teleoperadoras sumamente dudosos y hasta abusivos.
En todo caso habremos de pagar, creo que poco, pero habremos de pagar, por la misma razón por la que hay que pagar -mucho- por la gasolina, por la hipoteca, por tomar una cerveza o por entrar a un cine, aunque sea teniendo que consumir publicidad, como sucede con las televisiones convencionales. En cuanto a esta especie de ONG de internautas que parecen a punto de lanzarse a la revolución, no estaría mal que se plantearan si en vez de liarla porque no nos dejan ver gratis Avatar no sería más útil salir a la calle para gritar contra los especuladores, los bancos, el incumplimiento de la Ley de Dependencia o el abandono de la escuela pública... esa escuela donde nos enseñaron que robar es robar.
11 comments:
El post es mío, un a modo de posdata. Entiendo perfectamente que el procedimiento elegido por el gobierno para obtener el nihil obstat para la Ley Sinde es discutible, por no decir que directamente rechazable. Sin embargo, digan lo que digan, no es esta la razón por la que los demás partidos le han negado su apoyo, pues si así, fuera dirían de manera contundente que hay que cerrar webs y perseguir activamente desde las instituciones el robo de la propiedad intelectual, cosa que no dicen porque no tienen agallas -ni los muy de derechas ni los muy de izquierdas- para arrostrar las consecuencias electorales que, como es habitual en nuestra saludable y madura democracia de partidos, habrá de comerse solito el gobierno.
Por lo demás creo que es problemático cerrar las webs manu militari y sin un procedimiento legal previo, si es que es realmente ese procedimiento el que la Ley consagra. Aconsejable leer bien el proyecto que, por cierto, aún no se da por perdido, dado que va a buscar salvación en el Senado. Veremos.
En estos momentos observo el porcentaje de descargas en mi PC, puede que no sea del todo legal, pero para mi bolsillo es un descanso, si tuviera que pagar toda la música que quiero escuchar, las películas que quiero ver, o los libros que me gustaría leer me sería imposible, podrá parecer bien o mal, pero no creo que el culturizarse sea un delito.
Es cierto que no es justo para el creador, artista o escritor ya que no recibe un dinero por ello, pero pienso que por muchas descargas que existan la gente no va a dejar de ir al cine, ni de pagar un buen libro, ni un disco, ni cualquier otro producto ya que la gente que los aprecia los prefiere (no tiene ni punto de comparación tener un libro entre tus manos y pasar de pagina despacio, que mirar una pantalla e ir bajando el cursor…).
En cuanto a los internautas “revolucionarios” pienso que una cosa no quita la otra, aunque es cierto que deberían de haber muchos más gritos por los temas que mencionas…Pero no olvidemos que la Red es de los pocos espacios donde aun eres “libre” o al menos donde más libertad tienes de dar información, también de encontrarla, un sitio donde poder publicar o expresarte, y eso por desgracia se esta acabando, llega el control, las prohibiciones, la censura...
Y tocando el tema de moralidad… ¿es lícito tener que tengamos que pagar por todo?
Un saludo David.
Hola, Alba, me alegra verte por aquí y además tan dispuesta a decir lo que piensas.
Me siento muy poco inclinado a ser rotundo y radical en este tema, como en muchos otros, y además creo que tienes gran parte de razón, pero que el problema tiene un trasfondo amplio y que debemos analizar con cautela.
Si hacemos uso en nuestra cabaña del riachuelo que viene del monte, es irresponsable negarse a la entrada de normas sólo porque las normas siempre nos ponen límites y condiciones, pues corremos el riesgo de que, precisamente por no haberse creado un cuerpo jurídico, el río se acabe, se contamine o se apoderen los fuertes de él y terminen cobrándonos el agua a precios abusivos.
Yo creo que estamos en una fase aún algo "silvestre" de la Red, lo cual es seductor y emocionante, pero conlleva riesgos que hay que controlar, no por ansia liberticida, sino precisamente por lo contrario, porque creo enormemente en el don humano de la libertad, lo cual me compromete en defender activamente su supervivencia.
Me parece inevitable que se intercambien archivos masivamente en la Red, lo contrario es como poner puertas al campo, tan imposible como impedirme a mí hace veinticinco años que grabara casettes de mis amigos. Lo que supone Internet es que "amigos míos" ahora mismo son cientos de millones de personas y que las posibilidades de obtener información que me interesa han crecido exponencialmente, lo cual es objetivamente bueno. Ahora bien, negarse a que las instituciones públicas articulen mecanismos de control para la Red me suena a un "vale todo" muy poco deseable.
Tengo un cuñado músico. Vive de otro trabajo, pero aspira a hacer canciones e interpretarlas con su grupo y a que se lo paguen. No creo, contestando a tu pregunta, que hayamos de pagar por todo, creo en todo caso que todos aspiramos a que se nos retribuya nuestro esfuerzo. Lo contrario -pagar sueldos de miseria a los trabajadores- me parece el sueño empresarial por excelencia, tener gente eternamente en prácticas, trabajadores sin contrato o personal sumiso y esclavo para seguir obteniendo grandes beneficios al mínimo coste.
No quiero ser hipócrita, todos pirateamos, pero de igual manera que ayer apoquiné siete euros y medio en el cine por ver "Balada triste de trompeta", creo que es razonable abonar una cantidad tres o cuatro veces menor por ver esa película a través de la Red. Lo que no tiene sentido es lo que le pasa a una amiga mía, que abona un eurazo por comprar legalmente cada una de las doscientas canciones que tiene en el ipod, lo cual supone una fortuna, fortuna por cierto similar a la que me piden a mí en el corte inglés por una serie de la tele de los noventa.
Esto es lo que no puede ser, y si la industria no se recicla se quedará como mínimo sin autoridad moral para juzgar sobre lo que hacemos en nuestras casas.
Créeme, todos los partidos del parlamento saben que ha de haber una ley para las descargas, pero -con independencia de que la ley sinde esté mal planteada y sea por tanto rechazable- es cobarde y ventajista tumbar el proyecto y no ofrecer alternativas claras ni reconocer abiertamiente que es irremediable perseguir la piratería, dejando que sea el gobierno el que cargue con ello.
Por favor, lee esto, me parece absolutamente revelador. http://blogs.elpais.com/nachovigalondo/
Gracias de nuevo por aparecer.
Bueno, señor Montesinos, para variar –esto comienza a dar asco- estoy muy de acuerdo con su opinión sobre la piratería. Usted comienza a irritarme profundamente. No solo es más sabio e inteligente que yo, sino que se expresa admirablemente, con una prosa que envidio y que me reconcome por las noches (aprovecho para felicitarle la Navidad). Una palabra suya basta para que mi mujer insista en ver un capítulo del “Ala oeste de la Casa Blanca” (¿”Dos catedrales”?), una serie sobre la que yo mismo le he dado el coñazo durante años sin causar el menor efecto en ella, sin generarle el más mínimo interés. Y para colmo me dice que en la presentación del notable libro de Francisco Fuster (por cierto, también me informó de su brillante intervención, grrrrrrr) citó cierta novela de un tal doctor Ow (o algo así). Me alegra que la haya disfrutado tanto como yo.
Pero no nos dispersemos. Le decía que estoy muy de acuerdo con su post, pero yo aún iría más lejos. Creo que este asunto de los derechos de autor es una manifestación de un fenómeno más amplio que tiene mucho que ver con las nuevas generaciones y con esta nuestra posmodernidad.
Primera afirmación, así, a bocajarro: el tema de las descargas, la competencia de los mercados asiáticos y el fin del Estado del Bienestar están íntimamente relacionados, forman todos parte de un mismo fenómeno que sería interesante desvelar y tener muy en cuenta.
Con las descargas hay un componente nada desdeñable de irresponsabilidad y de cierto componente autodestructivo, en su sentido más literal. Si algo ha sido puesto de manifiesto con la crisis económica es el carácter especulativo de la riqueza en la sociedad contemporánea. En consecuencia, si algo hay que proteger, es toda forma de riqueza que sea de tipo productivo. Y la creación intelectual es una de ellas. En ese sentido, este argumento debería bastar para alcanzar un acuerdo de mínimos entre todos los perjudicados por la crisis, o por todos los contrarios a la especulación financiera, es decir, el 95% de la población. Otra cosa es que nos hayamos acostumbrado a conseguir las cosas sin esfuerzo y gratis (véase Belén Esteban). Esto, el conseguir las cosas sin esfuerzo y gratis, para el asunto que nos ocupa, tiene dos consecuencias fundamentales:
Sigue…
Resumiendo: a más neoliberalismo, menos estado del bienestar. Es precisamente ese Estado del Bienestar que está desapareciendo –paradójicamente la crisis lo que ha hecho, más que acelerar el fin del capitalismo, ha sido torpedear el Estado del Bienestar occidental (más concretamente el Europeo, pues el anglosajón ya fue en gran parte desmantelado por Reagan y Tatcher)-; decía que ese Estado del Bienestar que está desapareciendo, va a empezar a funcionar mal, y va a concentrar en consecuencia las iras de los ciudadanos, que redoblarán los ataques a la clase política y al Estado, con lo que los neocons no van a parar de reír y frotarse las manos.
Es esta gente que pide más y más cosas al Estado, la que exige más prestaciones sociales, la misma que quiere pagar menos impuestos, la que prefiere comprar más barato aunque eso signifique la explotación de los trabajadores; es la misma gente que habla de libertad de descargas en internet sin entender que todos estos fenómenos están íntimamente relacionados. Si esa libertad en la que basan sus argumentaciones no va acompañada de la disminución de las desigualdades sociales y económicas, el ejercicio de esa libertad será sólo cosa de los ricos.
¿Recuerda el olor del napalm al amanecer? Pues eso.
El Magno.
Debo empezar reconociendo su autoría, cosa que no hice explicitamente, don Alejandro, en la presentación del libro de Fuster, entre otras cosas porque usted estaba de farra aquella noche con una tal Helena. Pero sí, fue usted el inductor de mi lectura de la mejor novela que he leído últimamente, Homer y Langley. Lo que le pasa en su casa, al hilo del asunto de "Dos catedrales", me viene pasando a mí con mis seres más próximos desde que me bautizaron, no se lamente. Quid pro quo, le aconsejaré yo sobre otra joya televisiva: "Mad men", por lo visto la serie preferida del actual inquilino de la Casa Blanca. El segundo capítulo de la primera temporada es una pequeña obra maestra de 42 minutos. Le recomiendo que se haga con él y lo vea junto a su señora esposa, no se arrepentirá de seguir el consejo.
POr lo demás, creo que el paisaje que usted presenta conecta perfectamente distintos aspectos de la cultura global contemporánea, por ejemplo el tema de la influencia creciente de las economías asiáticas, de lo que yo no hablo en el post. Muy bien traído. Más allá de lo punible o criticable de la conducta de los internautas, creo que esta ideología del "todo gratis" esconde sombras que al llamado lobby internáutico parecen escapársele. Es posible que usted, en su condición profesional, esté más sensibilizado del riesgo de desmantelamiento de las industrias culturales en que nos hallamos. No creo que tal cosa traiga nada bueno. Gracias por dejarse caer y gracias por animarse a explicarse de forma tan exhaustiva.
Como pasa con frecuencia en el dichoso blogger, Alejandro ha enviado un segundo mensaje entre el primero y el que resulta ser el tercero. Lo incluyo a continuación una vez recuperado de su extravío entre las tenebrosidades de internet.
Helo:
"1ª - Las cosas pierden su “valor” y este concepto, definitivamente, se aleja de otro con el que está emparentado: el de “precio” (o mejor, “coste”, por no confundirlo con el valor pecuniario). Es decir, el que algo sea gratis puede restarle valor, pero no “coste”. El que un producto sea gratis también tiene un coste. Y es un coste que va a haber que pagar, no sé si me explico. Es éste un tema fundamental que mucha gente no entiende y que emparenta el asunto de internet con los mencionados más arriba (el de la competencia de China y el del Estado del Bienestar).
2ª – Que creamos que podemos (y lo que es peor aún, que creamos que tenemos derecho a) conseguir las cosas gratis y sin esfuerzo, nos lleva a despreciar y a no tener en cuenta el esfuerzo y la dedicación de otras personas para conseguir las cosas. Es decir, se produce un menosprecio del esfuerzo de los demás. Una actitud que bajo el paraguas de la libertad esconde un profundo egoísmo.
Esta insensibilidad, esta falta de empatía hacia el esfuerzo ajeno es preocupante y lleva al desastre. ¿Qué pasará con las películas, con los libros o con la música si no hay nadie para hacerla, si no hay nadie para fabricarla? Es cierto que el mercado se tiene que ajustar, y repito, coincido con usted, señor Montesinos, en sus críticas a la industria etc, etc. Pero querría incidir en la responsabilidad del consumidor. Sucede lo mismo con los comercios y la competencia asiática. Occidente no puede competir en precios con los chinos, sencillamente porque allí no hay estado de bienestar, ni vacaciones, ni horario de trabajo, ni apenas descanso semanal. El capital variable es muy bajo, y el capital fijo lo reducen al mínimo precisamente porque no pagan propiedad intelectual, es decir, porque copian la tecnología que otros investigan y desarrollan. Este es otro tema espinoso, no es un asunto de buenos y malos, pero bueno tampoco es momento de desarrollarlo aquí.
En España pasa algo parecido entre el pequeño comercio y los grandes almacenes, y no digamos ya con los “todo a cien” o “todo a un euro”. Estar dispuesto a competir con las grandes empresas o con los productos asiáticos significa disminuir los derechos de los trabajadores. Si la sociedad en su conjunto compra más barato también está pagando un precio que quizá ahora no vea, pero que, a medio plazo, le pasará factura. ¿Sobrevivirá la industria del mueble valenciano a un IKEA? La libertad de mercado, el equilibrio económico con su ley de la oferta y la demanda es una de las mayores falacias del liberalismo. Si aquí realmente hubiera libertad de mercado nos iríamos todos al carajo en menos que canta un gallo: la agricultura europea está protegida, la industria automovilística también, y podemos decir los mismo de los vinos españoles, el cine, y un sinfín de productos más. Eso sí, exigimos a los países en vías de desarrollo que liberalicen su mercado en serio, para poder venderles a ellos los productos que nosotros subvencionamos, impidiéndoles a ellos subvencionar los suyos. Otra larga historia en la que no voy a profundizar".
El paisaje que describe, don Alejandro, -insisto en ello- es exhaustivo y consistente. Me gustaría no obstante efectuar una matización. El modelo de producción y distribución de la firma escandinava en cuestión es sumamente discutible, desde luego (La ed.Popular, de Madrid, editó una investigación al respecto titulada "Ikea, un mundo desmontable") Más allá de si tal empresa emplea medios dudosos para rebajar costes, es evidente el riesgo que para el tejido empresarial autóctono supondría su implantación en un territorio como el nuestro. Me hago sin embargo una pregunta: ¿nos beneficia de verdad que no se implante Ikea? Soy uno de tantos que ha viajado a Murcia para adquirir muebles de dicha firma. La razón es que son muebles baratos y razonablemente atractivos, algo que me cuesta mucho encontrar en las tiendas locales. Si adquirir los productos autóctonos supusiera apostar por un modelo de comercio justo, por una forma de vida verdaderamente socializada, por un proceso de producción respetuoso con los derechos laborales o con la ecología, entonces consideraría que comprar en un todo a cien o incluso en la escandinava firma Ikea, sería una conducta antisocial y criticable. El problema es que las prácticas a las que se entrega la subvencionada industria local son las de Ikea mucho antes de que llegara Ikea.
Tengo una amiga que ha pasado por todos los estratos imaginables del mapa empresarial de Valencia y Alicante: bares, guarderías privadas, empaquetado de fruta... (Me gustaría referirle a usted, que conoce el tema, su experiencia en cierta empresa española de su ramo, con origen en Catalunya y autoproclamada como "cooperativa", creo que ya sabe a cuál me refiero) Pues bien, en todas ellas ha trabajado en negro o con contratos abusivos, en todas la han maltratado de una u otra forma, en todas ha habido jefes que creían que podían ganar muchísimo dinero a costa de que ella y sus compañeros trabajaran como cabrones y por un sueldo miserable.
Creo que tenemos un problema muy serio con la competencia de las empresas asiáticas, cuyas prácticas son definitivamente ajena a la cultura del derecho en que nos hemos formado. Pero también creo que el principio de que se pueden maximizar indefinidamente los beneficios empresariales a costa de reducir más y más los costes, lo que en la hipocresía neoliberal no se quiere traducir como reducción de los derechos, se coció aquí antes de que llegaran los amigos de China e India con sus todo a cien. Usted ha nombrado el reagan-thatcherismo, yo también me refiero al espíritu que resulta de todo ello y que nos ha llevado a la actual incertidumbre. Y por cierto, mirémonos las etiquetas de la camisa que compramos en Zara, empresa nacida en un pueblo gallego y que fundó un tipo algo paleto que hacía batines para marujas: todas son made in Asia.
Como usted dice, no es una historia de buenos y malos, el tema es ciertamente complejo, pero hay que aprender a explicarlo.
1.Cuando algunos hablan del derecho al libre acceso a la cultura en internet se refieren a ello como si se tratara de ir a la playa a tomar el sol, sin atender a los procesos de producción que hay detrás de cualquier producto cultural.
2.El gratis total es estupendo... a condición de que no miremos más allá de la película o de la canción que nos hemos bajado.
3. En la acción de la piratería hay una connivencia por parte de las empresas que suministran el servicio de internet. Se podría decir que ellas han abierto las autopistas y nos han dejado circular. Pero cuando quieran pondrán peajes y todos tendremos que retratarnos. Esta tarde mismo lo podrían hacer -y para ello no necesitarían ninguna ley.
4. Una consecuencia perversa d la piratería es que sólo resistan las empresas que puedan soportar esa mordida, es decir, las más poderosas. O sea, que adiós a las heroicas pequeñas, medianas, locales y alternativas. (Hoy me he enterado que Herralde vende Anagrama a una multinacional italiana, por ejemplo).
5. Cuando hablamos de derechos de autor en internet no debemos confundir esto con el 10% (en el mejor de los casos) que cobran, por ejemplo, los escritores del pvp de cada ejemplar. Ese concepto tiene mucha mayor extensión, pues la pérdida por piratería afecta a todo el proceso de producción.
6. Ergo: es necesaria una ley que regule el tema, sea la de Sinde u otra parecida.
Perfectamente explicado, no puedo quitar ni añadir una sola coma. Gracias por su opinión y feliz año nuevo, señor Signes.
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