1. A menudo reaparecen en sueños los fantasmas que he ido dejando en el camino. A algunas personas les hice daño y, probablemente, algunos de ellos me lo hicieron a mí. La juventud es eufórica pero airada y, como afirma Cioran, tiene esa entrañable propensión a desesperarse; lo que intento decir es que perdí amigos más por impaciencia, agotamiento o pereza que por crueldad. A los pocos que sigo tratando les he pedido perdón; a los demás he tenido la elegancia de dejarlos en paz, les he brindado con absoluta conciencia de lo que hacía la oportunidad de olvidarme... Me di a sus ojos una buena muerte, estoy orgulloso de ello.
2. Si hay algo en lo que no deseo convertirme es en un pelmazo. Nadie te pierde el respeto (y mil veces prefiero que me respeten a que me quieran) antes que aquel a quien aburres. No quiero que me lean por decoro, ninguna que no lo desee irá a mi cama, cuando un alumno no me soporte haré la vista gorda ante sus bostezos... Conozco a pesados insufribles: todos se parecen en que una vez te consideran presa toman la firme determinación de no dejarte escapar. Yo no caeré bajo la lanza de Aquiles o tras tomar la cicuta condenado por la Ciudad, como reclaman mis antepasados desde el Valhalla, moriré por impotencia de anciano inválido cuando no pueda huir de un vendedor de biblias o un vecino fisgón.
3. La tolerancia ha perdido prestigio desde que la heroica lucha de Voltaire contra los fanáticos le hizo justicia. La culpable es la corrección política. "Tolerancia cero", es una fórmula recurrente en nuestro tiempo. Pese a tanto discurso en favor de la diversidad o de la singularidad de los sujetos, lo cierto es que nunca se nos ha uniformizado tanto, por ejemplo en la indiferencia y la impotencia políticas o en nuestro aprendizaje como consumidores. Se ejerce una continua presión sobre las personas para que se reciclen y sean mejores padres o mejores profesionales, incrementen su musculatura, cuiden más su salud, ingresen en la espiritualidad budista, consuman productos no tóxicos, eyaculen correctamente o se operen las tetas. Pero el mundo jamás se someterá a nuestra voluntad, nuestros prójimos son como son, es estúpido pasarse el día pegándoles broncas para que cambien y sean "buenos".
Mientras no tengamos el coraje de asumir que el destino no va a plegarse a nuestros planes estaremos en riesgo de morir de ansiedad, que es desde hace miles de años el primer enemigo de cualquier modelo de sabiduría. Así entiendo el concepto de tolerancia: entender que aquello que se resiste a la normalidad debe seguir entre nosotros, que son los bichos raros, empezando por las monstruosidades que se agazapan en las vísceras de cada uno de nosotros, las que hacen posible la supervivencia de todos.
4. Cuando en la magnífica "Desgracia", de Coetzee, el profesor Lurie es conminado a defenderse ante el consejo universitario y aceptar un tratamiento psicológico por haber abusado de una alumna de veinte años, contesta algo que se me ha quedado grabado para siempre:
"Estoy convencido de que los miembros de esta comisión tienen mejores
asuntos en los cuales ocupar su tiempo, antes que meterse a discutir
de nuevo, pormenorizadamente, una historia sobre la cual no
cabrá discrepancia alguna. Me declaro culpable de ambos cargos. Emitan
ustedes su veredicto y sigamos cada cual con su vida. "
Lo que me admira de esta intervención no es que Lurie admita su culpa, sino que sea capaz de renunciar a su puesto de trabajo sólo al precio de que le dejen en paz los pelmazos de la comisión. "Sigamos cada cual con su vida"... cuántas veces debería aparecer esta frase en cada biografía.
5. Niégate a tomarte en serio a nadie que no tenga cierta facilidad para hacer el ridículo de vez en cuando.
6. Te engañas: sólo eres digno de ser amado por tus taras... Por ellas, no a pesar de ellas. No seducimos tanto por nuestro poder o nuestros éxitos como creemos, sino más bien por esa misteriosa fragilidad a la que apuntamos. Sólo los pocos que son verdaderamente capaces de amarnos entienden esto.
4 comments:
Son un tanto difusos los puntos 5 y 6. De cualquier forma el punto 6 explicaría el 5º. ¿Se debe entender “tara” como todo aquello que nos hace discrepantes con lo que se considera normal o como “defecto” que nos hace vulnerables a modo de incapacidad sobrevenida?
¿Pueden querernos por ser diferentes, vulnerables o las cosas a la vez?
MA
Saludos
Sí, es todo lo que dice usted, añadamos "anomalía", y, si hacemos caso a la psicología experimental, distorsión cognitiva, disfunción... Cualquiera de estas denominaciones me vale. Yo creo que lo que nos impulsa a buscar, a extrañarnos de la normalidad, a incurrir en zonas de peligro son justamente nuestras deficiencias: aquellas letras que no reconocimos cuando los demás ya sabían leer y se rieron de nosotros, el miedo que pasamos el día que teníamos que salir a la tarima, la incapacidad para ver con normalidad lo que todo el mundo aceptaba... Nuestras aventuras más emocionantes y nuestros mejores logros, lo que nos hace diferentes y vuelve singular nuestra experiencia son nuestras taras, las deformidades que han ido formando parte de nuestra constitución y nos impulsaron a superar el temor y la conformidad. Se aprecia y valora de nosotros nuestra fortaleza, nuestra infalibilidad... pero, insisto, sólo quien nos ama de verdad sabe que lo que ama son nuestras debilidades.
Ya entiendo. Apreciamos con más nitidez el amor de quienes saben de nuestras vulnerabilidades y viceversa. No obstante el amor siempre tiene un componente de dependencia. El amor no existe pues, es ausencia de indiferencia.
MA
Sin duda. Siguiendo el mito expuesto por Platón en El banquete, entendemos que los dioses nos privaron en origen -por miedo a que les alcanzáramos- de algo que luego buscamos incesantemente a lo largo de nuestras vidas.
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