Monday, July 18, 2016

IMPRESIONES DE VERANO



1. Tren Santiago-Orense: un japonés de unos sesenta años ocupa el asiento contiguo. Yo miro por la ventana, él más bien vigila, y a cada momento detecta algo digno de ser filmado o fotografiado, lo cual le mantiene insistentemente ocupado, incapaz de disfrutar ni por un instante del momento. ¿Por qué lo hace? ¿Lo disfrutará en su casa en diferido? ¿Mostrará orgulloso el ingente material a sus familiares y amigos? ¿Con qué objeto? ¿Cree de verdad que lo que experimentamos importa a alguien? Si dejamos que la vida pase por delante de nosotros sin vivirla plenamente, entonces “merecemos” morir.

2. Leo un editorial más del diario El País contra la alcaldesa de Madrid, anunciando que incluso sus socios socialistas se van percatando ya de su supuesta incompetencia. El País es hoy el verdadero paradigma del pensamiento conservador. Nadie, ni siquiera la prensa más reaccionaria y gruesa de la caverna, cree tan decididamente en el stablishment. No sé si Manuela Carmena es o no una buena alcaldesa, pero me admira ver a una anciana resuelta a gobernar a millones de personas encontrándose tan sola, tan rodeado de poderosos y despiadados hostiles. Los héroes no son como yo los imaginaba de crío, no se parecen al Capitán Trueno, pero su espíritu es el mismo.

3. La Razón sólo triunfa cuando no nos dejamos sobrecoger por el horror y acertamos a buscar metódicamente explicaciones y, a continuación, remedios contra el Mal, es decir, el fanatismo y la violencia. De lo contrario no cabe sino volver a la Edad Media y rezar para guardarse del acecho del Maligno. Y, sin embargo, hay algo que no encaja en este delirio del lobo solitario que ni siquiera creía en el Corán. En realidad, el terrorista no representa a nadie, ni siquiera a quienes celebran su atrocidad. El terrorismo es hoy como un accidente en un sistema que funciona a una velocidad de locura con una eficiencia colosal sobre la que no pensamos demasiado, como si lo normal fuera que un tren cruzara viejas tierras de pastos a cuatrocientos kilómetros por hora o que miles y miles de aviones sobrevuelen a la vez el planeta. El accidente nos devuelve la conciencia de nuestra debilidad. No sé si, como se dice, estamos en guerra, pero debemos saber que somos perfectamente vulnerables y que nuestra vida pende siempre de un hilo. La respuesta no es el miedo, es la conciencia de que debemos luchar contra la parálisis y la paranoia en la que quienes dirigen a los bárbaros pretenden confinarnos.

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