Monday, November 04, 2013



ESPAÑA Y ARTURO 
PÉREZ-REVERTE

Arturo Pérez Reverte es un personaje controvertido y con intensos claroscuros, como lo son, por cierto, todas las personas a las que merece la pena prestar atención. Su trayectoria como reportero en permanente territorio comanche le otorga una aureola respetable a ojos de quien, como yo, se lo pensaría mucho para ir tras una buena fotografía si el precio fuera oír de cerca el silbido de las balas. Además es un notable novelista, acaso un escritor menor, como dicen sus críticos, si por menor entendemos a alguien capaz de cautivar con sus relatos a las masas, o de inventar a un héroe de la aventura como el Capitán Alatriste, al que merece la  pena conceder un par de tardes... y esto último es un elogio, lo juro. 

Acaso no sean tan perdonables los coqueteos con cierta derecha amoral, cuyo pater familias sería el director de El Mundo,  que acepta con complacencia a esos intelectuales que, tras romper con la izquierda,  se dotan de un impostado aire antisistema y, tras autoproclamarse anarquistas o alguna baladronada por el estilo, cobran a precio de oro sus despotriques y viven bien calientes en sus zapatillas hasta el resto de sus días.


APR pasó esta semana por Salvados. Jordi Évole tuvo la sabiduría suficiente para dejar hablar al personaje y no llenar el reportaje de montajes o melodías de fondo que, de alguna manera, condicionaran en el espectador la reflexión sobre las palabras del entrevistado. Y don Arturo habló. Su pesimismo es desolador, abrasa la piel como un viento del desierto. Su escepticismo puede compartirlo cualquier viejuno de los que lanzan rayos y centellas desde las mesas de dominó de los bares; lo difícil es elaborarlo y expresarlo con la finura y la clarividencia de Pérez-Reverte.

El panorama que dibuja don Arturo es tan amargo porque arranca de la convicción de que todo el sistema está infectado. Los políticos son un hatajo de corruptos, pero no es sólo porque formen una casta de desalmados, es que el modelo está estructurado para que sólo los hijos de puta prosperen en él. ¿Están los políticos dominados por los poderes económicos? Pregunta ingenua, pues aún no asume que son la misma cosa. La prueba incontestable es que nuestros estadistas provienen a menudo de los órganos ejecutivos de las grandes corporaciones, lo cual supone que son su gente en los órganos ministeriales. En sentido inverso el recorrido es el mismo,cuando dejan la política y ya han cumplido su misión de servir a la oligarquía, regresan a las asesorías empresariales con sueldos espectaculares en los que se les agradecen los servicios prestados.

Sería una trama a la que oponerse -añade APR- de no ser porque los ciudadanos  participan como una legión perfectamente adiestrada por sus carceleros. No puede haber revolución, no la merecemos, si la hubiera cada uno acudiría lo primero a comprobar si su automóvil ha sido incendiado. Hemos vivido durante años en un mundo irreal, no quisimos darnos cuenta porque era más cómodo creer que participábamos de la gran fiesta. Por eso, concluye, cuando se salga de la crisis no va a cambiar nada, volveremos a lo mismo de antes.


La argumentación se alimenta de una amarga convicción de trasfondo: "España es un país maldito". Mientras escucho a don Arturo me viene a la cabeza aquella terrible imagen goyesca, los dos tipos enterrados hasta las rodillas para que ninguno huya y que intercambian garrotazos hasta matarse. Somos así, convertimos la disensión en motivo para formar hordas y destruirnos mutuamente, sólo sabemos matarnos. El origen de esta endémica resistencia de las tribus ibéricas a civilizarse lo encuentra en las oportunidades históricas que perdimos. Léase el Concilio de Trento, que condena a la nación a ser cautiva para siempre de su horror a la modernidad, y la Ilustración, cuando la persecución de los afrancesados marcó en las puertas de la modernidad la resistencia de un país periférico y ensimismado a entender que sostener una cultura de feudos, hidalgos y sacristías nos dejaba en la servidumbre y el atraso. Este carácter tridentino significa que nosotros capturamos lo esencial de la Contrarreforma, es decir, la firme resolución de acosar de forma implacable a todo lo que pudiera asociarse a ciencia, progreso o libertad de pensamiento. (A mí, dicho sea a vuelapluma, me hubiera caído bien que nombrara a la Segunda República, pero sospecho que a quien no le habría hecho tanta gracia es al director de El Mundo, para el que Reverte escribe sus artículos,  que ya sabemos que la derecha no lleva bien este asunto)

Se me hace difícil discrepar. A primera vista la argumentación, en la boca de Pérez-Reverte, arrastra un poder de seducción incontenible, se diría que lleva razón en todo.  Y, sin embargo... Acaso no se trate de tener razón, todos los escépticos la tienen: cuando lo piensas detenidamente adviertes con una estremecedora clarividencia que el mundo está en manos de unos cuantos desaprensivos, que las masas están irremediablemente desmovilizadas porque se han dejado hipnotizar y sólo esperan que algún ministro fantoche les diga que ya pueden volver al abrazo maternal de los grandes almacenes. 

 Algo sobresale en este discurso tan aparentemente redondo que no me encaja. Es la desesperanza una lógica con cierto glamour cuando la expresa alguien como Reverte, tiene pinta de salida digna e incluso estética. Está muy guay, salvo por una razón: no nos la podemos permitir. Reverte la habitará satisfecho el resto de sus días, yo no puedo ser tan digno, pues -como ustedes- no vivo a la sombra de unas editoriales y un periódico que me sueltan un pastizal por cada palabra que anoto. Reverte reside en una casa magnifica y dispone de rentas suculentas, no necesita morderse la lengua, no tiene que pactar y, sobre todo, no tiene que gobernar nada. (Con la excepción, claro está, de su propia hacienda, que la gobierna muy bien, por cierto, dado que es astuto como un demonio para conseguir lectores, aunque muchos de sus escritos sean absolutamente irrelevantes)


¿Es malo tener éxito y fortuna? No, en todo caso es envidiable. Lo que no es tan envidiable es la comodidad con la que uno -y de esta ralea conozco a muchos que no son APR- se declara antisistema y a continuación se echa una siesta. A los pringados nos toca negociar con los corruptos, aguantar a jefes odiosos, pedir favores para nuestros hijos o suplicar por la limosna de un poquito de atención para que alguien nos escuche. "¿Y por qué tiene que haber soluciones para todo?", dice el creador de Alatriste. Porque tiene que haberlas, joder, porque renunciar a buscarlas es el primer gran éxito que el enemigo se anota en la batalla. Prefiero compañeros de viaje menos dignos, ya ven.

3 comments:

Tobías said...

Tuve una impresión parecida. No niego que muchas de las cosas que dice son difíciles de discutir, pero a mí me suena a quien se sube a un púlpito y larga su discurso antipolítico y regeneracionista que suena bien a insatisfechos poco concienciados. Y lo que es peor, es ese tipo de discurso -y Reverte es muy de héroes- que abre las puertas a salvapatrias o a cirujanos de hierro. Porque esa es otra, aunque lo disimule, hay un evidente desprecio por la plebe y demasiadas apelaciones testiculares, demasiadas lamentaciones demagógicas sobre un supuesto “mal nacional”. Yo lo que escuché fueron lamentos generales sobre la crisis y ningún interés sobre sus causas reales, porque esto llevaría a determinadas soluciones que a su posicionamiento de aristocratismo intelectual no le apetece nada.

Nombras el asunto de Trento y de Cádiz, sin embargo, me parece muy significativo el olvido de la República, y no creo que se deba solo a la larga sombra de Pedro J. Trento sería el momento en el que la monarquía hispánica se convierte en la gran defensora del catolicismo, martillo de herejes y freno contra la “desviación” luterana. Lo que implicaba anular el proceso de apertura humanista que supuso el erasmismo y situarnos al margen de las corrientes de pensamiento más renovadoras. En Cádiz se decidía la Revolución liberal y la posibilidad de deshacerse del pesado lastre de la Iglesia y de la vieja nobleza ociosa; como, según Reverte, no se cortaron unas cuantas cabezas de aristócratas, empezando por el mismo rey, nos quedó un liberalismo limitado que dejó de lado a la mayoría de la población . Pero Reverte olvida la II República, a eso me refería porque conozco su opinión. Si hay un momento decisivo que pudo recuperar nuestro histórico atraso para forjar un país más moderno, justo y democrático, ese momento fue la República. La reformas republicanas quedaron arrasadas por el fascismo tras la Guerra civil, pero Reverte resuelve el periodo con el fácil recurso de que “no hubo buenos ni malos, todos hicieron las mismas salvajadas”. Es decir, olvidar el pasado más reciente, ignorar si hubo una causa justa que fue laminada por un golpe militar para derivar en cuarenta años de fascismo. En el caso de Reverte llega hasta reivindicar la educación franquista como mucho más enriquecedora que esas imbecilidades pseudo progresistas de la Logse, que será muy condenable -yo no lo niego- pero tiene fundamentos mucho más éticos que la consolidación de una sociedad injusta, el asesinato del espíritu crítico y la exclusión de quien mostrara cualquier tipo de rebeldía.

En fin, desconfío de Reverte -no quiero decir directamente que me la sopla lo que diga- desde su deriva casticista y por su afición a las grandes palabras vacías de contenido que no están fundamentadas en una crítica rigurosa. Cultiva una estética de la derrota que tiene más de "epatar al burgués" que de sincera preocupación por los problemas del país. Yo encuentro mucho más respetable la dignísima lucha de trabajadores supuestamente incultos como Cañamero que las reivindicaciones un poco vacías de Reverte.

David P.Montesinos said...

Estoy de acuerdo en todo, comparto la desconfianza. Sólo un matiz, incidiendo en algo a lo que tú haces mención. La LOGSE, como todos sabemos, es un fracaso en lo esencial, la pérdida de una oportunidad histórica -otra más- para construir una democracia saludable. Ahora bien, me basta escuchar alguna opinión antilogsiana para de inmediato ponerme en guardia. Este país necesitaba una enorme reforma educativa, se intentó, se diseñó mal, se desarrolló peor y nos llevó a la actual situación, que tiene algunas buenas cosas e innumerables dislates. Sin embargo, la nostalgia respecto a las escuelas del franquismo, que siempre termina colándose con la boca pequeña en estos discursos me pone a mucha distancia, me huele mal, el franquismo fue un régimen dictatorial y , por tanto, represivo, elitista y constructor de servidumbres y legitimador de violencias.

Justo Serna said...

Sr. Montesinos, creo que usted sabe que comparto sus impresiones sobre AP-R. Como dice Tobías, desconfío de su personaje, de sus palabras altisonantes, de ese me duele España tan sobado: un país desgraciado, sin remedio. Dios, qué topicazos.