Thursday, April 18, 2019

LA DÉCADA IMBÉCIL

Ustedes no se lo esperan porque no me estiman en lo que valgo y, además, secretamente desean que me vaya mal, pero estoy a punto de convertirme en una celebridad... sí, de esas que luego entrevistan en Telecinco. Si por mí fuera, me placen más las glorias futbolísticas, pero dado que Luis Enrique prefiere a Sergio Ramos -debe ser por los tatuajes- voy a probar en la Sociología. El plan es sencillo: acuño un concepto de mucha enjundia para definir la condición contemporánea -por ejemplo "postmodernidad", "sociedad tardoindustrial" o "tiempos líquidos"-, los tertulianos te citan... y, hala, a vivir. Yo ya tengo el mío. Sirve para calificar el decenio que se arrima a su conclusión: "la Década Imbécil". ¿Qué? ¿A que mola? Había pensado en "Década Gilipollas", pero lo deseché cuando mi agente me sugirió que no funcionaría en el mercado anglosajón. 

Los Diez prometían mucho en sus inicios, al contrario que los Cero, que empezaron amenazando con aviones que se estampaban contra nuestros morros, de manera que al final, entre los fanáticos y la crisis, casi agradecimos que el decenio no nos exterminara. Los primeros compases de nuestra década registraron un renacimiento de impulsos democráticos tal que uno llegaba a creerse aquella consigna genial de Juanjo Millàs: "Esto sólo lo arreglamos entre todos". Tengo dudas respecto a la contundencia con la cual se dan por sofocadas y fracasadas insurgencias como el 15M, Occupy Wall Street o la Primavera Árabe, por referirme sólo a los que obtuvieron presencia resonante en los media. No obstante, por lo que ha ido viniendo después, es evidente que los derroteros que tomó la década han ido hundiéndonos más y más en los abismos, esos en cuyas profundidades más cenagosas nos topamos con la pestilencia de Trump, Bolsonaro, el Brexit o Vox. 


Joaquín Estefanía insiste en que el recrudecimiento del autoritarismo siempre es la consecuencia de una revolución fracasada. Y, sin embargo, uno arrastra todavía el ilusorio prejuicio de que el mundo tiende a mejorar, que la sucesión de generaciones crea memoria y sabiduría y que, de alguna forma, el conocimiento tiende a acumularse. Seguramente es un simple relato, tan de ficción como cualquier otro, pero se me ocurre que la revolución iberoamericana merecía antes algo como el Subcomandante Marcos, Sandino o Lula que no como Maduro o Bolsonaro... O que después de Obama los yanquis no se buscarían un zote aún mas tóxico e impresentable que Bush jr... O que los británicos entenderían que aquello del Imperio ya queda algo lejos y que desgarrar Europa es precisamente lo que nuestros hostiles más desean,,,

Pero, verán, no es del neoautoritarismo global de lo que venía a hablarles. Bien pensado, si vivimos en la Década Imbécil no es sólo por nuestras decisiones políticas. 


En los últimos días, y por cuestiones familiares, he vuelto a pasar largas horas en uno de nuestros hospitales públicos. El paciente al que he acompañado, mi padre, para más señas, es octogenario y, como tantos ancianos, ingiere cerca de diez pastillas diarias por distintos conceptos. De no ser por todas y cada una de ellas probablemente estaría muerto. Lleva ya una cantidad considerable de intervenciones quirúrgicas por distintas patologías y su cuerpo contiene numerosas y alargadas cicatrices. Su calidad de vida no es la más deseable, pero no será tan mala cuando el caballero en cuestión parece muy convencido de querer prolongarla, incluso aunque ello le suponga duros y penosos pasos por el taller... y no precisamente para pequeños arreglos de chapa y pintura. 

Miren, estoy harto. Cada vez que diserto sobre lo que la medicina -y en general la ciencia moderna- ha hecho por mejorar la vida de la gente, resuenan las voces de la superstición con una contundencia que me hace imaginar la desfachatez con la cual el líder de una secta te invita a tirarte por un acantilado para que tu alma vuele en paz y escapes a las cadenas del materialismo. Soy el primero en proyectar sospechas sobre las maniobras de las corporaciones farmacéuticas, soy el primero que cree necesario cuestionar y vigilar la praxis clínica y exigir diagnósticos y tratamientos responsables, soy el primero que sabe que, a veces, las enfermedades surgen del hospital mismo o del exceso medicamentoso... y todo ello por no hablar del apresuramiento salvaje con que se dirimen las consultas, de lo cual por cierto los médicos se quejan a menudo. 


Hace trescientos años un hatajo de doctrinarios obtusos mortificaron largamente a Galileo para que abandonara sus investigaciones y se dedicara, como todo buen siervo de Dios, a rezar para que lloviera y para que las pústulas de los enfermos desaparecieran solas. Ha costado mucho obtener sociedades habitables, instituciones capaces de proveer las necesidades básicas de la gente y no dejarles a la intemperie al primer contratiempo -como pasó durante milenios-, pero ha merecido la pena porque resulta que hoy los niños no se mueren antes de cumplir los dos meses. Los Trump de turno sonríen cuando cuatro descerebrados afirman que hay que acabar con las vacunas, que las estatinas con las que se baja el colesterol nos van a matar más que el colesterol mismo, que los antidepresivos son un invento para volvernos drogadictos, o que si a uno le implanta las manos algún hechicero no le va a hacer falta la quimioterapia... sonríen porque tales majaderías les proporcionan la excusa que buscan para dejar a la gente indefensa y cargarse, para empezar, los seguros sociales.


No si ven dónde quiero ir a parar y por qué hablo de la "década imbécil". Todo este rollo tan feng-shui y tan gilipollicas no solo enriquece a los desaprensivos que te lo venden con la misma desfachatez con la que los buhoneros del far west vendían crecepelos. Lo peor es que despolitiza, lo peor es que distrae a la ciudadanía respecto de la vigilancia y el cuidado de aquellos bienes institucionalizados que le permiten vivir dignamente... que le permiten, incluso, pasar mucho tiempo pensando en capulladas. Por cierto, ¿nos hemos dado cuenta ya todos del timo de que la homeopatía es una puta estafa? 

Felices procesiones. 

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