Tuesday, July 28, 2020

A PROPÓSITO DE LA CARTA PUBLICADA EN HARPER´S

No creo que se hayan advertido en Europa las dimensiones de la tempestad que se ha montado en Norteamérica como consecuencia de la carta publicada en la revista Harper´s y que viene firmada por 150 prestigiosos intelectuales. 

Debemos tener en cuenta dos factores y saber asociarlos. 

En primer lugar fueron los campus universitarios norteamericanos los que lanzaron en los noventa la llamada "cultura de la corrección política". Este fenómeno habría propiciado un clima de higienismo moral cuyo alcance ha ido mucho más lejos de lo que los no norteamericanos podemos imaginar. Y ello a pesar de que, por ejemplo en España, escuchamos frecuentes quejas por un supuesto recorte en la libertad de expresión debido a procedimientos de censura amparados en nuevas formas de puritanismo. 

El segundo factor es que en la nación más influyente del mundo se vive una guerra cultural cuyos términos parecen estar muy claramente definidos. Así, frente a una trinchera asociada a los think tanks reaccionarios, el Tea Party, el Partido Republicano o el liderazgo de Trump, nos encontramos un nacionalismo desaforado que se identifica los llamados valores de América con la antiinmigración, el patriarcado o el fundamentalismo protestante. De otro lado, están las fuerzas progresistas, que asocian el American dream con la diversidad, cuestionan la crueldad del capitalismo salvaje, proponen la apertura amistosa del país al resto del mundo y se muestran tolerantes respecto al aborto, la libertad sexual o el mestizaje racial y cultural. 

Los firmantes de la carta no son un hatajo de reaccionarios. No lo digo solo por la presencia de  Noam Chomsky, a quien alguien puede pensar que su condición nonagenaria ha podido jugarle una mala pasada al firmar al lado de pensadores conservadores como Francis Fukuyama. Yo he leído mucho a Martin Amis y no tengo por sospechosos de talante autoritario a personajes como Fareed Zakaria, Michael Ignatieff o Margaret Atwood, con independencia de que pueda no compartir muchas de las ideas de cada uno de ellos. Por si hay alguna duda, entre los firmantes nos encontramos nada menos que a Salman Rushdie, todo un símbolo de la resistencia al fanatismo en el mundo contemporáneo. Seguro que hay algunos firmantes con muertos en el armario, pero a la inmensa mayoría no los conozco, por lo que tampoco voy a darle más vueltas.


Lo más inteligente que podemos hacer es leer la carta. Por más que regreso a ella, no acabo de ver motivo para el escándalo. Es más, me resulta muy difícil encontrar en el texto una sola idea de la que discrepar abiertamente. Habla de una ola de censuras, despidos y acosos masivos en el mundo universitario y el periodístico a personas que se expresan en público y que, sobre todo a raíz de los últimos disturbios raciales provocados por el asesinato de George Floyd, se han pronunciado en sentido divergente al supuesto consenso general. 


Una curiosidad: ¿cómo hablamos de consenso respecto a la lucha por la igualdad racial en un país gobernado por un racista? ¿Es que los progresistas de EEUU no tienen claro quienes son sus enemigos? Creo que esto sería largo de explicar; afecta a mecanismos de comportamiento muy asentados en un país de lobbies -no solo económicos-  donde la susceptibilidad y el victimismo se venden demasiado baratos, lo cual a menudo ahoga el debate y la posibilidad de la crítica real. 


Tengo una conclusión: la histeria de la ofensa permanente es un chollo para el capitalismo, pues por cada expresión supuestamente incorrecta por contener machismo, racismo o desprecio a, qué sé yo, los minusválidos, los naturales de Oregon o los que tienen pelo en las orejas, se nos escamotea una oportunidad para poner en tela de juicio la manipulación de las grandes corporaciones mediáticas, el poder de las multinacionales, la mercantilización de todos los órdenes de la vida... Me atrevería a decir que, con la histeria del neopuritanismo, caen incluso muchas de las posibilidades de crear formas institucionales de protección frente a la feminización de la pobreza, la discriminación de las minorías raciales o la creciente brecha económica, educacional y sanitaria. Estados Unidos es un país extraordinariamente rico y, a la vez, un escandaloso espacio de desigualdad, racismo, violencia y machismo... se diría que, para tener tantos otros problemas graves que resolver, sale demasiado caro expresarse en términos incorrectos. ¿No será que ambas cosas están relacionadas?


Acabo, y como no quiero aburrirles, abandono los USA para contarles algo, ustedes juzgarán si viene o no al caso, aunque yo creo que sí. Una buena mañana, como me aburría bastante, decidí poner en el ordenador de la sala de profes un fondo de pantalla de Betty Page, célebre pin-up  y mito erótico americano de los años 50. No duró ni veinte minutos. Dado que solo había una compañera en la sala, deduje que había sido ella quien eliminó la imagen en cuestión. Consideré, otorgándole una sensibilidad política de la que ahora sé que carece, que acaso las pin-up le parecían un símbolo de la cosificación del cuerpo femenino. Poco después probé con cierta imagen de la actriz sudafricana Charlize Theron, sentada desnuda -aunque con sus partes íntimas hábilmente ocultas- sobre una silla de lona. No sé si han visto esa fotografía, pero en ella se diría, sin connotaciones sexuales, que Dios se ha encarnado en el cuerpo de una hembra. Me la censuró la misma compañera. 


Soy más aficionado a los cuerpos femeninos que a los masculinos, pero, como deduje que el problema con Charlize era el mismo que con Betty, opté por intentarlo por tercera vez con una imagen de Marlon Brando en "Un tranvía llamado deseo" que haría dudar de su orientación sexual hasta a mi padre, al que tengo por varón de recio arraigo. El momento en que la misma compañera en cuestión me quitó -también- la imagen de Brando, descubrí que aquella interfecta tenía un serio problema: no era feminista, era mojigata. Había conseguido hacerme sentir como cuando en el cole, en pleno postfranquismo, la curiosidad por el sexo y los cuerpos desnudos provocaba oscuras culpabilidades... Españoles, el puritanismo ha vuelto. 


¿Saben lo más curioso? Que en los meses siguientes me dediqué a poner distintos fondos, ya no de cuerpos, sino de hombres-mono, celebridades con muecas dislocadas o caricaturas de políticos. Llegué a pensar que la tipa, además de mojigata, estaba como una puta cabra. Sobre todo cuando, un día, puse una fotografía de Humphrey Bogart y, al siguiente, otra de Nietzsche, y ambas desaparecieron al poco sin que yo llegara a verla perpetrar tan absurdo acto de censura. 


Otro compañero, muy divertido con el vodevil, me sacó del error: alguien con cierta responsabilidad de gestión en el Centro se dedicaba a quitar todos los fondos de escritorio que a cualquier miembro del claustro se le ocurría poner, fueran los que fueran. El motivo era que esta persona tenía miedo a que el inspector de Conselleria, las de la limpieza, los de la asociación de padres o cualquiera otra persona más respetable que yo que pasara por allí pudiera ofenderse con algún detalle inadecuado que apareciera en los PC. Me cuesta pensar que a alguien le ofenda un retrato de Nietzsche, pero como si pones en mi sala de profesores la imagen de una caja de cerillas o de un pavo asado también te lo quitan, lo que aparece siempre es el fondo neutro. 


¿Saben lo más curioso? Que ese fondo neutro no es inocente. Con él hacemos publicidad de Microsoft, Huawei o cualquier otro de los gigantes que nos espían, nos explotan y, probablemente, cuando les convenga, decidirán exterminarnos. 


Cuidado, un nuevo siglo promete mucho, pero llevamos ya dos décadas, y va camino en volverse muy pero que muy gilipollas, dicho sea con todos los perdones. 




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