Saturday, April 06, 2019

ALMODOVAR

Regreso al cine de Pedro Almodovar porque los dos nos hemos hecho mayores. Huí de él hace ya años, cuando empezó a parecerme demasiado in sider, cuando entendí que la necesidad de sostener su matrimonio con el éxito y la celebridad había abotargado su talento. Por casualidad asistí, con evidente desconfianza a su penúltimo film, "Julieta", y percibí que algo había cambiado: no me entusiasmaba, seguramente nunca lo había hecho, pero había vuelto a interesarme. 

En la mejor novela de Javier Cercas, "La velocidad de la luz", un personaje que identificamos con el propio novelista contesta, cuando le preguntan en EEUU por el español más afamado, que su cine le parece "una mariconada". El controvertido crítico Carlos Boyero ha hecho siempre gala de una especial animadversión por las películas de Almodóvar, que en el mejor de los casos le parecen soporíferas y en el peor irritantes y odiosas. Estas posturas se me antojan facilonas. Uno puede opinar lo que le apetezca, pero el cine de Almodóvar no es relevante sólo por la sobrevaloración que le otorgan las multitudes adocenadas, como cree Boyero, ni es un pastiche estridente por el que se agitan personajes ridículamente hiperbólicos en medio de tramas estrambóticas y saineteras, como parece creer Cercas. No soy fanático de Almodovar, pero creo que es más útil preguntarnos que es capaz de decir sobre nosotros este cronista dotado de unas prodigiosas antenas de detección.

Mi padre me dijo una vez que la vida no debe tomarse demasiado en broma ni demasiado en serio. La gracia de Pedro es que ha sabido fluctuar entre uno y otro extremo sin detenerse jamás en el término medio. Antes muerto que sencillo, todo es chillón y excesivo en sus argumentos y en sus personajes. Puede agotar, desde luego, pero eso ocurre porque detesta la planicie, lo gris, lo único que no es capaz de traducir a su lenguaje es la frialdad. Por eso su verdadero gran tema es el amor, o mejor, los desperfectos que el amor causa. Ahora, cerca de la ancianidad, Pedro ya sabe que el tiempo es la única verdad, un tiempo que nos devasta. "Dolor y gloria", su último film, no deja lugar a dudas al respecto: todos envejecemos obscenamente, sin delicadeza, a trancas y barrancas. 

Buscamos a menudo los defectos de su cine donde no los hay. No me creo la etiqueta del "profeta de la posmodernidad", entendida ésta como la banalización de todas las causas trascendentes, la celebración acrítica e irresponsable del agotamiento de la política y el compromiso. Quizá haya algo de eso en su filmografía, pero me temo que lo hay mucho más en la realidad, y la realidad, incluso para un aprendiz del surrealismo como Almodovar es irrenunciable. El mayor problema que sigue arrastrando su cine, desde mi punto de vista, es su bulimia. En cada uno de sus relatos, y en éste especialmente, hay un exceso de temas casi hemorrágico, incontinente... Se siente en la necesidad de tocar demasiados palos y eso desdibuja y debilita sus guiones. 

Insisto: ¿qué dice el cine de Pedro sobre nosotros? Se me ocurren varias cosas. Somos un país exterior, una península extrema de Europa. Procedemos de un éxodo rural gigantesco pero tardío, una revolución burguesa precaria y una democracia frágil y mal digerida. 

Sigo. Somos un país imprevisible. El 15M no se lo esperaba nadie. Al contrario que otras viejas naciones, nosotros no hemos tenido tiempo para cansarnos de la democracia ni para aburrirnos de la Unión Europea, a la que mirábamos desde siempre con ojos admirados y mendicantes. Y, sin embargo, tampoco hemos alcanzado la despersonalización con la que se nos amenazaba: nada es más hispánico que los personajes de Almodóvar. No se trata de toros y flamenco, Pedro, como Berlanga, como Buñuel, habla de aquellos que conoce desde niño, no hay trampa aquí. 

Hemos sido malos hijos, como su madre le dice a Salvador en un momento crucial de la película. Y tiene razón, somos un hatajo de maricones, nos hemos indisciplinado y hemos construido una sociedad en pleno desorden. Pedro nos perdona por ello porque se siente tan culpable como cualquiera de nosotros. Sufrimos con él el dolor de envejecer, pero no queda otra que seguir su consejo: supera tu bloqueo y resiste. 

He vuelto a Almodovar. Lo prefiero así, pues además me cae bien, siempre me cayó bien.   

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