Tuesday, August 05, 2014

EL HORROR, OTRA VEZ






¿Qué hacemos con Gaza?, mejor dicho: ¿cómo asimilan los individuos el K.O. total en que les dejan los medios de comunicación que diariamente le relatan la degollina de los excluidos?

Amnistía Internacional, organización venerable como pocas, me pasa uno de esos documentos virtuales para firmar contra la venta de armas de los USA a Israel; otros me invitan a firmar para detener la ofensiva del ejército ordenada por Netanyahu. Personas cercanas emiten ante mí opiniones contundentes. Los más cercanos a la causa palestina exhiben un repertorio que fluctúa entre la exigencia de enviar ayuda urgente a la martirizada población de Gaza o la de poner a los halcones del estado judío al tribunal de La Haya, hasta la de cuestionar, nuevamente, si el Estado de Israel tiene derecho a existir. Bien, todo es opinable, la cuestión es si opinar sirve para algo más que pasar el rato discutiendo con los amigos antes de ver qué ponen en Gol Televisión. 

Todos formamos parte de esa lógica en la cual recibimos de forma exhaustiva los datos de la guerra y la hemorragia de declaraciones. No es cierto, ni siquiera con el intento israelí de expulsar de Gaza a reporteros extranjeros que no les dan la razón, que la verdad sea la primera víctima de la guerra, no al menos de esta guerra, sobre la cual sabemos incluso demasiado, acaso el problema es si sabemos qué hacer con todo ello. La verdad está en peligro siempre, también en la paz, pero no es el derecho a la información global lo que está en juego, es la capacidad de actuación de las comunidades, y por tanto de los individuos, en las tragedias que nos sacuden a través de los telediarios. 

Justo Serna se preguntaba hace unos días cuál era su parte de culpa en el asunto Pujol. "Usted no tiene ninguna", le contestaban algunos amigos, pero sospecho que no es ésta la respuesta que esperaba el escritor. Todos tenemos la culpa, al menos en parte. Este mantra da sentido al mapa ético de la responsabilidad que atraviesa el terreno democrático. Debemos ser críticos con los gestores negligentes, tolerancia cero con los corruptos y los violentos por la misma razón por la que no dudamos que nuestra solidaridad - a través del dinero, las firmas, la opinión- contribuye a reparar los desperfectos del mundo. 

Pero, entonces, ¿por qué se asoma a mi alma esta sensación de impotencia? La Sexta consigue paliarla en sus acólitos introduciendo a provocadores reaccionarios en sus tertulias. El supuesto cultivo de la disensión y la cultura del debate oculta la conversión del dolor y la muerte en espectáculo. "Israel tiene derecho a defenderse", dice un profesional del talk show, y a continuación exhibe esa fría complacencia con el horror de quien jamás ha sabido lo que son el hambre, las bombas y el terror. 

Este anonadamiento... me pregunto si no forma parte de un gran dispositivo para convencernos de nuestro fracaso como miembros de unas sociedades que se declaran libres, democracias de baja intensidad donde la circulación de opiniones no conmueve ni un ápice a los responsables de esta guerra descabellada y atroz.

¿Pesimismo? Sí, desde luego, ya han muerto a centenares, no tenemos derecho a esperar cordura en unas tierras intoxicadas por la paranoia. Aleccionados los israelís en la inminencia de las invasiones bárbaras que se preparan entre los desiertos, sólo la barbarie preventiva, inspirada en los pasajes más brutales del Libro, asoma como antídoto.  En ello, como en tantas cosas, Israel es un satélite de EEUU, nación mesiánica y convencida de haber creado el reino de Dios en la Tierra, segura por ello de que sólo las armas detendrán a los extraños. ¿Qué muertes valen más? Esa es la primera pregunta que habría que hacerles. No querrían contestarla, pues, si lo hicieran, quedaría demasiado al descubierto que los palestinos son las víctimas de esta historia insoportable. 


¿Esperanza? No lo sé, aunque ese es el único sorbo dulce que pueden permitirse los que diariamente ven morir a sus hermanos y arruinarse su futuro. La resistencia de los ciudadanos de Gaza, su determinación a seguir viviendo es en estos momentos una lección para todos. También lo es el heroísmo de los cinco mil israelís que se manifestaron contra esta locura. Imagino cómo vivirá cada uno de ellos el estigma de quien es mirado por sus vecinos como traidor a la patria. Esa minoría insignificante fertiliza el yermo de nuestra impotencia. 

Ojalá paren esto cuanto antes, no se me ocurre otra cosa.    

3 comments:

Observación Pulsante said...

En su alegato “ojalá paren esto” se desprende que usted lo entiende de forma muy distinta a los protagonistas, los cuales no quieren que pare, los unos hasta destruir durante unos años la capacidad de agresión de unos, los otros, hasta poner tantos muertos encima de la mesa como para escandalizar al mundo. Por cierto, limites que casi nunca se traspasan. (ya nos han acostumbrado a tolerar ciertas aberraciones)
Me sabe mal su indignación, se lo digo en serio. Pero casi que me causa más sorpresa que los intelectuales europeos,los que se supone debieran tener información de primera mano, sigan sin entender lo que ocurre.
Suponiendo que prefiera usted exponer su indignació en un capitulo, y en otro el razonamiento del que creo no es ajeno- Conocemos el porque, la solución, el desarrollo, las tácticas de unos y otros…. Sorprendernos puede ser un derecho, aunque tramposo.
Permitame la licencia.

Observación Pulsante said...

Gracias por su atención. Gracias por su grandeza intelectual.... es usted un gran ejemplo para sus alumnos.

Me gusta leer su blog, lo seguiré haciendo a pesar de su comico silencio. Sabe... la censura es un recurso de quienes se saben inferiores, el silencio, de quienes temen poner en evidencia su superioridad.

Ojalá fuese usted más humilde... ojalá se sintiese usted menos ofendido con simples palabras. Ojalá transmitiese a sus alumnos que su autoridad no se sustenta más que en sus sospechas hechas realidad...

Transmítale de mi parte un saludo a su hermano Tobias, un señor al que, como a usted, respeto y admiro. Pero parece ser más asequible a la discrepancia.

David P.Montesinos said...


¿Para qué quiere que le conteste?