Saturday, January 18, 2014



VIOLENCIA EN GAMONAL

Cualquier titubeo en la consideración que uno efectúe sobre la violencia le convertirá automáticamente en sospechoso de toda suerte de cosas horribles. Desfilarán por esta escena culpable las sombras más siniestras, desde los nazis o los etarras hasta los maridos maltratadores o los tipejos tatuados que van por la calle intimidando con sus pit-bulls, a los cuales se parecen como si fueran sus hijos. Y sí, la violencia es odiosa, pero sospecho que como muchos no saben definirla, tampoco saben dónde ubicarla. 

Hay una profunda candidez en este supuesto pacifismo que se horroriza cuando arden tres contenedores en las calles o unos encapuchados lanzan un cóctel molotov, pero que elude condenar esa violencia cotidiana de los desahucios, los despidos injustificables o los recortes en escuelas u hospitales. Esta violencia se cobra su tributo en forma de vidas destrozadas, pero prefiere ser ignorada. Y no es sólo candidez, no lo es desde luego en nuestros gobernantes, cuando dicen no poder hacer otra cosa, o aquello tan siniestro de "es por vuestro bien". Por el camino de esta crisis, que produjeron los mismos cuyas empresas se benefician del desastre, se van por el desagüe el futuro, la salud y los derechos de millones de españoles. 


Cuando un ciudadano al que, como a la mayoría, le van mal las cosas, descubre que sus impuestos han financiado la corrupción, los negocios de la Iglesia Católica o los obscenos beneficios de la Banca, lo que le entra es una mala hostia que Rajoy y compañía no comprenden porque carecen la fibra moral que genera la solidaridad, entre otras cosas porque jamás han tenido un problema como no saber si vas a tener techo mañana o atender una planta entera de urgencias sin el personal sanitario suficiente.

Hace años que vengo esperando brotes de violencia como el que en estos días ha estallado en el barrio burgalés de Gamonal. ¿Es justificable? Quizá no si sólo sabemos que unos pocos miles de personas van a perder las facilidades de aparcamiento de las que disfrutaban. Si sabes que muchos han perdido su trabajo, que han desaparecido las guarderías de la zona, que los mismos corruptos ya reconocidos se llevan la concesión de las obras, entonces quizá entiendas algo mejor las protestas. No es el conjunto del vecindario, incluyendo a sus abuelitos, claro, el que se enfrenta a la policía, pero tampoco son, como pretende el gobierno, un grupo de radicales anti-sistema que, como una marea negra, aparecen aquí y allá para hacer el mal. No son tantos los violentos vocacionales, no tienen el don de la ubicuidad, es fundamentalmente gente de Gamonal quien ha decidido que la insumisión era el único camino. 



De entrada tienen razón en una cosa. Si no la hubieran liado parda no habrían aparecido en todas partes, incluyendo la prensa de países cuya opinión pública se extraña que en España no sean masivos estos estallidos, sin olvidarnos de cómo olvida la prensa patria las reivindicaciones pacíficas y dedica portadas estupendas a quien le da por montar la mundial por las calles. Corrupción sistémica en los partidos políticos, la hija y yerno del Rey en los tribunales, impuestos que suben despiadadamente, cifras de paro de pesadilla, los jóvenes huyendo de un país colapsado, una ley del aborto propia de una dictadura, otra de educación destinada a destruir lo que justamente debería proteger, una reforma laboral hecha para convertir la pobreza y la precariedad en las claves de la rentabilidad del capital, leyes de seguridad ciudadana orientadas a la represión y a silenciar la disconformidad... ¿De verdad nos sorprendemos? 


Lo peor es que quizá esto sólo sean las primeras ratas de la peste que está a punto de estallar por todas partes. No me alegraré cuando ello suceda, pero hace tanto tiempo que vengo oyendo hablar del final de la crisis que no me extraña que la gente se enfurezca cuando, mientras las pasa canutas, comprueba que sus gobernantes no son otra cosa que los lacayos de la oligarquía económica. Para colmo, el gobierno, e incluyo a los autonómicos, entrega instrucciones a las fuerzas del orden para que repartan estopa sin contemplaciones. 

Ah, pero los violentos ¿no eran los encapuchados del cóctel molotov?

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