Thursday, August 07, 2008

















RAQUEL Y SU HIJO

Raquel, cajera de un conocido hipermercado, acaba de ganarle un juicio a la empresa. La manera que sus empleadores tienen de entender eso tan bonito de la flexibilidad en los horarios equivale en la práctica a aquello de “tú vienes hoy de madrugada, mañana por la noche y, al día siguiente, cuando me salga a mí de los cojones”… en suma, que la flexibilidad, presentada por los apologetas del nuevo capitalismo postmoderno como la manera de que el empleado adapte el trabajo a su vida y no su vida al trabajo, es en realidad una excusa para convertirnos a todos en siervos entregados al máximo de rentabilidad. Sospecho que la razón por la que Raquel aparece cargada de razón en los medios informativos –y acaso la razón por la que un juez ha sentenciado en su favor- es la imposibilidad material de atender a su pequeño hijo, entre otras cosas por la imposibilidad obvia de adaptar el horario de la guardería al de su "flexible" puesto de trabajo, con contrato indefinido. Es cuestión de preguntarse si se hubiera visto con la misma simpatía a Raquel si hubiera basado su denuncia en algo menos cristiano que tener familia, por ejemplo en querer disfrutar de su tiempo libre sin estar continuamente a expensas de las abusivas exigencias de la empresa.

Creo que cualquier persona bien nacida entiende que los derechos de Raquel estaban siendo conculcados, y que por tanto lo están siendo también los de miles o millones de españoles para los cuales tener un hijo es al parecer una osadía altamente punible, un irresponsable capricho que, lejos de beneficiar a la empresa, no deja de crearle inconvenientes. Perdonen el cinismo, pero es imaginable la postura del empleador: primero el embarazo y sus consiguientes “disfunciones” físicas y psicológicas –por si no fuera bastante la merma de rendimiento que según estudios internos de la empresa produce mensualmente el síndrome premenstrual-, después el parto y la lactancia… y el resto de la vida las obligaciones del cuidado y manutención… Si por las empresas del turbocapitalismo fuera se prohibiría la maternidad.

Este es un planteamiento que no se habrían hecho las viejas industrias del fordismo, conscientes de que la creación institucionalizada de la familia estabilizaba la vida del trabajador y le hacía por tanto más productivo, y que la aparición de la prole constituía la promesa de sucesión en la ocupación del puesto desempeñado por abuelo y padre en la mina o la fábrica. ¿No hace falta sucesión generacional ahora? Quizá más que nunca, con unas naciones europeas que envejecen a la carrera en la lógica del crecimiento cero, pero vivimos en una cultura del “ready-made” en la que, siendo la rentabilidad inmediata la única lógica dominante, la posibilidad de pensar a largos plazos es poco menos que la impostura de un loco.

Ahí lo tenemos: quedarse embarazada, con lo que le cuesta la gestación al mamífero que somos, y tener después al niñorro –atadura para toda la vida- es una locura. ¿Que nos quedaremos sin gente si no protegemos a la familia? Sí, pero eso es como lo de la ecología: para cuando los desechos nos maten ya estaremos muertos. Además, para eso están los inmigrantes… ¿qué creíamos?, nadie está más a favor de la inmigración que la clase empresarial… mano de obra dócil y barata… la mayoría de las veces sin tener que hacer contrato ni seguros…qué bien. ¿Son personas muy de derechas las que después acusan a los ecuatorianos y compañía de colapsar la Seguridad Social? Sí, pero nadie ha dicho que ser reaccionario, racista e intolerante equivalga a ser consecuente. Otra curiosidad en ese sentido: en donde yo trabajo, suelen ser los que más “defienden” a la familia quienes sistemáticamente esquirolean las huelgas, incluso aquellas que reivindican derechos de maternidad… por lo visto prefieren manifestarse los domingos con los obispos contra el matrimonio gay o el aborto.

No nos dejemos engañar. En Inglaterra se está llevando a cabo una campaña para prestigiar la imagen de los en USA llamados “mac jobs”, empleos altamente precarios normalmente vinculados a la comida rápida y que por tierras británicas son denominados sin ingenuidades como empleos-basura. Sospecho que el gobierno británico debe haberse rodeado a tal efecto de psicólogos conductistas, es decir, expertos en ciencias del comportamiento cuyo principio básico es que todos somos imbéciles menos ellos, y que cualquier opinión o deseo es susceptible de implantarse en nuestras mentes si se aplica el adiestramiento adecuado. Temo que lo van a tener tan difícil con el prestigio de los mac jobs como lo tendrían con el de Hitler, las minas anti-persona o el cáncer de páncreas. Cualquiera conoce a alguien que ha aceptado un empleo en un lugar de este tipo –da igual Inglaterra, los USA o España-: lo peculiar de esos modelos empresariales es que son “globales” en toda la extensión del concepto, es decir, aplican un modus operandi absolutamente idéntico en todos los contextos… y cualquiera sabe, por tanto, que tales trabajos tienen sentido durante un corto espacio de tiempo. ¿Por qué? No porque sean “empleos juveniles”, ideales como suele decirse para compatibilizarlos con estudios o disfrutar del ocio, sino porque son empleos cutres. Este tipo de lugares gozan de cierta imagen de familiaridad entre los jóvenes porque los han adiestrado como clientes desde niños… pero en el momento en que aceptan ser empleados por ellos, es cuestión de horas que se den cuenta de que lo último que desean en la vida es quedarse allí para siempre.

Esta lógica de la transitoriedad y de la no implicación “espiritual” en el trabajo oculta un transfondo cuya toxicidad no es percibida fácilmente por el joven trabajador. Su condición como empleado está completamente atomizada, no puede exigir ni reclamar mejoras ni en muchos casos siquiera pensar en sindicarse. La certidumbre que le acompaña desde que lleva pocos días en el sitio, aquello de “en cuanto pueda, me voy”, está perfectamente amortizada por la empresa, que sabe que siempre va a disponer de otros jóvenes o inmigrantes frescos para el relevo y dispuestos a aceptar un trabajo “temporal”, es decir, un trabajo de mala calidad.

El sociólogo alemán Ulrich Beck habla de la “brasileñización del trabajo”; el americano Eric Schlosser ha popularizado el concepto de “macdonalización de la sociedad”. En ambos casos se advierte del peligro de que los mac jobs hayan sido en las últimas décadas no tanto un espacio cerrado de empleo juvenil, como un laboratorio de las nuevas relaciones laborales, las cuales habrían ido extendiéndose por capilaridad a los restantes ámbitos del mundo del trabajo. Lo precario, lo desinstitucionalizado, lo desregulado, la desprotección pública del trabajador, la asimetría sin contrapesos del empleado frente al capital…podría no ser el estadio tercermundista que dejamos atrás, como solemos creer quienes nos hemos educado en la lógica del Estado del Bienestar, sino más bien el horizonte hacia el que nos encaminamos.

Quizá sea demagógico recordar que las grandes fortunas del mundo crecen exponencialmente y que cada vez hay más pobreza por todas partes. Pero acaso sea una buena manera de acordarse de que el empleo no es un lujo ni un regalo que se nos hace y que hemos de agradecer incondicionalmente, que la riqueza desmesurada sólo se mantiene al precio del deterioro ecológico y de la pobreza de los más, y que los paraísos fiscales, los negocios de armas, drogas o prostitución o la pura especulación son productoras de muerte y miseria tan potentes como aquellos jinetes del apocalipsis que poblaban las pesadillas del hombre medieval.

Y quizá sea bueno, sobre todo, en honor a Raquel, que tuvo agallas para defenderse del cíclope, plantearse que las empresas no son “éticas”: son rentables o no. Si algunas asumen discursos éticos es porque tal estrategia puramente simulacional mejora su imagen y resulta por tanto rentable… pero explotan tanto a sus trabajadores como las que presentan descarnadamente su falta de principios. Son las instituciones quienes deben obligar a las empresas a no convertir en una mierda la vida de sus trabajadores. Y somos los ciudadanos quienes fortaleceremos las instituciones. Si no nos damos cuenta del peligro que corremos de que se precarice no solo el empleo sino también la vida, cuando queramos reaccionar será demasiado tarde.

Enhorabuena, Raquel.




7 comments:

Anonymous said...

nota del autor. Las distintas imágenes que aparecen son puramente propagandísticas varias de ellas. Hay un chiste de Forges, genial por cierto, y un fotograma de la inolvidable "Tiempos modernos". Revisando la noticia que se conoció este semana sobre el juicio ganado por Raquel contra su empresa, que podéis encontrar en la hemeroteca de El País, reconozco una expresión abusiva en mi artículo. Raquel trabaja con el mismo turno durante la semana, pero este turno es variable -altamente variable, por lo que veo- de una semana a otra. De esta forma, Raquel, como tanta gente, ve atravesar su horario en el mismo mes por todas las franjas horarias, léase diurno, vespertino o nocturno. Si por la empresa fuera, el turno variaría de día en día, estoy seguro.

Las leyes, los sindicatos y los tribunales estarán vendidos al poder, como dicen lo radicales que conozco-algunos por cierto muy bien acomodados en la vida- pero es lo que tenemos para hacer frente a los abusos, debemos apoyarles, y el juez que ha decidido en favor de Raquel es un hombre justo. David.

Anonymous said...

Buen día veraniego a todos.
Ay Raquel, Raquel. Esto le pasa por no ser ejecutiva en Manhattan (o en cualquier otro sitio, incluido éste) o la nueva esposa de un Presidente francés. Si lo fuese, como Carrie y sus amigas o la cantante en cuestión, no tendría esos quebraderos de cabeza. Tendría una niñera mexicana o ecuatoriana que se ocuparía full time de su niñito, al que no vería más que acostado, o en findes y vacaciones (eso si, siempre auxiliada por la tata), y no le preocuparía esto de la conciliación y demás zarandajas... A las mamás y a los papás (sobre todo a ellos, aunque del papá del niño de Raquel nada se sabe, debe de tener mucho tiempo para ver a su bebé)ejecutivos no se les ocurre montarle demandas a sus empresas porque quieren estar más tiempo con sus hijos: las altas tareas que desempeñan tienen estos peajes y los asumen (ayudados por sus también altos sueldos). Además siempre tienen a mano aquella frase de la "calidad del tiempo" que dedican a la prole, que, obviamente, suple con creces la cantidad de tiempo que le dedican...
Saludos calurosos para los que aún queden por estos lares
Ana C.

Anonymous said...

Hola,

yo también he visto en la tele la noticia que inspira tu entrada de esta semana... Me parece un gran paso para los trabajadores -en especial para ella que llevará una vida más digna- pero el panorama hacia el que apunta me da ganas de llorar: jugarse el tipo por el derecho a vivir... cuando yo pensaba que, eso, ya lo tenía ganado cualquiera desde su mismísimo alumbramiento.

Perdona que no me entretenga mucho más a escribir sobre ello pero yo soy carne de "macjob" y, pensarlo, me pone muy triste... Lo peor es que yo suponía que, con el paso del tiempo y, a medida que acumulara formación y experiencia laboral, mis juveniles trabajos basura se acabarían transformando en trabajos dignos que me hiciesen sentir bien: más o menos relacionados con mi carrera, decentemente pagados (ni siquiera hablo de ser mileurista, que me parece un chollo),...; pero no ha sido así en absoluto, a medida que me hago mayor, y entro y salgo del mercado laboral (con una facilidad de vértigo), percibo también que la precariedad laboral se desplaza conmigo, extendiéndose en todas direcciones como una mancha de aceite que lo impregna todo, volviéndolo viscoso y denso. Me siento como si fuera a una fiesta y, al entrar, descubriera que llego tarde, y que las cosas buenas ya se han acabado: sólo me quedan canapés resecos, cerveza desventada y, por compañía, los borrachos que no tienen prisa por irse (¿a dónde ir?)...

Se cumplió lo que era de esperar en mi trabajo del Burger; en el curriculum estandar que la empresa proporcionaba a los interesados, se me preguntaba si estaba afiliada a algún sindicato o partido político; no hace falta ser un lince para contestar correctamente: no, no lo estoy (apostillas "soy demasiado joven", "no me interesa la política", "no creo en los políticos",...). Que quede claro que eres una persona sola, que no formas parte de una comunidad o proyecto más grande que tú, que nadie te va a ayudar (ellos saben que para hacer la guerra lo que que se necesitan son medios y tú no tienes ninguno, por eso has acabado allí... y, además, saben cuál es el capital del que dispones; se deben descojonar sólo de pensarlo), que quede claro que lo peor que les harás es marcharte cuando no lo soportes, pero nada más...

Hasta aquí, todo "normal". Lo que nunca imaginé es que a mis 31 años iba a acabar marchándome de una empresa íntimamente vinculada a la Universidad, en la que tenía un trabajo que hacía bien y que me gustaba, porque durante más de un año no me hicieron si siquiera un contrato de media hora -genial Forges!-... Cuando me marché tuve la "brillante" idea de hablar con alguien con un cargo importante dentro la Institución para explicarle alguna cosilla y esta persona me dijo textualmente: "La Universidad no tiene ninguna responsabilidad en ese tema porque nosotros no te hemos contratado..." y, también, "el único documento que podemos hacerte es una carta en la que diga que has colaborado con este centro universitario algunas mañanas..."...

Casi prefiero la crueldad el principio, en mi trabajo de burguer, al menos no hay glamour ni intelectualidad que justifique tanta sinvergonzonería y tanta corrupción; al pricipio todo era duro, todo olía a grasa pero nadie se rió de mi...

Anonymous said...

¡Pero, cómo! ¿Habéis vuelto a hablar de Carrie?, ¿y yo sin enterarme?... ¡Por fin lo habéis entendido!... Como me alegro de que hayáis entrado en razón...¡Ya veréis lo bien que lo vamos a pasar!...Carrie es lo más....

Anonymous said...

Había oído hablar Ana en algún lugar de eso de la "calidad del tiempo". Se habla con frecuencia de la "sobreatención" de los niños actuales y a mí más bien me parece lo contrario, les regalan todo tipo de cosas, pero no cuentan con la asistencia de los padres, y hay alumnos míos que se han criado con docenas de "baby-sitters" diferentes. No creo tampoco en el tiempo de calidad, me parece que si uno tiene hijos debe asumir que debe pasar mucho tiempo con ellos, incluso para pegarles broncas... a veces de manera continua. Otras opciones crean la paradoja de que el padre -se ve más en casos de divorcio- solo aparece para llevar al niño a Port Aventura un fin de semana y devolverlo después a casa, donde le espera el aburrimiento de la pesada de la madre recordándole la cruda realidad y el "comportate y no hagas tonterías".

Yo también ando por estos lares, y bien que me pesa, feliz verano pese a todo y gracias por escribir, Ana. David

Anonymous said...

Magnífico post, te llames Ismael o no. Yo creo que algún día cambiará tu suerte. Me cuesta creer que haya verdaderos ineptos que lo tienen increíblemente fácil y que todavía se quejan cada vez que un vientecillo los despeina, y que haya tantos como tú a los que parece que eso que "llaman empleo de calidad" opta por eludirles, convirtiéndose el trabajo en una especie de monstruo que te engulle y vomita una vez tras otra, como aquella piedra enorme que Sísifo subía a la montaña y que de inmediato volvía a caer, de manera que sísifo tenía que repetir el mismo esfuerzo partiendo de cero. Poética visión del dolor y la humillación a la que gente mucho menos valiosa que tú te ha sometido, al menos el texto que has dejado en mi blog, como quien abandona un mensaje en una botella el océano, es hermoso... seas quien seas.David.

Anonymous said...

Ana, que no se me olvide. Me alegra que te interesaras por Zygmunt Bauman. En una ocasión escribí a un célebre colaborador de El País para discutirle la despreciativa alusión que hizo a Bauman, por cierto sin dar ninguna explicación. Se dignó contestar y extendió su desprecio hacia mí... Después de eso me convencí -quizá esto le sirva a Ismael- de que un tipo que escribe páginas importantes en un gran diario y es profesor en la Facultad puede ser un pobre tipo gris y con una vida propia de un indigente, incapaz ni tan siquiera de respetar a sus interlocutores discrepantes... Que no nos pase a nosotros.

Si quieres un consejo,desoyendo las burlas del gañán periodístico, me parece importante "Amor líquido",de hace cinco años o así y que se vendió bastante. Es un tratado sobre la fragilidad contemporánea de los vínculos humanos. Cualquier otro libro me parece recomendable, aunque creo que insiste demasiado en publicar cada pocos meses, como queriendo aprovechar el filón. Creo que eso es lo que le ha granjeado últimamente una cierta imagen de impostor con éxito entre la sociología académica... En fin, leamos lo que nos guste y dejemos a los tipos tristes en sus lóbregas guaridas ganándose la jubilación a golpe de intriga.David.