Saturday, July 09, 2016

EL PAÍS DONDE QUIERO VIVIR

Durante la noche electoral, uno del los líderes del independentismo catalán, Francesc Homs, espetó con gran sentido del oportunismo a su grey aquello de "Ja ho heu vist, Espanya es irreformable"

¿Lo es? Si nos dejamos llevar por la inercia de quien sabe que una gran cantidad de españoles -la mayoría personas con más de medio siglo a cuestas- votan fundamentalmente por miedo, y que éste tiende a volvernos cobardes y estúpidos, entonces seguramente sucumbiremos al cinismo. Quien controla el horror de los viejos a la incertidumbre, controla el Parlamento español, esto ya era así durante el felipismo profundo. Hay un franquismo sociológico que vota a toque de corneta y que no se plantea si su credo es neoliberal o democristiano, ni si votar a un corrupto es una forma directa de complicidad con el crimen. Votan a Rajoy porque identifican en él inequívocamente una manera de estar en el mundo a la que se sienten afines, lo cual no es poco mérito del actual presidente en funciones teniendo en cuenta la desorientación en que vivimos todos. No todos pueden vanagloriarse de ese éxito: a Rivera le han abandonado incluso los que más le jaleaban, y en cuanto al PSOE, toda tentación de acercarse a Podemos produce reacciones de espanto en la caverna. 

A ojos de tantos millones de votantes, "izquierda" significa todo lo que pone entre interrogantes una escala de valores como la que dirigía el mundo cuando yo nací, un sistema moral en el que -a la fuerza- imperaba la claridad porque cualquier forma de heterodoxia o desobediencia era automáticamente sospechosa, por lo que no tenía otra que ocultarse. Izquierda implica que ya no está claro qué es una mujer y qué es un hombre, significa que te quitan los toros, que los jueces son blandos y los policías no le dan su merecido a los malos porque estos tienen "derechos", significa que los inmigrantes van por las calles y acuden a urgencias sintiéndose con el mismo derecho que nosotros, los lugareños. 

Hay algo mucho más grave y que tiene que ver con la falta de educación democrática que ha padecido este país. Con líderes como Rajoy uno tiene la sensación de que no ha de hacer nada más que votarle: él pensará por mí, otros cargarán con la responsabilidad de equivocarse, por eso no será tan imperdonable que se corrompan. El elector de izquierda, o al menos éste que escribe, sabe que sólo la presión y el esfuerzo de los ciudadanos puede transformar y modernizar las comunidades. Por eso no vota militarmente y castiga la corrupción, la mentira y la negligencia. Cree que los profesionales de la política le representan hasta que deja de creerlo. Por eso la izquierda se fractura, como sucede ahora y ha sucedido desde tiempos muy lejanos.  

Entretanto, y más allá del aburrídisimo y monocorde discurso dedicado a convencernos que Iglesias es el demonio -cuando yo creo que es más bien un pelma, casi tanto como sus hostiles- y que sus seguidores han votado mal, yo les haría a ustedes una pregunta: ¿en qué tipo de país quieren vivir?

Me hice esta pregunta el día en que el magnate Adelson presionaba para poner en suspenso leyes españolas fundamentales mientras intentaba implantar su complejo del Nuevo Las Vegas en Alcorcón. También me lo pregunté cuando arruinaron al País Valenciano con la Fórmula Uno, los mamarrachos de Calatrava o la Copa América... como cuando tengo la sensación de haber sido gobernado por bandidos o cuando se desmantelan servicios públicos esenciales para ser malvendidos a los amigachos. 

¿Han leído -sin ganas de vomitar- lo que el cantante Francisco ha dicho de Mónica Oltra, líder de Compromís? ¿Han escuchado a Trillo decir que España nunca estuvo en la Guerra de Iraq? ¿Saben lo que dijo recientemente Monseñor Cañizares sobre los homosexuales? Es a todo esto y a tantas cosas por el estilo a lo que me refiero cuando hablo del país en que quiero vivir.

En los próximos dos años, que a mí me parecen cruciales, podemos seguir dedicándonos a convencer al vecino de que Pablo Iglesias es el Mal o seguir en la pelea día a día para jubilar y desembarazarnos de ese submundo enquistado de franquismo que nos mantendrá como un país menor y lacayuno mientras se lo permitamos por desidia o cainismo. 


2 comments:

Anonymous said...

Cuando yo era un chavalín recuerdo que mis padres, tios y sus amigos se montaban unas tertulias en casa de mi abuela que a mí me parecían épicas. Todos ellos estuvieron en el 68 en Francia, a todos los sacaron detenidos de sus respectivas facultades (unos por repartir panfletos, otros por ser amigos de aquellos etc.) La pasión con la que debatían sobre libertad, derechos humanos, modelos económicos etc. conseguía que los pequeños de la casa quedáramos absortos. Los debates solo se interrumpían cada vez que mi abuela lanzaba un “pssss” señalando la pared que nos separaba del vecino. Ahora sé que ese era un país de mierda... pero en esos momentos ese era el país –mi pequeño mundo- donde me gustaba vivir.

Tengo la sensación de que ese país duró como las flores de los cactus que florecen por la noche, casi en la clandestinidad, mueren por la mañana.

A muchos de aquellos que recuerdo en casa de mi abuela diseñando el mundo pos franquista les absorbió el sistema, a la mayoría simplemente les recuerdo con un gesto marcado en sus caras como una cicatriz de desengaño, frustración, derrota. Nadie les relevó. La nueva generación “x” fue neutralizada, atiborrada de drogas, inmersos en un mundo audiovisual en el cual los objetivos fueron diluidos en los deseos más paletos de un reino que al parecer después de 40 años de dictadura lo que más echaba de menos era ver a una tia enseñando una pierna. Un 10 por Interviú.

Lo que sí sabemos es que en estas últimas elecciones votaron tan solo el 52% de los electores –no sabemos lo que piensa el 48% restante- y de los que votaron el 33% vota el PP, el 66% se reparte de forma caótica en un potingue que no sabe a nada concreto, que IU ha desaparecido en favor de una formación que un día es socialdemócrata, otro franciscana –por el Pápa- otro comunista –por Anguita- otro zapateril –por ZP, según ellos, el mejor presidente de la historia-

Está muy claro. Nadie tiene ni puta idea de lo que vota ni para qué votar. Los más jóvenes no tienen argumentos que convenzan a los mayores, a su vez, estos saben que todos son los mismos cabrononazos cuya única diferencia se sustenta en el tipo de chorradas cosméticas que pondrán en marcha (moralinas, modas, discursillos éticos de patio de vecinos etc) y sobre todo, el pragmatismo de más vale pájaro en mano que ciento volando. (Sí, Rajoy les sube el 0,25%, pero ZP les baja un 5% - La caja de la seguridad social se agotará pronto, pero cuando eso ocurra lo mismo “yo” estoy muerto)

Nuestros políticos no saben nada de democracia porque sus votantes saben aún menos. Si tienen miedo, es sin duda fundado (robar a manos llenas, demoler el equilibrio laboral importando a millones de inmigrantes, colocar a los amigotes, reformar la constitución sin consultar al pueblo, implicarnos en guerras para que un tipo obtenga una medalla, utilizar los recursos del estado para beneficio de un partido político etc etc etc. La indecencia solo congrega a indecentes –lo somos todos cuando solo es posible serlo para sobrevivir en un mundo de rapiña-

La nota debería de estar por debajo de 4, lo que significa qué… los profesores tienen mucho trabajo que hacer si quieren aprobar la próxima vez.

MA

David P.Montesinos said...

Reconozco que su comentario esta vez me ha impactado sobremanera, lo cual no significa que los anteriores no me interesaran. No le pondré más comentarios, pues. A menudo, cuando hablo con usted, me queda un poso de amargura. Como si no pudiera tolerar ponerme las gafas tan oscuras desde las que usted ve el mundo. Trato diariamente con personas muy jóvenes, algunas de ellas me contagian un valor admirable. Estos días dos alumnos han ido con un grupo de jóvenes de distintas procedencias en tren por Europa para intentar hacer publicidad sobre la situación de los refugiados. Quizá sea cándido, pero yo necesito grietas de luz para no sucumbir a la depresión que siempre me espera en los rincones tras las puertas. Creo que su análisis es certero, no puedo decirle que no tiene razón en esto y en lo otro, pero creo mucho en aquello de Gramsci, ya sabe, lo del pesimismo de lo real y el optimismo de la voluntad.