Friday, June 05, 2015

SOBRE EL PAÍS EN EL QUE QUIERO VIVIR



A medida que se iban conociendo los pormenores del asunto Eurovegas me asaltaba la convicción de que el problema no era si estábamos ante una inversión rentable, era más bien cuestión de preguntarse en qué país queremos vivir. Entiendo que algunos vean puestos de trabajo y reactivación económica en donde yo sólo veo trapicheos entre oligarcas, prebendas fiscales, tramas delincuenciales, putas y ludópatas... yo es que soy muy cenizo. 

La idea de que la derecha ha sido derrotada debe ser de entrada matizada porque, para empezar, no es cierto que lo haya sido. Ha sufrido, sí, una sustancial merma de apoyos, pero, aparte de que no sabemos si la tendencia se trasladará a las Generales de noviembre, debemos advertir que el PP viene de mayorías aplastantes por casi todo el Estado. El caso valenciano es significativo: las alianzas poselectorales van a determinar casi con toda seguridad que el PP pierda la Generalitat, las principales alcaldías y las tres diputaciones, pero es el partido más votado, por tanto podrá ejercer la oposición en condiciones óptimas. Pueda ser que no les seduzca en los más mínimo esa posibilidad, pero en ese caso nadie les obliga a seguir en la profesión, pueden tranquilamente retornar a sus negocios privados. 

Es precisamente la reacción del supuesto perdedor lo que me tiene preocupado. El caso de Esperanza Aguirre está tomando perfiles psiquátricos, pero no es el único. La cantidad de actitudes de intolerancia y resentimiento que detectamos requieren una reflexión, no pienso conformarme con sentir que yo no soy como ellos. 

De entrada habría que darles a los señores del PP la bienvenida al mundo de los seres mortales: no siempre se gana, a veces se pierde y entonces uno hace una oposición constructiva; a veces hay que pactar, y pactar significa en gran medida ceder en las propias convicciones... Así es mi vida diaria, así debería ser la política... pasen, pasen. Que principios tan sencillos no se quieran asumir habla de un defícit tremendo en la formación democrática de este país: la sombra del Caudillo por-la-gracia-de-dios es alargada. 

Soviets por los barrios, genocidio intelectual, expropiaciones, exilio... la cantidad de majaderías que nos llegan respecto a lo que nos espera si los socialistas  pactan con la "izquierda radical" son un síntoma de anormalidad que sólo califica a sus responsables, algunos de ellos perfectamente identificados. 

Miren, yo no sé si la izquierda va a gobernar bien, ni siquiera sé si va a gobernar. Lo que sí sé es que no quiero vivir en un país donde personajes tan siniestros como Adelson se sientan en un paraíso a la medida de sus cochinadas. No quiero una Valencia donde solo los falleros crean que son los amos de las calles. No quiero sufragar ridículas copas de veleros para pijos ni circuitos urbanos. No quiero que los ostentosos mamarrachos de Calatrava nos arruinen, ni que el mundo entero se ría de mí porque el territorio en que vivo es la cueva de Alí Babá y la corrupción lo envenena todo. 

Quiero otras cosas, tiempo habrá para explicarlas. De lo que no tengo ninguna duda es de que nos esperan tiempos de ataques virulentos y rabiosos por parte de ese amplísimo sector de españoles que cree que la democracia sólo es aceptable cuando los gobiernos se llenan de enchufados de las grandes empresas, numerarios del Opus Dei y mandarines con maneras populistas. Cuando las urnas dicen no, entonces, como dijo aquel día un concejal popular asturiano en una dura controversia con otro de Izquierda Unida: "la culpa de todo la tiene la puta democracia". 

Algo está cambiando seriamente en este país desde hace cinco años, cuando el esfuerzo global de los llamados "nuevos movimientos sociales" empezó a tener su eco entre los españoles. Lo que resulte de todo esto no soy capaz de preverlo, pero sí sé una cosa, nos esperan años de dura lucha contra las formas de dominación que hace muy poco tiempo parecían condenar a los ciudadanos a la más absoluta impotencia. Yo tengo muchas ganas, ¿y ustedes? 

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