Saturday, November 12, 2016

VOTAR A TRUMP

Teniendo en cuenta que nadie ha sido tan concluyente como Podemos en considerar una desdicha el triunfo de Trump, no deja de tener su gracia que algunos ya hayan aprovechado para sugerir afinidades entre Iglesias y el magnate. La inefable Esperanza Aguirre, siempre oportuna, se ha apresurado a despejar dudas, elogiando al nuevo Presidente y aclarándonos donde hay que localizar las semejanzas. ¿Populista? Sí, a mí me recuerda a muchas actitudes de García Albiol, la propia Aguirre y otros líderes de la derecha. Una buena pista es el apoyo al candidato republicano de Sheldon Adelson, que -como ustedes recordarán- pactó con Aguirre aquella atrocidad del Eurovegas madrileño. 

En estos días asistimos a sesudas explicaciones sociológicas sobre el éxito de Donald Trump. Que muchos norteamericanos se sientan poco cercanos a Hillary Clinton no me sorprende en lo más mínimo. No le han negado su voto por ser mujer ni porque soportara el ridículo adulterio de su marido en la Casa Blanca, se lo han negado porque les parece una persona poco fiable y porque, sobre todo, asocian su figura al stablisment. Paradójicamente, el Partido Demócrata ha significado en este caso el voto "conservador", si por tal cosa entendemos la continuidad. Y no ya la de Obama, sino la de un modelo social que hace más ricos a los ricos y más pobres a los pobres, una América donde la oligarquía se siente cómoda y las instituciones descargan sobre el ciudadano común los desperfectos de la globalización. 

Trump es un voto de repliegue, un voto del miedo, un voto nacionalista que demanda que las cosas vuelvan a ser como antes. Y ¿cómo eran antes? Seguramente no eran mejores para la mayoría, pero la hegemonía de la mayoría blanca y protestante no se cuestionaba, los USA repartían al mundo instrucciones que los aliados no discutían y uno podía sentirse miembro de una "mayoría moral" que no tenía por qué avergonzarse de sentir cada resplandeciente mañana que Dios está de su lado. 

Salvo que tengamos vocación de provocadores como el simpar filósofo Slavoj Zizek, a quien parece seducirle aquello de "cuanto peor, mejor", no veo nada de bueno en la monumental sorpresa electoral que ha puesto en la Casa Blanca a un esperpento aún más risible que Ronald Reagan o George W.Bush, que ya es decir. Viva el patanismo. 

¿Será para tanto? Quizá no, quizá los oscuros poderes fácticos, que parecían haberle dado la espalda ya antes de las elecciones, no le dejen cumplir sus promesas electorales. Lo que sí sé es que no pretende nada bueno. Si no puede construir el famoso muro hará lo posible para que los inmigrantes lo pasen mal. No expulsará a los ilegales, pero favorecerá el trabajo esclavo y la explotación informalizada. No sé si podrá declarar alguna guerra, pero hará lo posible para que millones de árabes del mundo se sientan amenazados por América. Trump es capaz de todo, de todo aquello que le dejen. 

Entre tanto es bueno que alguien recuerde a los millones de personas entre atemorizadas y enfadadas que le han votado que lo que han hecho es sentar en el trono pulsiones muy primitivas y viscerales. "Le voto porque dice lo que todos pensamos y nadie se atreve a decir", afirma uno de sus entusiasmados electores. ¿Y qué es lo que "todos" pensamos?

Yo se lo digo. Pensamos que las mujeres sólo sirven para el sexo, y que se van a la cama antes con el dueño de un buen fajo de billetes que con un "loser". Reclamen, señoras, igualdad de salarios o castigo a los maltratadores, pero ¿que se han creído? Pensamos que los negros van por ahí con la cabeza alta, que los burócratas de Washington subvencionan su vagancia y que deberíamos endurecer las penas de prisión y dejar manga ancha a la policía para que les mantenga a raya. Pensamos que uno es rico por sus méritos y que los pobres son culpables de su fracaso. No quiero pagar impuestos y que con mi dinero se financien las obras públicas o la salud pública, cada uno que se apañe como pueda. Sí creo, no obstante, en los gastos armamentísticos. Necesitamos más Guantánamos, más libertad de armas. Queremos más prostitución, pero no que las putas sean profesionales con dignidad sino simples objetos sexuales con las que podamos hacer lo que nos dé la gana. Queremos más Las Vegas. También que los productos invasores encuentren todo tipo de trabas, pero no aceptamos que nadie imponga condiciones a nuestras exportaciones...

El catálogo de horrores es más largo, mucho más, pero no voy a aburrirles más. Qué nivelazo, macho.   

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