Friday, March 29, 2013





EN FAVOR DE LA VIDA



Cuando deambulo sin prisa por el centro de Valencia suelo terminar encaminándome hacia la Plaza de la Virgen, acaso inconscientemente atraído por la espiritualidad de la Catedral. Ese sábado me llegan los ecos de un concierto de rock en directo. Algo no encaja, hay un grupo de señoras ofreciendo chocolate deshecho y bollos;  hay muchos niños de corta edad, incluso bebés en carritos; entre los fans más activos hay alguno que danza de forma compulsiva y poca gracia, como quien está poco habituado a este tipo de exhibiciones eufóricas. Diviso también a algún grupo de adolescentes con una pinta de colegio de monjas que no sería más fácil de identificar si lo llevaran escrito en la frente. Cuando consigo distinguir, entre los poderosos acordes de las guitarras eléctricas, la letra que interpreta el cantante -"por eso elegí vivir en Dios´"- ya no me caben dudas, y menos cuando dirijo mi mirada hacia el cartel que preside el escenario: "Concierto en favor de la vida".

En favor de la vida, qué consigna más sospechosa. Se diría que quienes no comulgamos -nunca mejor dicho- con las tesis de los antiabortistas es que estamos contra la vida. Pero conozco a poca gente que esté del lado de la muerte, sólo a los legionarios, por aquello de "Viva la muerte", a los suicidas, con los que no me voy a meter porque ya tienen bastante los pobres, y a los vampiros y los zombis, que molan mucho pero tienen el problema de que son ficción. Tampoco me olvido de algunos amigos de la muerte que destacan como asesinos de masas y decretan bombardeos sobre ciudades, algunos de ellos por cierto declarados perseguidores de las mujeres que abortan.

Friedrich Nietzsche erigió una filosofía colosal basada en la defensa de la vida. Tenía sus razones, no lanzaba sus martillazos sobre obviedades, pues se dio cuenta de que el ideal ascético que dominaba el mapa moral del rebaño occidental contenía una profunda hostilidad contra lo que el escritor consideraba el espíritu sensual de Dionisos, encarnado en la afirmación de la vida que siempre caracterizó a los héroes, aquellos capaces de convertir su paso por el mundo en una obra de arte, hombres con el valor suficiente para amar la vida con todas sus consecuencias, seres trágicos que descubrieron que su destino no era languidecer en la enfermiza propensión de los cristianos a esclerotizar la vida desde el complejo de culpa, la obediencia al Padre o el resentimiento frente a todo lo que en la tierra ha sido bello y digno de ser admirado y emulado.

Del aborto no recuerdo que dijera nada, aunque ya se sabe que Nietzsche estaba loco. Es inútil intentar hacer entender a los católicos que nadie está a favor de que las mujeres aborten. Yo diría más bien que estoy radicalmente en contra de que lo hagan. Quedarse embarazada contra la propia voluntad me parece una desgracia, por eso hay que ser enormemente escrupuloso en la prevención del sexo inseguro. El problema es que, de igual manera que algunas personas contraen enfermedades de transmisión sexual por no hacer bien las cosas, muchas mujeres quedan preñadas sin la más mínima intención de traer un niño al mundo. Negarles el derecho a interrumpir el embarazo me parece una injerencia intolerable, pretender que tales mujeres y quienes les ayudan deben ir a la cárcel bajo la imputación de asesinato me parece una atrocidad, y no otra cosa es lo que pretenden los grupos que se declaran en favor de la vida. 

Actualmente, y gracias a los sucesivos gobiernos socialistas, que en este asunto sí han recordado por qué muchos españoles les votan, tenemos una ley del aborto que acaso sea insuficiente, pero que es mucho más de lo que tendríamos si el país estuviera siempre gobernado por reaccionarios tan feroces como Alberto Ruiz Gallardón, el actual Ministro de Justicia, quien además de una profunda incompetencia, ha exhibido una sorprendente vocación regresionista en este tema desde que llegó al cargo. (Me pregunto, por cierto, si no se le pasa por la cabeza también últimamente acabar con el divorcio, que ya decían los obispos hace treinta años que destruiría la familia). 

Los educadores tenemos una gran responsabilidad en preparar a la gente para que este tipo de situaciones se den poco o nada, pero cuando se dan deben ser atendidas, y la peor manera de hacerlo es descargar sobre la conciencia de la gente la amenaza del infierno. 

Puedo, pese a todo, entender que para muchas de las personas que acuden a este tipo de manifestaciones la naturalidad con la que la sociedad acepta actualmente la interrupción legal del embarazo genere un sincero problema moral. No me parece que fuera el caso de mi abuela, por ejemplo, que se vio en un serio contratiempo cuando el cura se empeñó en convencer a las feligresas de que caían en pecado mortal si votaban a los partidos que pretendían dar curso legal al aborto. Sospecho que, en secreto -a Dios no se le engaña, pero a los curas sí- votó un par de veces a Felipe González, que prometía poner orden legislativo en el asunto el muy hereje, pero que le subió la pensión considerablemente a mi abuela, y ya se sabe que el dinero lo puede todo. 

Respecto a quienes honestamente insisten en asociar interrupción del embarazo a asesinato, me gustaría recomendarles la lectura del artículo Los embriones fuera del paraíso, en que Umberto Eco analiza los textos de Santo Tomás de Aquino, uno de los incontrovertibles maestros ideológicos del catolicismo, quien afirmaba hace cerca de siete centurias que el embrión no era inicialmente un ser humano, pues sólo se convertía en tal cuando al principio vegetativo y al sensitivo -presentes en todo animal- la gracia divina incorporaba el intelectivo. ¿Cuanto tarda este proceso desde la concepción? La doctrinas tradicionales hablan de cuarenta días -la cifra no es casual-, pero Sto Tomás, prudente en todos los órdenes como buen sabio, afirmaba que el alma sólo llegaba cuando el cuerpo del feto estaba en condiciones de acogerla. La conclusión de Eco es esclarecedora: "... según esta opinión, los embriones no tomarán parte en la resurrección de la carne si antes no han sido animados por el alma racional". Y añade el piamontés con una ironía muy de su estilo: "Es curioso que la Iglesia, que siempre se remite al magisterio del doctor de Aquino, haya decidido alejarse tácita de sus posiciones sobre este punto"

De otro lado, hay algunos aspectos dentro del ideario pro-vida, en concreto del que sigue fielmente las consignas vaticanas, que me parecen una miaja incoherentes. Pese a toda esta exposición de profunda discrepancia, siento un enorme respeto por aquellas personas para las que, desde la obediencia de fe o desde lo que sea, experimentan una fuerte conmoción ante la supuesta levedad moral con la que las nuevas generaciones asumen el fenómeno de la interrupción del embarazo.  Únicamente unas pocas observaciones: 


1. Cuando una persona sensata se manifiesta contra el aborto y a su lado tiene a un fanático que condenaría también a prisión a quienes toman la píldora del día después, usan condones, o se sirven de algún método anticonceptivo "no natural", cuando, en definitiva, uno camina al lado de un necio que sostiene ideologías repugnantes, ¿no se plantea si sus demandas en favor de la vida se hallan en el cauce adecuado?

2. Llevo años preguntándomelo: las mujeres son discriminadas en el mundo laboral español porque tienen la costumbre de quedarse embarazadas, ¿dónde están las exigencias de la Iglesia católica a los empresarios y gobiernos para que se propicie la conciliación familiar? La agresividad que muestran hacia otras prácticas no la advierto respecto a los empresarios que preguntan a una mujer si piensa tener familia y que luego la echan porque ha tenido la impostura de quedarse preñada.

3. Últimamente, los grandes comercios han decidido que es cuestión de poco tiempo el acabar definitivamente con el derecho al descanso dominical, vamos, que a currar todo el mundo, que eso de los festivos nacionales es poco rentable. Aparte de que va a resultar más difícil ir a misa de si uno trabaja, me pregunto si los obispos no piensan protestar contra una práctica que, será o no muy rentable, pero que lesiona también muy seriamente la conciliación familiar.  

4. El actual modelo escolar de doble red en España, que emplea el dinero de todos en proteger la enseñanza privada, cuyas prácticas de selección de alumnos, entre otras, fomentan la brecha social, tiene un enorme beneficiario que es la Iglesia Católica, la cual tiene en el escolar no sólo su mejor medio de adoctrinamiento y propaganda ideológica, sino además un fastuoso negocio. Me pregunto si Jesús habría predicado todo lo que predicó en Judea de haber sido enviado por el carpintero y su esposa a una escuela de élite para niños pijos. Creo que hubiera preferido más bien una llena de estudiantes pobres, niños conflictivos e hijos de la inmigración, vamos, que en esto, como sospecho que en todo, si el Fundador viviera en la actualidad lo haría muy lejos de los que dicen seguirle. 


5. La pederastia y otros abusos del mismo jaez, qué quieren que les diga, no me parece extraño todo esto en una organización basada en una prescripción tan absurda como el celibato, pero el silencio y la permisividad con respecto a conductas particularmente infernales debería como mínimo sublevar a quienes, siguiendo precisamente la verdad evangélica, consideran que nadie encuentra más selladas las puertas del paraíso que los hipócritas. 


9 comments:

Leda said...

Sr. Montesinos, escribe habitualmente con una sensibilidad y compromiso dignos de admiración. Me quito el sombrero con esas cinco observaciones que usted plantea en el presente post.


No sé si quienes están radicalmente en contra del aborto lo entienden como un método habitual de control de natalidad, como quien utiliza un condón, vamos. A lo mejor se piensan que a la mujer le da mucho gustito abortar: el aborto no deja de ser una práctica traumática y dolorosa, pero es que además comporta un ejercicio de responsabilidad suma o, al menos, así lo debería plantear la ley. No se trata de obligar a abortar a nadie; lo que se pretende es que el aborto se convierta en una opción, en una posibilidad, cuando una pareja o una mujer no pueda asumir (por las circunstancias que sean) la crianza de un hijo. Estoy harta del discurso… “pues si no se puede criar a un hijo, cuando nazca, lo das en adopción, pero no lo mates”: lo siento, pero es mucho más cruel y más traumático separar a un hijo recién nacido de su madre y viceversa que interrumpir el desarrollo de un embrión. Y que no me vengan con aquello de que un embrión también es un ser vivo, porque los espermatozoides también están vivos y con ellos se producen auténticas masacres.


Me parece de una hipocresía insoportable hablar del “derecho a la vida” cuando se han cometido tantos asesinatos en nombre de Dios, cuando la propia Iglesia, en determinados sectores y a cambio de dinero, ha robado niños recién nacidos. Sé que es injusto generalizar, porque no todos aquéllos que están en contra del aborto toleran estas actuaciones pero, a ellos (a los otros no, que carecen totalmente de ética y escrúpulos), les plantearía esta pregunta: ¿por qué no hablamos mejor de “derecho a la vida” digna?

David P.Montesinos said...

Gracias, Leda, no pienso añadirle ni una coma. ¿Sabe? Me parece indigno que en las mismas horas en que el gobierno autonómico valenciano habla de denunciar a los profesores universitarios que "adoctrinan" -convendría definir el concepto de "adoctrinamiento" ahora precisamente, cuando la asignatura de Religión cobra la misma fuerza de hace un cuarto de siglo-, los estudiantes hayan de aguantar la asquerosidad de que una profesora del grado de Periodismo en el CEU San Pablo diga que del aborto puede sacarse algo bueno como es un niño, que es un don de Dios.

Leda said...

“Aunque tu marido te sea infiel, la verdadera prueba de amor es seguir amándole con lágrimas en los ojos, como Jesús lloraba en la cruz”.

“Las mujeres maltratadas no deben separarse porque eso es amor”.

“El aborto en el caso de violación no es tolerable porque dentro de lo terrible de la violación sacas algo bueno, que es un hijo, un don de Dios”.



Ella sí que es un don de Dios.

David P.Montesinos said...

Sí, Leda, la verdad es que parece un chiste. Este tipo de intervenciones no dan lugar a ningún debate sobre sus contenidos, pues sus argumentos se califican a sí mismos, y no hay más que imaginar el tipo de sujeto del que estamos hablando para desconfiar de la posibilidad de debatir con ella ni siquiera si hace sol. Si me sugiere no obstante alguna reflexión a su propósito. Por ejemplo, creo que es importante recordar la trascendencia de esa institución tan esencial que es la libertad de cátedra. Creo que es incluso positivo que haya profesores que aprovechan la tarima para exhibir ante el mundo las ideologías más repugnantes, pues eso -por lo que yo también pasé- permite a la gente joven abrirse una perspectiva adecuada del paisaje al que va a abrirse. La universidad, incluso los establecimientos universitarios cercanos a la iglesia católica, está habituada a la corrección política. Esta señora dice lo que en este país piensan muchos españoles, para empezar que la culpa de todos nuestros problemas la tiene la emancipación de la mujer. Con gente hemos de vérnoslas, no es una excepción esta señora, por más que sus convicciones no alcancen la categoría ni de predemocráticas.

De otra lado, me suscita también una reflexión sobre la tolerancia que han mostrado los valencianos a lo largo de los últimos años con las facilidades que la derecha, en especial el gobierno Camps, ha concedido a los lobbys económicos más vinculados a la Iglesia. Aplaudo que muchos alumnos abandonen el aula cuando escuchan toda esta serie de cochinadas, pero son ellos los que, como "clientes" de esta universidad -que, no lo olvidemos, es un negocio privado- deben exigir profesores decentes a los directivos o, directamente, abandonar estos centros y dejar de sufragar los mecanismos propangadísticos del fanatismo reaccionario.

Leda said...

La verdad es que el escalofrío es inevitable cuando declaraciones de este tipo provienen de una mujer con estudios universitarios en pleno siglo XXI y, además, ¡profesora de universidad!
Me pregunto cómo será su vida, cómo habrá sido su infancia y juventud… en fin… mejor callo.

¿Sabe? He pasado de la indignación a la pena cuando leo estas afirmaciones.


Y en lo referente a la tolerancia de los valencianos con el gobierno de Camps, qué quiere que le diga… pues que en Valencia todo es posible. Y con respecto a la universidad privada, sólo espero que ésta no reciba ni un solo céntimo de dinero público.

Un placer leerle, David.

Anonymous said...

Su última reflexión conquista mis dudas... “escalofrío” VS vergüenza ajena.

David P.Montesinos said...

Debo en primer lugar pedirle disculpas, Leda, pues he estado muchos días en absoluta desconexión, de ahí que haya tardado tanto en aparecer su comentario, y por consiguiente, esta contestación. Entiendo lo que dice de la "pena", pero a mí me cuesta experimentar esa sensación, que acaso arrastra una generosidad excesiva para alguien que, con su conducta, lesiona seriamente la posibilidad de algo tan básico como es el diálogo. No se puede dialogar con un fanático, es inútil, como he comprobado tantas veces en mi vida. No es que no se le pueda convencer, no es exactamente persuadir a alguien de que comparta mi visión lo que pretendo. Lo que intento decir es que cuando alguien se manifiesta en los términos de esta señora es porque la condición previa de todo diálogo -aceptar que el otro pueda no ser "malo" por el hecho de discrepar- queda definitivamente destruida.

Leda said...

Hola, Anónim@. Me alegra haber vencido sus dudas aunque no sé si le he entendido bien.

No se trata exactamente de sentimientos encontrados, entre otras cosas porque en mi caso no se dan al mismo tiempo o por lo menos con la misma intensidad en ese lapso. Cuando leí por primera vez la noticia de esta profesora universitaria el escalofrío fue inevitable: las declaraciones eran (o me resultaron) terroríficas. Al poquito tiempo la indignación fue en aumento; estaba enfadada como mujer y como ciudadana.

Pero ¿sabe qué pasa?, pues que más adelante me dí cuenta que esta mujer no tiene la mala hostia de la derecha ni de la iglesia. A ver, que no se me malinterprete:

Esta pobre desgraciada es una fanática con la que efectivamente no se puede dialogar, como apunta usted, David. Esta señora ha dicho unas barbaridades tan grandes, tan grandes, tan grandes, que parece imposible que adoctrine o genere duda alguna entre el público al que se dirigía (los estudiantes universitarios). Es por esto por lo que digo que no tiene la mala hostia de la iglesia o la derecha, que sí que adoctrina, sobre todo la iglesia a los niños, o sabe muy bien qué decir para manipular o pervertir a adultos. La profesora del CEU, más que adoctrinar, creo que manifiesta una opción personal: de ahí mi pena, David.

Esto no le exime de responsabilidad alguna, ojo. Ni a ella, ni a la entidad que la contrata. Bravo por los estudiantes del CEU.


Saludos.

David P.Montesinos said...

Tengo la sospecha, querida Leda, de que la mayoría de jóvenes que estudian en los establecimientos universitarios de la Iglesia buscan una titulación y un ejercicio serio de la vida académica. Que fueran muchos de ellos los que censuraran estas conductas, marchándose o no del aula, me hace pensar que, pese a todo, no todo es indiferencia entre nuestros jóvenes.