LA TRIBU
No es necesario ser un héroe mitológico de la Antigua Grecia para tener que luchar alguna vez con una hidra. Este monstruo se define como un dragón de varias cabezas, cada una de las cuales, perfectamente coordinada con las demás –pues se trata en realidad de un único organismo- se lanza hacia usted dispuesto a soltarle la dentellada mortal. Yo he tenido esa sensación algunas veces. Amarrado a la silla en la que he tenido la inoportuna iniciativa de sentarme, un grupo de personas –normalmente mujeres, perdonen la incorrección política-, muy seguras de la fortaleza de los vínculos afectivos que les unen, se dedicaban a interrogarme por ciertas opiniones, actividades o querencias en las que yo incurría, un poco como si se tratara de las jerifaltes de aquel inquisitorial Ministerio de la Verdad del que hablaba Orwell en 1984. Mientras yo intentaba a duras penas zafarme de la pregunta de una, ahí aparecía la otra para bloquear el camino de salida… si reculaba me esperaba la tercera para rematarme. Da igual que uno tenga razón y las arpías sean un hatajo de imbéciles: forman una tribu, y la tribu siempre tiene razón, luego yo, que tengo la imprudente costumbre de valerme sólo, soy un cerdo.
Son tantas las veces en que a lo largo de mi vida he tenido problemas con una tribu que, en ocasiones, me siento un poco como ese explorador que huye del poblado de indígenas porque ha ofendido al hechicero por no comerse las hormigas caramelizadas que le ofrecían en un ritual religioso, con que tiene que salir por patas porque ya han empezado a preparar el caldero en el que van a cocinarlo para terminar comiéndoselo (seguramente empezarán por los testículos, por aquello de apoderarse de la fuerza viril del enemigo devorado, lo he visto en películas).
Mi primera novia formal, Broncelianda, por ejemplo, formaba parte de eso que se llama un grupo de amigos. La primera vez que pude consumar el romance fui incluso bien recibido… cuando la cosa cogió pinta de degenerar en lazos más permanentes –yo soy un tipo serio, qué se han creído- empezaron a desatarse las hostilidades. Tuve poco menos que convencer de mi bonhomía al jefe de la tribu y a la mejor amiga de mi amada, además de adoptar las maneras adecuadas para no romper la armonía general del grupo. Pese a todo, en una de estas acampadas donde la gente joven demuestra que no sabe vivir sin sus padres, de los que todos dicen estar tan hartos, escuché aquello de “esta excursión no está saliendo bien porque hay mucho rollo de parejitas”, lo cual no tengo duda de que me aludía por mi empeño monógamo por salir con Broncelianda y asestarle mordiscos en el cuello. Yo fui culpable de descomponer como un virus la salud de hierro de aquella gran familia Manson, pero, tranquilos, porque la pagué bien cara, cuando Bronceliande me dejó para marcharse con un tal Berengario, la tribu tuvo a bien perdonarla por su nefasta época conmigo y la asistió y asesoró a cada momento, todos con los oídos bien aguzados para escuchar cuál era el sonido que hacían mis huevos recién cortados al caer sobre el suelo. Broncelianda regresaba al rebaño.
Pero estos no son exclusivamente asuntos de adolescencia. ¿No han escuchado alguna vez a una mujer –insisto en que son actitudes más extendidas entre ellas- aquello de “nosotras queremos mucho a…”? ¿Y por qué no hablas por ti, cenutria, o es que tenéis el corazón unido por el ventrículo derecho y al cirujano se le olvidó operaros al nacer? Ah, claro, pero eso es, tienen el mismo corazón y mi condición de bárbaro sin sentimientos me impide entenderlo… es como aquello que cantaba Fofito de “no hay nada más lindo que la familia unida, sentir palpitar la misma sangre, sentir que es uno solo el corazón”.
Lo mío contra las tribus debe tener algo de fobia adolescente. Cuando trataba con algún grupo de listos de mi clase, era frecuent la broma del grupo de inciados hacia alguien que, como yo, solía ir por libre... Siempre el concurso por sobresalir entre los demás haciéndose el gallito, siempre esa pose de mamíferos caminando por el patio como la Patrulla X a ver si impresionaban a las chiquillicas, que acostumbraban a desconfiar de quienes no aparecían formando parte de algún tipo de rebaño. Curiosidad: cuando después tratabas con cualquiera de ellos en privado resultaban ser tipos entrañables, lleno de sensibilidad y capaces de trasladarte sus tormentos interiores más profundos. ¿Cuál era el “de verdad”? Nunca lo supe con ninguno de ellos, pero el fenómeno se repetía con frecuencia y siempre despertó mi reflexión.
Creo que es esta la razón por la cual tiendo a eludir los vínculos intensos con cualquier tipo de tribu. Hay algo en las agregaciones humanas supuestamente espontáneas y supuestamente emocionales que me provoca una profunda desconfianza. Esto no debe ser mal entendido, no soy un oso cavernario y no siento ganas de suplicarle a Dios que aniquile a la especie humana más que un par de horas por las mañanas cuando aún no he tomado el café y por error pongo la COPE. Me gustan pese a todo mis congéneres y soy sinceramente capaz de experimentar profundos sentimiento de afecto y admiración, a veces en mucha mayor medida de lo que me suponen quienes creen que odio a todo el mundo. Es como aquello que contaba Woody Allen.
“Ese chiste, ¿recuerdan?: un chico va a al médico diciendo que su hermano está loco porque cree ser una gallina… ¿y por qué no lo interna en un manicomio?, dice el médico… no puedo, necesito los huevos, contesta finalmente… Así es como veo yo las relaciones humanas, creemos que los demás están todos locos, pero necesitamos los huevos.”
Seamos sinceros, necesitamos los huevos, y no me refiero solo a aquellos bienes materiales que nos proporcionan los demás miembros de la comunidad… los necesitamos espiritualmente, incluso aunque no lo creamos. Otra cosa es que sea recomendable formar parte de una tribu. Los grupos son un refugio magnífico, por eso hay judíos, comunistas o boy-scouts, y por eso los de la comisión fallera de mi barrio o los Testigos de Jehová llaman al timbre de mi casa de vez en cuando… saben que lo que ofrecen –la posibilidad de hacernos sentir acompañados… a nosotros que estamos tan solitos- es un capital sumamente apetecible. Formar parte de un grupo ofrece réditos de todo tipo. Uno accede antes a la información que importa, pone a la hidra en posición de combate contra aquel que ose atacar a uno de los nuestros –la caballería al rescate se llama eso en los western- y provoca un cierto efecto de admiración entre algunos ingenuos, deseosos de ser admitidos como una cabeza más de la hidra. Aunque puede pasar como a mis primos, que los echaron de una tribu de guais con cajas destempladas hace veinte años cuando se vistieron de Burberry y alguien les dijo “vosotros fuera, que no sois pijos de verdad como nosotros”.
Tiene otro inconveniente, para mí insoportable: la pérdida de la independencia de criterio que por lo general afecta –sin que se den cuenta- a quienes ya no son capaces de imaginar la vida sin la asistencia permanente de sus queridos amiguitos, hermanos o correligionarios. En ocasiones, he percibido que cierta opinión completamente infundada sobre mí, sobre mis afectos, mis aspiraciones, mi pasado – normalmente negativa- hacía misteriosamente fortuna entre un grupo de personas –por ejemplo alumnos míos o familiares o compañeros de trabajo- y se asentaba hasta el punto de darse completamente por hecha, y ello a pesar de ser una absoluta falsedad, y lo que es peor, una completa soplapollez. Así, yo puedo estar completamente dominado por la voluntad de una mujer tanto como ser poco menos que su déspota, puedo amar locamente a mis padres tanto como ser el mayor desapegado de la historia, puedo querer intensamente a mis alumnos tanto como convertirlos en víctimas del mayor de mis desprecios… cualquier cosa de mí puede ser creída siempre que la defienda algún idiota con ascendiente en el seno de una tribu. De mí –pásmense, pero no demasiado, porque también les pasa a ustedes- hay quien piensa que soy más bueno que San Inocencio y completamente ajeno a cualquier forma de perversión… y hay quien piensa que soy el mayor sádico hijo de zorra que camina por el mundo. Si la cosa me importara mucho o si tuviera la imprudencia de considerarme alguien importante, organizaría un cónclave o al menos un debate al estilo monástico medieval para resolver la querella y saber de una vez por todas quien demonios soy, pero sospecho que quienes de vez en cuando me hacen formar parte de sus conversaciones no están tan interesados en mí como para molestarse, les basta con rajar de mí o con perdonarme la vida de vez en cuando en privado. Y hacen bien.
Algunos sociólogos, por ejemplo Michel Maffesoli celebran el fenómeno contemporáneo que bautizan como “retribalización de la sociedad”. Superada la imagen heredera de la Ilustración del “sujeto racional” y que se erige en dominador y déspota del mundo a través de la ciencia y la técnica, el hombre postmoderno estaría abandonando esa condición aislacionista y neurótica para recuperar su lugar en las nuevas formas tribales, cuya inclinación al vestuario grupal, las fiestas masivas, citas en calles, tatuajes… no son sino los síntomas de nuevas demandas emocionales y afectivas, de la necesidad, en suma de sentirnos parte de una comunidad. No dudo que tal necesidad sea legítima, precisamente porque yo soy el primero que “necesita los huevos”. Me parece sin embargo peligroso saltar tan rápidamente por encima de lo que me parece la mayor de las conquistas de la historia: el individuo libre con independencia de criterio, la autonomía moral.
Algunos sociólogos, por ejemplo Michel Maffesoli celebran el fenómeno contemporáneo que bautizan como “retribalización de la sociedad”. Superada la imagen heredera de la Ilustración del “sujeto racional” y que se erige en dominador y déspota del mundo a través de la ciencia y la técnica, el hombre postmoderno estaría abandonando esa condición aislacionista y neurótica para recuperar su lugar en las nuevas formas tribales, cuya inclinación al vestuario grupal, las fiestas masivas, citas en calles, tatuajes… no son sino los síntomas de nuevas demandas emocionales y afectivas, de la necesidad, en suma de sentirnos parte de una comunidad. No dudo que tal necesidad sea legítima, precisamente porque yo soy el primero que “necesita los huevos”. Me parece sin embargo peligroso saltar tan rápidamente por encima de lo que me parece la mayor de las conquistas de la historia: el individuo libre con independencia de criterio, la autonomía moral.
Sartre tenía razón: estamos solos. Solos para decidir y para construir nuestra vida. Como el disco con música de Mozart que pusieron en una nave espacial por si algún lejano poblador del cosmos quería conocer a la especie que habita el tercer planeta más cercano a la estrella del sistema solar, sonamos en la inmensidad del cosmos sin que nadie nos escuche. Sabré más de la vida el día en que yo mismo me convenza de ello. Moriremos en el olvido, o seremos recordados por cosas que en realidad no “éramos nosotros”. Igual sucede en vida, nos quieren, a veces quienes menos imaginamos, y por razones que tienen más que ver con nuestra debilidad y nuestra timidez que por aquello por lo que “merecemos” ser amados. Nos odian igualmente por verdaderas nimiedades, a pesar de que nos han perdonado cuando cometimos las mayores monstruosidades. Extraña especie la de los descendientes de Altamira, simio cobarde y engreído, demasiado confiado en la protección de sus congéneres.
9 comments:
David, buen día, buen post.
¿Tienen los blogs connotaciones tribales? En alguno he observado como existe un núcleo duro, una élite, que se pasea por el blog con arrogancia y contundencia, cual pandilla poderosa en el patio del colegio. Una parte significativa de su tiempo la pasan en la tribu: sus intervenciones a lo largo del día son numerosas y continuas, casi adictivas. Funcionan solidariamente, se alaban mutuamente, y atacan corporativamente a quien se atreve a disentir de alguno de sus miembros. Cómo llegar a ser miembro de la tribu del blog, es una incógnita. Las más de las veces, los que se asoman al "patio" observan y escuchan -leen- (excluyo a los gamberros trolls), a los habituales contertulios, calladitos, sin atreverse a intervenir por miedo a no ser aceptado en el grupo (caso de quienes disienten o de aquellos que, sin más, son ignorados: "no están a la altura". Otras veces, "el nuevo" es considerado digno de ser acogido y se le da la venia para que ingrese en la tribu. En suma, al hilo de tu post me ha venido a la cabeza este paralelismo, que someto a la consideración de todos: ¿pueden ser los blogs una de las nuevas formas tribales de relación del espacio virtual?
Saludos calurosos.
Ana C.
¿Pero cómo?, ¿esto no era un blog sobre Sexo en Nueva York en el que escribía gente enfadada por no haberla entendido? Don David, me ha decepcionado ....¿¿¿!!! pero de qué habláis, insensatos!!!???... ¡Queremos que vuelva Carrie!
Me gusta la entrada, me gusta esa progresión de lo particular a lo general que has hecho invirtiendo la estructura de Las Coplas de Manrique. Pero Manrique no hacía chistes en su elegía, qué poco sentido del humor. Me gustan los chistes, me gusta llegar al punto en que puedo reírme de una situación que me toca los huevos que pongo. Pero hay algo con lo que no estoy de acuerdo. Por supuesto, no creo en tribus de adultos, ni siquiera de adolescentes, sólo las tribus de niños tienen sentido, las otras ya tienen demasiados, sentidos, digo.
Todos, absolutamente todos, quisiéramos, como el padre de Manrique, que al menos nuestra tribu nos recordara. (Y si es por el tamaño de nuestros OO, mejor... jaja).
No me gusta este comentario, te lo dejo porque sé que hemos hablado de esto.
Hola, Álvaro, lo de la hidra no es mío, como bien sabes, pero los amigos están para prestarse cosas. Yo también creo que lo de las tribus habría de acabarse con la adolescencia, lo demás es en todo caso amistad, pero la amistad no es hacer piña por el territorio cada vez que a algún despistado se le ocurre atravesar ciertas tierras, supongo que me entiendes. David
Querido anónimo, la gente que escribió algo críticamente sobre lo de Carrie no lo hizo, como tú presupones, por "no entender los artículos", sino porque el tema , creo recordar, les parecía poco relevante, opinión que no compartí pero que me parece defendible. El tema me interesa y me gustaría publicar algo al respecto, pero no deja de ser escribir sobre un icono social al que detesto. Es un poco como escribir sobre Madonna, me seduce tanto como una calabaza, pero el poder para crear y difundir signos de éxito merece siempre ser analizado.David.
Hola, Ana C., gracias por tu amabilidad y por no caer en el sarcasmo, que suele ser lo más fácil.
Te voy a poner un ejemplo que conozco y que sospecho que no se aleja de la experiencia que insinúas. En el blog de Justo Serna, que como ves tengo linkeado y que siempre recomiendo, encuentro uno de los dos fenómenos que dices. Por una parte, aparecen trolls con frecuencia, entendiendo por tal a un tipo que se oculta tras el nick para crear un presunto efecto de provocación, insultar al autor o a otro contertulio, o simplemente exponer opiniones más o menos radicales evitando las posibles consecuencias que supone identificarse. Con una generosidad que no entiendo, Justo deja que salgan publicados personajes como un tal Paco que lleva años ironizando estúpidamente sobre cada uno de sus artículos. Con todo, este tipo de gente termina significando muy poco en nuestras vidas.
Lo del funcionamiento solidario de las tribus de blog es más sutil. En una ocasión lancé en uno una opinión relacionada con el terrorismo y tuve la sensación de haberme echado encima no a una sino a varias personas a la vez. Mi opinión sería obviamente discutible, pero las únicas monstruosidades que se dijeron no salieron de mi teclado. Ahora bien, como eran ideas defendidas a la vez por varias personas, resulta que el descabellado era yo. Desde entonces, y como mi religión me prohibe enviar anónimos o cambiar o ponerme sobrenombre, decidí no opinar en este tipo de foros sobre temas como ese. Viva la democracia. Y no te hablo nada de ciertos foros ultras. Prueba por ejemplo a defender el matrimonio gay o cualquier cosa por el estilo en ciertas webs defensoras de la familia y verás cómo se las gasta la cyberbarbarie.No hace falta en cualquier caso irse a internet. Los consensos tácitos son una de las más sutiles formas de fascismo, y uno puede vivirlos en el trabajo, en la familia...Fue un consenso de este tipo el que hizo que los alemanes votaran a un monstruo como Hitler o el que nos hizo pensar que en la Antigua Yugoslavia no estaba pasando gran cosas, de ahí que consintiéramos el genocidio, a lo que se añade ahora el consenso que hace que con deterner a Karadzic ya estén todas las heridas restañadas. Te sorprenderías del consenso que hay entre los alumnos de un grupo, y a veces entre sus padres, para consentir e incluso jalear una situación de acoso a otro niño.
Piensa en los lobbys, grupos de interés que se dedican a hacer presión sobre los políticos para beneficiar al capital judío, a las tribus de grandes empresas farmacéuticas, a los que venden armas.
Creo que deberíamos cuestionarnos casi todo lo que escuchamos... por sistema. Gracias de nuevo por leer.David.
Hola, Ana C., gracias por tu amabilidad y por no caer en el sarcasmo, que suele ser lo más fácil.
Te voy a poner un ejemplo que conozco y que sospecho que no se aleja de la experiencia que insinúas. En el blog de Justo Serna, que como ves tengo linkeado y que siempre recomiendo, encuentro uno de los dos fenómenos que dices. Por una parte, aparecen trolls con frecuencia, entendiendo por tal a un tipo que se oculta tras el nick para crear un presunto efecto de provocación, insultar al autor o a otro contertulio, o simplemente exponer opiniones más o menos radicales evitando las posibles consecuencias que supone identificarse. Con una generosidad que no entiendo, Justo deja que salgan publicados personajes como un tal Paco que lleva años ironizando estúpidamente sobre cada uno de sus artículos. Con todo, este tipo de gente termina significando muy poco en nuestras vidas.
Lo del funcionamiento solidario de las tribus de blog es más sutil. En una ocasión lancé en uno una opinión relacionada con el terrorismo y tuve la sensación de haberme echado encima no a una sino a varias personas a la vez. Mi opinión sería obviamente discutible, pero las únicas monstruosidades que se dijeron no salieron de mi teclado. Ahora bien, como eran ideas defendidas a la vez por varias personas, resulta que el descabellado era yo. Desde entonces, y como mi religión me prohibe enviar anónimos o cambiar o ponerme sobrenombre, decidí no opinar en este tipo de foros sobre temas como ese. Viva la democracia. Y no te hablo nada de ciertos foros ultras. Prueba por ejemplo a defender el matrimonio gay o cualquier cosa por el estilo en ciertas webs defensoras de la familia y verás cómo se las gasta la cyberbarbarie.No hace falta en cualquier caso irse a internet. Los consensos tácitos son una de las más sutiles formas de fascismo, y uno puede vivirlos en el trabajo, en la familia...Fue un consenso de este tipo el que hizo que los alemanes votaran a un monstruo como Hitler o el que nos hizo pensar que en la Antigua Yugoslavia no estaba pasando gran cosas, de ahí que consintiéramos el genocidio, a lo que se añade ahora el consenso que hace que con deterner a Karadzic ya estén todas las heridas restañadas. Te sorprenderías del consenso que hay entre los alumnos de un grupo, y a veces entre sus padres, para consentir e incluso jalear una situación de acoso a otro niño.
Piensa en los lobbys, grupos de interés que se dedican a hacer presión sobre los políticos para beneficiar al capital judío, a las tribus de grandes empresas farmacéuticas, a los que venden armas.
Creo que deberíamos cuestionarnos casi todo lo que escuchamos... por sistema. Gracias de nuevo por leer.David.
David, gracias a ti por este espacio, por dedicar tiempo a que las personas se formen, informen y piensen.
Lo del sarcasmo, no lo entiendo. No hay lugar para él después de leer tu post, ni es mi estilo. Y, bueno, si, adecuados paralelismos los que traes a colación. Consensos tácitos, grupos de presión, en suma, foros, blogs, prensa... que aglutinan pareceres similares, ¡y ojo con discrepar! Curioso que este tipo de tertulias virtuales se preconicen como foros de discusión. Decepciona constatar que hasta en ciertos niveles se puede funcionar en plan tertulia de taberna: "si no piensas igual que todos, a qué vienes aquí". Uf, si, viva la democracia.
Saludos cordiales para ti y tus lectores.
Ana C.
P.S. En lo que mi atañe, el tema del anterior post no me pareció irrelevante. Otra cuestión es que considere que, al igual que pasa con muchas obras de arte contemporáneo, dejarías sorprendidos a los mismísimos guionistas con las detalladas interpretaciones y extrapolaciones subsiguientes que haces de la serie y de la peli.
Simplemente, gracias, Ana, lo del sarcasmo no va por ti, claro.David.
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