Friday, September 11, 2015

MALDITO YO

Cioran nos avisa del inconveniente de resolver suprimirnos: si nos desembarazamos de la vida nos privamos de la posibilidad de reírnos de ella. Me acuerdo de ello cuando me siento extrañamente inclinado a desaparecer de la sociedad y encerrarme en mi casa para siempre, cuando planeo dejar para siempre de hacer proyectos, cuando me propongo abrazar para siempre la elegancia del silencio... Temo que de sucumbir a tentaciones tan sensatas dejaré de hacerme gracia. 

Mi vida no es ni remotamente digna de un héroe homérico, ni siquiera del antihéroe de una novela moderna. Yo me siento más bien como el protagonista de una sit com...  Con frecuencia, tras hablar o actuar presiento el eco de las risas enlatadas de los espectadores. 


Dijo John Lennon que la vida es todo lo que te pasa mientras haces planes. No está mal, pero ¿no prefieren esto?: la vida es lo que nos pasa mientras nos convencemos, de una puta vez, de que es ridículo desear que los demás nos quieran. 

Si a veces parezco estúpidamente soberbio es porque arrastro la pesada certidumbre de ser una mercancía dañada. 

Sólo me siento bien conmigo mismo cuando caigo en la insolencia de decir "no", cosa que hago con escasa frecuencia, de ahí esa peculiar propensión al autoodio con la que exaspero a mis allegados.

Ver crecer a un niño te instala en la evidencia de que el "Yo" es una construcción social, la cual por tanto requiere un tiempo de duro aprendizaje. De esta carga provienen todas las imposturas que constituyen eso a lo que llamamos una biografía. Uno no puede por menos que envidiar a los primitivos, demasiado sanos como pasarse las noches pensando en si les quieren, si les han agraviado o si sus vidas merecen la aspiración a alguna suerte de trascendencia. 


Damos por hecho el yo como damos por hecho el derecho a la vida, que es sin embargo uno de los que han necesitado una mayor elaboración histórica. 

Dueño de la lucidez suficiente para calibrar cómo me debilitan los elogios, he aprendido a no soportarlos. La contrapartida es que eso me hace tan antipático a ojos ajenos como a quienes no saben agradecer los obsequios. Tengo el resto de mi vida para aprender a disimularlo. 

La madurez consiste en dejar de pretender que nos amen por aquello por lo que "merecemos" ser amados. Ocurre lo mismo a la inversa con quienes nos odian.  

El yo es, como querían los empiristas, el resultado de una serie de percepciones. Lo que no sabían es que ese yo se abre en los intersticios de cada experiencia, entre sus sombras. Nuestra vida no es entonces sino el sentimiento de zozobra que nos asalta cuando advertimos una perturbación. Sólo tomo conciencia de quien soy cuando me dejo sorprender extasiado por el frescor de los aires tormentosos con los que septiembre nos anuncia el final de la atonía insoportable de un verano tórrido; sólo cuando ella nos dice, por fin, que nunca nos amó; sólo cuando descubrimos -aterrados- en nuestros padres aquella debilidad tan humana que no imaginábamos; sólo cuando en las horas más inhóspitas de la noche acertamos a vislumbrar la medida exacta de la colosal responsabilidad de acabar de traer un niño al mundo; sólo cuando, fumando en el balcón, entendemos que lo que la luna nos dice es que acaso mañana ya no amanezcamos... 

2 comments:

Anonymous said...

Empieza poniendo el listón bastante alto para este curso. No tengo claro si sus alumnos se lo agradecerán, sus lectores sí (al menos aquellos que entramos a su cueva sin pastilla de jabón dada su aversión a los elogios) en cualquier caso ya sabe aquello del "mis circunstancias" –sin el “y”- pero me sigo quedando con su post junto con aquello de "si pudiese conocerme a mí mismo moriría de consternación".

Pues sí, maldito "yo", cojones.

David P.Montesinos said...

No se crea, aunque para los alumnos un profesor tiende a ser el malo de la película hay algunos que, sorprendentemente, me quieren. Deberían hacérselo mirar, aunque yo también quise a algunos de los míos.
Cioran, a quien dedico estos aforismos, es un lenitivo imprescindible en mi vida. Hay que tomarlo con moderación, pero siempre teniendo una cajita en el necesser.