Thursday, July 30, 2015

EL MENSAJE ES EL SMARTPHONE

Los más sabios de entre los monjes medievales se dejaron los ojos y la vida entera en lúgubres estancias para capturar la esencia de lo humano. Si por una milagrosa intercesión del Altísimo, Santo Tomás de Aquino, tan concienzudo en la descripción del espíritu, apareciera hoy por nuestras calles, tardaría poco en declarar haber encontrado el alma de los humanos actuales en un diabólico artefacto denominado teléfono móvil o, si lo prefieren, smartphone. 


Es ridículo a estas alturas seguir creyendo sin reflexión que la telefonía móvil  y otras maravillas de la tecnociencia sirven únicamente para mejorar y acelerar la "comunicación". Cuando todo se comunica, cuando todas nuestras acciones se someten a la necesidad de emitir señales insistentemente, entonces, ya no estamos ante un simple transmisor, lo que hacemos es miniaturizar nuestra vida en un archivo ultracomprimido para alojarla en la memoria del smartphone. No otra cosa significa aquella célebre frase de Marshall MacLuhan: "medium is message", es decir, no adquirimos el artefacto para decidir qué queremos que los demás sepan de nosotros, somos -y eso los adolescentes actuales lo saben mejor que nosotros- terminales de una enorme red global de información que transmite incesantemente, sin que importe nada si alguien las recibe o no.  


Así es "la sociedad abierta", me dirán, un espacio virtual al fin liberado de las trabas del secreto, la represión de la palabra y el miedo a la censura. Hemos llegado por tanto al fin a la Arcadia tecnológica que prometían las novelas de ciencia ficción de los cincuenta. 

Verán. Una de estas mañanas, paseando por El Pinós, mi pueblo adoptivo, pensaba con cierto alborozo que en las pequeñas localidades aún es posible criar a un niño sin someterse al chantaje permanente del miedo a los malhechores o la violencia del tráfico que martiriza a los padres en las grandes urbes. En eso que, pasando por un parque, localicé a tres chavales de unos diez años que, sentados en un banco, clavaban sus cabezas sobre la pantalla de sus respectivas tablets. Podían jugar al fútbol, hablar, jugar a canicas, qué sé yo... desafiarse o reñir. Pero no, como en estado de hipnosis, miraban la pantalla para hacer con ella las mismas gilipolleces que, no nos engañemos, hacen los adultos. 

No hay pues lugar al que huir: todos vivimos ya dentro de la distopía de la comunicación global, donde nada, ni el primer beso, ni lo mucho que amamos a nuestros padres, ni la emoción de reencontrarse con aquel lugar de Roma en el que lloramos tantos años atrás se libra de la exigencia de ser "comunicado", transmitido en directo, ofrecido en formato digital para que el mundo no se olvide de que estamos ahí. 

¿Nos ama realmente el mundo? No, en realidad no le importamos un comino, pero en la monstruosa potencia de esa gran mentira se instala la lógica que hace posible seguir viviendo. De eso ya se encargan quienes diseñan aplicaciones para el móvil. Nos hacen sentir que en el smartphone lo llevamos todo: el amor de nuestra familia, que envía frecuentes mensajes tuut tuut para recordánoslo, nuestra biografía, el mapa de restaurantes caros a los que no iremos pero que nos gusta saber si están cerca, el acceso a la galaxia transparente de la información total, los juegos que nos permiten olvidar que nuestra vida se tambalea, las instrucciones para dar cuerda al reloj, el cuerpo que querríamos tener, las frases célebres que deberíamos haber dicho nosotros...


Es extraño que aún no hayan inventado una aplicación para contestar a la pregunta con la que Parménides funda la reflexión filosófica: ¿por qué el ser y no más bien la nada? Se me ocurre pensar en el ágora griega repleta de tipos con túnica mirando todos su móvil con la misma atención con la que los escolásticos escudriñaron en el alma. Qué aburrimiento, joder. 

4 comments:

Ricardo Signes said...

Esto no es un comentario, sino un regalo.
Es un poema de Juan Antonio González Iglesias.

Benditos los ignotos,
los que no tienen página
en internet, perfil
que los retrate en facebook,
ni artículo que hable
de ellos en wikipedia.
Los que no tienen blog.
Ni siquiera correo
electrónico, todo
les llega, si les llega,
con un ritmo más lento.
Tienen pocos amigos.
No exponen sus instantes.
No desgastan las cosas ni el lenguaje. Network
para ellos es malla
que detiene la plata de los peces.
Benditos los que viven
como cuando nacieron
y pasan la mañana oyendo el olmo
que creció junto al río
sin que nadie
lo plantara.
Benditos los ignotos
los que tienen
todavía
intimidad.

Anonymous said...

Acertada reflexión que con propósito de fomentar un debate entre sus lectores y por tanto entre la sociedad, decide realizar.

Puede parecer estúpido que un tipo que como yo se gana la vida (o se ganaba, puesto que ahora con suerte solo se consigue un día o semana más para llenar la nevera y pagar la factura más apremiante) sea tan feroz en las críticas a las nuevas tecnologías.

He debatido con gente fascinada con aquello de la democratización que nos traían todos estos inventos, otros que confiaban ciegamente en el "fin" de los trapicheos privados de los poderosos a nuestras espaldas... Lo siento si suena duro, pero de todos ellos mi conclusión final no ha sido otra que el de ser unos mostrencos que sin saberlo estaban poniendo en bandeja al poder un arma de control masivo y adoctrinamiento.

En su dia debatimos sobre nuevas tecnologías (no creo que lo recuerde) y aunque no fue mi pretensión hacer el papel de mutante resultado de cínico y sofista me resisto, como en aquella ocasión a ver solo ventajas en los nuevos avances que antes de llegar al pueblo se progaman según los intereses de quienes mandan sobre este.

Efectivamente, la imprenta fue un avance al que todos debemos rendirnos, pero eso no puede evitar reconocer que su primer uso a gran escala fue para introducir en todos los hogares una biblia, catecismo o literatura alienante.

Con las tecnologías actuales tan solo estamos asistiendo al control 3.0 Para empezar han conseguido borrar de un plumazo la posibilidad de la clandestinidad, tan necesaria para poder combatir al poder utilizando el efecto sorpresa. Es totalmente ridículo pensar que un movimiento que se comunica mediante redes sociales no está otorgando al poder, no solo ir dos pasos por delante, sino reconducirlo a su conveniencia. Los daños colaterales, ya estén más o menos calculados (sobre todo la corrosión de la mente de los niños, adolescentes y gentes sin la suficiente preparación para leer los pormenores de todo aquello que se pone a su disposición) son un mal menor insignificante para los beneficios que proporcionará a quienes desean controlar y conducir a los pueblos para que traguen con un sistema que tiene más posibilidades que nunca de perpetuarse.

Me causa ganas de vomitar cuando “expertos” en la era digital se limiten a dar consejos tan vergonzantes como “controle las paginas que visitan sus hijos” o consigan las claves de las cuentas de los niños para estar al tanto de donde se meten, controlen sus horarios... Estos inútiles o/y cómplices consiguen con tales argumentos que la gente no exija a sus políticos cosas tan sencillas como obligar a las compañías que filtren y cataloguen los contenidos en base a la edad de sus usuarios; infantil, juvenil... al tiempo que legislar sobre la inmediata intervención ante un caso de ciberacoso, estafa, abuso, amenazas etc.

Claro, esto costaría a un poco de dinero tanto a las compañías de comunicaciones como a los gigantes que gestionan contenidos cuyo principal propósito es ganar dinero y ponerse al servicio del poder cuando este se lo reclame, lo cual les permite moverse en el más repugnante anarcocapitalismo corporativo.

Visto que la mayoría de la gente no es capaz de entender a lo que nos enfrentamos y cuyas consecuencias me temo serán devastadoras para la consecución de un mundo libre, es más que bienvenido su post y los trabajos de otros tantos que por fin están dando la voz de alarma sobre todo esto.

Me gustaría recomendarle la película "hombres, mujeres y niños" (el título es ya bastante sugerente, puesto que invita a diferenciar entre adultos y niños, pero por otro alude directamente a la constatación de que estos se comportan como niños a la hora de afrontar esta nueva realidad. Otra película que le recomendaría es “Desconexión” o ya puestos “La familia Jones” (esta bastante graciosa por cierto)

David P.Montesinos said...

Disculpas. Ando desde hace diez dias desconectado de la red. Solo puedo leerles. Intentare contestar en cuanto me sea posible

David P.Montesinos said...

Bien, esta vez he podido al fin leer el comentario en profundidad. Sí creo recordar aquel debate al que usted se refiere. No tengo gran cosa que oponer a su reflexión, que me parece bien fundamentada y enjundiosa, da a pensar sin duda. Solo le preguntaría, dado que ahora mismo nos manejamos en este medio del que ando por cierto varias semanas desconectado, si no advierte posibilidad de construcciones de sentido alternativas que se sirvan de internet. En este sentido me referiría a la organización de protestas masivas -el caso Seattle en el 1999 es histórico-y, por supuesto, a la posibilidad de filtrar de forma competente el caos de información que ofrece la Red para difundir e intercambiar propuestas de resistencia.