Thursday, December 19, 2019

EL ESCEPTICISMO Y CHARLIE BROWN

1. "Nada importa" y "Estamos solos"... La carga de verdad que albergan estas dos sentencias es como poco tan respetable como la de quienes aseveran justo lo contrario. Son ideas irrespirables, lo son incluso para quienes las afirman. La prueba es que no estamos dispuestos a arrostrar sus consecuencias. De ahí que siempre, incluso en esos momentos en que el mundo parece presa del delirio más espantoso, nos aferremos a algo; o que cuando más avanza el desierto en torno nuestro, nos confortemos con la certeza de que siempre hay algún desdichado que acompaña nuestros pasos. Debemos continuar, el suicidio me ha parecido siempre una cobardía. Y, sin embargo, por algún motivo que desconozco, hay en el trasfondo de cada uno de mis días una misteriosa propensión a encontrar que todo es cómico y que nada es más ridículo que ver a humanos agitándose desesperados por tener amigos que les quieran. 

2. En un episodio de la tira cómica "Peanuts", en España conocido como "Carlitos", la siempre irritable Lucy dice: "Tu problema, Charlie Brown, tu problema... tu problema, Charlie Brown, es que tú eres tú". Ese en realidad es el problema de cada uno de nosotros, el misterio insondable de la vida misma. Nos molesta cómo es cada uno de nuestros congéneres, esa perturbadora perseverancia con la que son lo que son como sin darse cuenta, casi sin querer. Pero resulta mucho más perturbador cuando lo advertimos en nosotros mismos. No hay solución para mí, ya no estoy a tiempo de cambiar, en realidad nunca lo estuve... Vais a tener que matarme.

3. No prestar demasiada atención a esa panoplia tan supuestamente escéptica que proclama que la felicidad es un horizonte inalcanzable o, en todo caso -y por algo mueve tantos millones la odiosa literatura de autoayuda- es algo muy complicado que hay que trabajarse. Piénsenlo por un momento: somos felices, pero, al contrario que los niños, que parecen en general divertidos con deambular por el mundo, nos gusta pensar que nos va mal y que la vida no nos da lo que nos merecemos. Deberíamos viajar al siglo XVII o al Yemen para darnos cuenta de que tenemos lo que necesitamos y que si nos sentimos tan mal es porque tenemos miedo de perderlo. Eres feliz, lo eres sin que te haya costado grandes esfuerzos, y nunca lo serás tanto como ahora. Por desdicha, algún día te darás cuenta cuando recuerdes este tiempo. La única verdadera autoayuda es esforzarse en descubrirlo. Yo lo supe una mañana en que comía sardinas asadas junto a mis dos personas preferidas en un chiringuito de la playa. Haber pretendido después de aquel momento que la felicidad era otra cosa no es solo propio de enfermos, es, sobre todo, un indicio de la falta de sabiduría propia de un neanderthal histérico.

4. Soy escéptico, pero no gilipollas. Creo que el mundo no tiene demasiada solución, que los débiles -a los cuales uno pretende defender- están hechos de la misma pasta que sus opresores, y que cada revolución gloriosa es el preludio de un Termidor insufrible o de un monstruoso Stalin... Y, sin embargo, no debemos ceder a la tentación de un desencanto tan arrollador que nos lleve hasta la pasividad. Es eso lo que esperan los mandarines, que abandonemos la partida, que aceptemos que si no fueran ellos serían otros los que abusarían. Que se queden con las ganas. 

5. Cada transformación profunda de las sociedades humanas ha sido producto de una tragedia insoportable. El mapa de una Europa medio civilizada y dispuesta a abrazar la Ilustración llegó a mediados del XVII con la Paz de Westfalia, resultante de una serie interminable de guerras y atrocidades que convirtieron el continente en un infierno. El New Deal y el estado keynesiano, que sigue pareciéndome una de las mayores genialidades de la historia,  fue la respuesta a la hambruna de la Gran Depresión. La Declaración Universal de Derechos Humanos se firmó tres años después de concluir la carnicería de la Segunda Gran Guerra. Ante la perspectiva de una calamidad medio ambiental de cuyas proporciones creo que no nos estamos haciendo idea, mi gran temor es que necesitemos oler de cerca el azufre del infierno para entender que debemos cambiar drásticamente nuestra forma de vida. Ojalá me equivoque, pero soy escéptico.  

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