Friday, June 22, 2012





TODO EL MUNDO MUERE




Todos los que durante estos ocho años hemos amado,  cada uno a nuestra manera, al Doctor House, nos estábamos preparando para asistir a la muerte del personaje más logrado y carismático de la historia de la ficción televisiva. El final de la saga estuvo a la altura de su leyenda. Gregory House, un poco como aquel personaje de El tío Goriot de Balzac, es un "Burlalamuerte", un embaucador que tima sistemáticamente a quienes le rodean por unas patatas fritas o veinte dólares, pero que tampoco tiene inconveniente en reírse ante fenómenos extremos, es decir, la enfermedad, la pasión amorosa, la amistad, el dolor o incluso la muerte. House tenía que burlar a la pálida dama, con la que tanto coqueteó esta autodestructiva criatura, y con ella se mofó también de quienes esperábamos ver pasar su ataúd mientras sus allegados lloraban. Sólo su viejo amigo, Wilson, enfermo de cáncer y con seis meses de vida por delante, escapará al trampantojo. Pudiendo morir, deseando el suicidio, House hará algo por el único que, seguramente de forma equivocada, le fue fiel hasta el final: sobrevivirá a su deseo de perecer porque ha decidido estar con él y divertirle hasta que llegue el momento final. 


-"House, cuando lo del cáncer se ponga feo, quiero que..."
-"El cáncer es aburrido, Wilson. ¿Cómo quieres pasar tus últimos seis meses?"


... Y dos motocicletas arrancan hacia cualquier parte de América mientras las demás criaturas de la serie, todas las que creen que aún es posible vivir dignamente y ser felices, continúan en el hospital cumpliendo sus deberes con la sociedad e intentando sanar enfermos.


¿Por qué llorar por House? A fin de cuentas era un narcisista cruel  y rastrero que jamás pensó más que en sí mismo. Si no entendemos que los momentos finales de la serie son, una vez más, un chiste del Doctor ante el juego de la muerte, entonces es que no hemos entendido nada de estos ocho años.


Tengo un vínculo emocional especial con la serie House. Me fascina el actor Hugh Laurie, por cierto, no sólo un magnífico intérprete shakespeareano, sino también un notable músico y novelista, y lamento por tanto su desaparición de la cotidianeidad televisiva. Pero, sobre todo, House modificó drásticamente mi manera de ver televisión. Nunca la he visto menos ni con menor atención que ahora, pero nunca me he interesado tanto por algunos productos de ficción televisiva como desde que, gracias a ella, entendí que era posible hacer verdadero arte de la teleficción. Recuerdo que el estreno de la serie en la cadena Cuatro coincidió con el tiempo feliz del regreso a mi casa después de tantos años de destierro por razones profesionales. Sentarme acompañado en el sofá para verla los martes, luego los jueves, mirar ese opening tan hipnótico que ninguna serie "de médicos" ha podido superar, reírme con las baladronadas del Doctor... Todo quedará para siempre en el recuerdo, todo pasará a formar parte de mí, quizá sin saber a ciencia cierta hasta qué punto... Como el Capitán Trueno, como Tarzán, como Marlon Brando, como Jack London, como John Silver. Muy especialmente como éste último, porque House es malo, no lo olvidemos, los demás no le importamos; si nos salvaba la vida era porque nuestro cuerpo contenía un enigma que, como a Sherlock Holmes -en quien sin duda se inspiró su personaje, como Wilson en el de Watson- le fascinaba desentrañar.


Nunca olvidaré aquel episodio en que pactó con un paciente terminal aceptar darle muerte activamente si antes le consentía una última prueba para descubrir cuál era exactamente la afección de la que estaba muriéndose. Allí apareció en la noche de la habitación para cumplir su parte, erguido ante la cama, observando al paciente como el ángel de la muerte. O aquél en que consiguió lo imposible, entender el lenguaje de un autista profundo y comunicarse con él. O los enemigos que le persiguieron tan implacablemente, como enviados por el tribunal inquisidor de nuestra moral, incapaces de soportar que nuestro héroe fuera un cabrón impresentable.


Ha habido series mejores después de House, sin duda, pero nadie, ni siquiera con Tony Soprano o Don Draper, ha conseguido construir un personaje tan potente. (Aunque antes estuvo Homer Simpson, claro)


Invitado por todas sus criaturas que, al estilo de Bergman, Fellini o Woody Allen, acuden a visitarle en el crepúsculo de su vida, el Doctor House reflexiona sobre el valor de la vida, sobre la medicina, sobre lo que hubiéramos debido hacer y no hicimos, sobre la legitimidad del suicidio, sobre el amor, sobre Dios...Pero la pregunta final no es metafísica. Y es la que deberíamos hacernos ahora mismo y sin perder un segundo: ¿cómo queremos pasar el tiempo que nos queda?


2 comments:

Anonymous said...

Después de pasar los martes cuidando a mi hermana enferma en un horrible hospital, me preguntaba cómo podía llegar a casa y ver el capítulo de esa noche y es que House es mucho más que una serie de hospitales, es todo éso que tú cuentas, de hecho, la trama hospitalaria podría ser el Mcguffin de la serie.
Te echaré de menos, Greg.
Y si al final resulta que era lupus?
Lucky

David P.Montesinos said...

La ficción televisiva, cuando se prolonga a través del tiempo, termina pasando a formar parte, acaso sin que nos demos cuenta, del imaginario que construye nuestra identidad. Termina muriendo algo dentro de nosotros cuando se da por concluida una serie como House. A fin de cuentas, ya nos pasó cuando se deshizo la pareja de Starsky y Hutch o,por no limitarme a la tele, cuando murió Hergè.

También creo que el hospital es un pretexto, o, por ser más preciso, un nicho ecológico donde una criatura de características muy especiales puede sentirse especialmente a sus anchas.

... Nunca era lupus. Lupus es el nombre de la enfermedad rara que diagnostican a la primera los especialistas en enfermedades raras, de manera que termina convirtiéndose en normal. El pequeño problema es que nunca podía serlo porque era una solución fácil, y a House sólo le molaban los laberintos. Yo también le echaré de menos.