El divertido affaire de la publicidad atea en los autobuses de Madrid tiene la virtud de sacarme de mis propios -y por lo general estúpidos- problemas cotidianos y de darnos una excusa para no apagar la tele o la radio después de presenciar una pequeña parte del horror de la Franja de Gaza. Quizá después de todo pueda hallarse un delgado hilo conductor. De igual manera que hay quien por aquellas infortunadas tierras se sacrifica reventándose con explosivos atados al vientre por alcanzar la beatitud, y hay también quien recurre a la condición mesiánica del Pueblo de Dios para justificar las mayores atrocidades de su ejército, se me ocurre que ya es demasiado largo el reguero de sangre que la historia deja de quienes no supieron adorar a los dioses convenientes.
No me gusta demasiado declararme ateo, ya que no tengo especial interés en cruzar tierras de demonios y tenebrosos océanos para predicar la buena nueva de que Dios no existe... No tengo en suma ningún interés en que mi prójimo se percate de que está desperdiciando su vida rezándole noche tras noche a la nada en medio de la soledad espantosa del rincón olvidado del cosmos en que se trama la aventura humana. Entre otras cosas, porque sospecho que los dioses a los que yo rezo tampoco me escuchan. Lo de "agnóstico" me parece una mariconada... En todo caso me seduce aquella fórmula del "paganismo" a la que se entregó Pessoa y que, en realidad, no se incomoda tanto por la presencia de dioses como por el aplastante imperialismo del monoteísmo. Como los viejos romanos, me gusta pensar que, cuando me levanto por las mañanas, me evito prudentemente ser señalado con cólera por el dedo de alguno de los pesos pesados del Olimpo... y entonces le saludo jovialmente pero sin postrarme tal que un siervo como manda la costumbre semítica.
A lo largo de mi vida, me han salido al paso duendes, genios engañadores, enanos que me indicaban el camino a seguir cuando estaba confundido y nobles caballeros que me hablaban desde el cuerpo de un pequeño simio del Norte de África por culpa de algún encantamiento. "Nunca será el mundo demasiado religioso", dijo Carlyle. No me interesa lo sobrenatural porque la vida de por sí me parece ya suficiente sortilegio. No me voy a la cama un solo día sin pensar en lo hechizado que a veces se presenta el paisaje, esa misteriosa electricidad en el ambiente y que me recuerda a la afirmación del viejo Tales de Mileto, siglos antes de Sócrates: "todo está lleno de dioses". Después de haber llorado ante la gigantesca obra humana de la Catedral de San Marcos o la Piedad de Miguel Angel, no necesito pensar que Dios mora en el interior de aquella o representa al cuerpo inerte que sujeta la Virgen en aquella.
Llevo tanto tiempo pensando en ese Dios en que no creo que me divierte leer la hipótesis de su existencia, tanto como la de su inexistencia, en los costados de un autobús. "Probablemente Dios no existe, disfruta de la vida". Me asalta la duda de si los autores piensan que los creyentes nunca se divierten o se pasan las noches fustigándose en modo penitente... Pero sobre todo, no dejo de preguntarme por qué alguien paga para colocar esa publicidad. "Ya va siendo hora de que los ateos hagamos proselitismo, la religión lleva toda la vida haciéndolo. " Tomarse demasiado en serio esta perspectiva me parece harto peligroso. Tan peligroso como tomarse demasiado en serio "El gen egoísta", obra que lanzó a la fama al genetista Richard Dawkins, quien a la sazón es el inspirador de la campaña de propagandas ateas en autobuses que se inició en Londres. En aquel ensayo, junto a didácticas y astutas formulaciones, se encontraba uno verdaderas fruslerías con las que, a fuerza de insistir en que los genes determinan incluso hasta las rimas de los sonetos de amor, uno llega a pensar si Dawkins no ha sustituido a Dios por los genes en la obsesión patológica por encontrar algún tipo de oráculo que nos lo explique todo, absolutamente todo. Quizá convenga en este caso recurrir a la mirada del laico antes que a la del ateo. El laicista, que no es necesariamente ateo, es el que entiende perfectamente que el problema no es la creencia, aquello que la conciencia libremente asume, sino la acción moral, esté o no vinculada a una determinada fe religiosa. No es ateísmo sino laicismo lo que nos falta.
En cualquier caso, no me parece menos gilipollez la de los creyentes de no sé qué asociación que se han apresurado a pagar publicidad de signo contrario para otros autobuses. "Dios sí existe. Disfruta de la vida en Cristo". Tengo dudas de que los creyentes vivan "en Cristo" a cada paso. La mayoría se parecen demasiado a mí, que no vivo en Cristo desde que cometí el pecado de mentirle a un cura confesor cuando me preguntó si me tocaba y yo le dije que no, y que además si lo hiciera seguro que no me gustaría, y que no miraba se-lo-juro-padre con deseo a las chicas del colegio de al lado y no sé qué marranadas más que el tipo parecía sumamente interesado en conocer... Los negocios de la Universidad Católica, la astucia con la que los colegios religiosos consiguen que se les subvencione su bonito negocio o la minusvalía moral de algunos ciudadanos de misa diaria con los que debo tratar cotidianamente, me hacen pensar que si, después de todo, resulta que el Crucificado sí era quien decía ser, no voy a ser de los primeros en chamuscarse con el fuego eterno. (De hecho, ya se equivocaron en el primer pronóstico, cuando me anunciaron que me saldrían pelos verdes en las manos si me la cascaba...Nunca me salieron)
Mi problema en realidad es que, como diría Nietzsche, la actitud de los creyentes se me antoja "humana, demasiado humana". Dijo Cioran que quienes decían sentir la presencia de Dios eran en realidad unos impostores: "Si yo creyera en Dios, correría gritando desnudo por las calles". Yo, por mi parte, sé que si creyera en Dios no iría poniéndolo por ahí en los autobuses.
Este tipo de polémicas me recuerdan a cierta pregunta de un examen de Ética: "¿Sería razonable una portada de periódico que anunciara Se descubre que Dios existe y que va a salvarnos?" También podría plantear la imaginaria portada si, después de todo, va a resultar que ciertamente existe el Supremo pero que ha decidido enviarnos a mamar y no salvarnos, -hala, os jodéis, ahora no os salvo-, en lo cual demostraría una sensatez propia de un tan consumado estadista. Tampoco parece que el actual modelo de democracia de mayorías internáuticas vuelva el momento muy propicio para decidir de forma plebiscitaria: más visitas a la web de los creyentes, gana que Dios existe; menos visitas, hala, se diluye en la nada, fastidiate, Dios. Este método para determinar la solución al viejo problema filosófico de la existencia de Dios tiene el problema de que habríamos terminado dándole la victoria -por número de visitas a la web- a la noticia de que Sharapova dice que le ponen cachonda los hombres con pasta o ese vídeo de You Tube que enseña en pelotas a la doble de Sarah Palin. También podría hacerse una votación radiofónica: "si usted piensa de que sí, pulse al uno, si piensa de que no, pulse el dos"... y al final va y sale de que no, de que no existe, y lo que es peor, no hemos de quedado sin lateral derecho para el partido del sábado.
Más allá de los deseos de expresarse libremente y proclamar públicamente la propia fe, yo creo que en este asunto nos encontramos con el mismo transfondo de casi cualquier otro que salte a los media: en la sociedad del espectáculo, la necesidad exhibicionista es voraz en proporción a la mórbida curiosidad con la que nos divertimos en nuestro papel de espectadores. Creyentes y ateos, o mejor, unos actores que han salido a escena para interpretar dichos papeles, han decidido entretenernos con esta imbecilidad durante unos días. Quizá Dios esté contemplándola desde su trono, lea el pasquín de los autobuses y se pregunte "¿Existo?" Es lo que yo haría si fuera Él, pues es incapaz de evitar que, a veces en su Nombre, la degollina de Gaza de un día sea superada por la degollina del día siguiente.
15 comments:
¿Y no crees, David, que el laicismo es otra gran patochada moral, por no repetir tu acertadisimo "mariconada", cómo apelativo al agnosticismo?
¿no crees que esa moral, a la que denuncias, que nos sepulta entre un lenguaje ininteligible, que nos invita a pensar de tal o cual manera, hasta el punto de infectar, incluso, las mentes de aquellos que aparentemente fueron vacunados, los filósofos, no hay más que atender a las últimas hornadas de los Gustavos Buenos o Savateres, invade también la esencia de lo laico?
¿sociedad laica es la que trata a todos por igual?,pues que bien... ¿no tiene en cuenta "su moral", ya te aplico yo la mia?, ¿la que bendice al ateo?, si estos no quieren ser bendecidos, o si...
no sé, amigo David, yo casi prefiero una sociedad libre, seguro coincidimos, y cómo mal menor y casi por la obligación de etiquetarlo todo, llamemosle acofensional, casi que reinventaría el término y votaría por multiconfesional, cabriamos todos y ninguno... patochadas mias.
Hola, querido Imperfecto -hay que ver, qué nick has elegido, dicho sea con todo cariño-. Me cuesta asociar el laicismo con personajes como Savater o Bueno, a los que es muy evidente que la edad y las penalidades les va pasando factura. Para mí, "laica" es aquella comunidad que se organiza institucionalmente como aconfesional. La idea es separar rigurosamente iglesia y Estado. De lo contrario, resulta imposible garantizar no solo el derecho de los ateos, sino incluso el de las creencias religiosas minoritarias. Tampoco es aconfesional o laico el Estado que, como sucedía con ciertos regímenes comunistas, se declara ateo, pues en ese caso se manifiesta la intención de las instituciones de perseguir a las comunidades de creyentes, o cuanto menos de anular su influencia sobre la vida civil, con lo cual yo estoy completamente en desacuerdo. ¿Es realmente aconfesional el Estado español? Si reivindicamos el laicismo es porque la aconfesionalidad que se proclama se abre por múltiples facuras. El famoso Concordato con la Santa Sede, la oscura cuestión de la financiación de la Iglesia Católica o el tema de la enseñanza privada me hacen dudar seriamente de que la religión esté ciertamente disociado de las instituciones públicas.
... o la puñetera misa que ponen en la 2 todos los domingos por la mañana, o que casi todas las fiestas del calendario laboral sean católicas, o los funerales de Estado ...
Sinceramente creo que lo de la publicidad en los autobuses es una soberana estupidez... no creo que creer en Dios o no sea algo que necesite publicidad, y no creo que con esos carteles convenzan a nadie; quien no creyera antes seguirá sin creer ahora y quien sí pues lo mismo.
Tampoco creo que la creencia dependa de la democracia; la mayoría no siempre tiene razón, no hay porque seguir a la masa y creer en algo o no por que los demás lo hagan... también pensaba todo el mundo que la tierra era plana.
También me gustaría que no se juzgara a todos los creyentes por aquellos que dicen serlo pero viven como si no lo fueran, solo hay una definición para eso: hipocresia. Y no me excluyo, que seamos creyentes no nos hace santos, y como en todas partes entre los creyentes hay de todo. Odio los generalismos, no se pueden meter a todos en el mismo saco...
Yo no corro desnuda por la calle anunciando al mundo que Dios existe porque obviamente me tomarían por una loca; con el tiempo y la experiencia he aprendido que también hay que ser un poco discreto con lo que se piensa y lo que se cree; que no quiere decir que lo esconda, ni que me avergüence; pero tampoco quiero que nadie me desacredite por creer en lo que creo, que aunque se supone que vivimos en una democracia os sorprendería saber la cantidad de prejuicios que muchos tienen en contra de los creyentes, sobre todo contra los que somos más jóvenes, mirándonos con burla mientras piensan que nos perdemos lo mejor de la vida... que habría que ver qué tan bueno es...
Un saludo
PD. Sé que echabas de menos mis comentarios polémicos
Tan solo una pequeña matización respecto al comentario de Cioran, filósofo incapaz de escribir una sola línea que no constituyera una forma de provocación contra alguien. "Si yo creyera, correría desnudo por las calles". La existencia de Dios, la posibilidad de aferrarse a un amparo trascendente, y más la de la esperanza de un más allá de la absoluta caducidad que constituye nuestro ser, le es tan extraña, tan incomprensible, que teme caer en la locura si tal cosa le fuera concebible por un solo segundo.Cioran intenta explicar que siempre se ha sentido absolutamente solo, como un cd sonando en medio de la galaxia sin ser escuchado por nadie. Cada escrito, cada rezo, cada lamento es lanzado por el náufrago a un océano interminable como el que lanza un mensaje en una botella, con apenas una débil esperanza de que llegue a ser leído por alguien. Lo que Cioran expresa es que no se puede ser razonable o discreto ante la fe porque la fe no es un ejercicio de sensatez. En realidad ninguna materia del corazón debe serlo. Es cierto que muchos creyentes son injustamente objeto de prejuicios a veces muy torpes, pero también es cierto que la sociedad española continúa haciendo valer algunos prejuicios de origen católico en contra de la tolerancia respecto a formas de entender la vida que no comulgan con el ideario de la fe. Como oí decir alguna vez: "muchos creyentes tardaría más que yo en reconocer a Cristo si lo encontraran meando a su lado en el lavabo."
La prosa de Dios
David, me ha inspirado su post para concluir el mío, que había empezado con Aznar y Bush y acabo con Dios sobre ruedas.
Convendrá conmigo en que el adverbio "probablemente" de la campaña atea es una concesión al anglicismo y al agnosticismo. Debería eliminarse para ser más rotundos. Y convendrá conmigo también en que el "Dios si existe" de la campaña evangélica es un error simpatiquísimo: a falta de tilde ("sí"), sus autores han convertido la frase en condicional sin coma.
Justo Serna
No he opinado hasta ahora porque no tengo mucho que opinar. Los anuncios de los autobuses, tanto los que afirman la existencia de Dios como los que la niegan, me parecen absurdos. La única utilidad que le veo es que puedan ingresar dinero a la EMT madrileña y que esto sirva para rebajar el precio de los billetes. La EMT valenciana también se aprovecha de estos ingresos publicitarios, pero cada año nos mete unas subidas que no hay quien lo aguante. Con lo caro que está el transporte público en Valencia, Rita Barberá podría organizar una subhasta ecuménica para recaudar fondos y dejar de sangrar a los pobres estudiantes que cogen el autobus o el metro para ir a clase.
Decía Woody Allen, en una célebre cita mi veces repetida, que el quería creer en Dios pero que le resultaba dtan ifícil que necesitaba que Dios le hiciera una simple señal para aceptar su existencia, algo así como ingresarle una cantidad de dinero en su cuenta corriente.
David, me adhiero absolutamente a tus palabras, comparto también tu comentario al respecto de Ciorán...
"Siempre tenemos la impresión de que podríamos hacer mejor lo que los otros hacen. Desgraciadamente, no tenemos el mismo sentimiento hacia lo que nosotros mismos hacemos".
Detesto el ateismo cómo fórmula excluyente, yo lo soy, pero, en contra de lo que puediera pensarse, envido a los que "de verdad no lo son"...
un abrazo.
Quizá el verdadero problema que Imperfecto y yo tenemos con la religión se explica con la frase de Groucho Marx: "¿Afiliarme yo? ¿está loco? Yo jamás ingresaría en un club donde admitan a gente como yo". Y ya que Paco Fuster cita a Woody Allen, me acuerdo de aquel gag de Stardust memories: el extraterrestre no sabe explicarle si realmente hay Algo: "Pero entonces, ¿qué sentido tiene todo esto?" "No lo tiene", dice el alienígena desde su platillo volante, "pero si quieres hacer algo bueno por el mundo escribe mejores chistes"
He leído las sucesivas actualizaciones de Justo Serna en su blog. Con ellas he caído en lo del lapsus de la publicidad del partido pro-existencia de Dios, ese "si" cuya condicionalidad acaso tenga algo de lapsus freudiano. Lo del "probablemente" del enemigo me huele a estratégico blindaje contra posibles ofendidos... En cualquier caso, ha dado igual, querían liarla y han tenido éxito.
Si te digo la verdad, al principio me pareció publicidad de algo así como la Coca Cola. Luego me he enterado de que esta estupidez ha sentado muy mal entre los católicos más avinagrados y entre los evangelistas, esos que hacen misas en las que un tipo parece que les esté vendiendo un coche a los feligreses con toda su alma. Por mí que se fastidien, yo tengo que soportar todo eso que has dicho y que hace sospechar seriamente que nos metieron un gol confesional por la escuadra de la constitución.
Reconozco que, por momentos, sufro una tendencia iconoclasta que me haría derribar los ídolos que me encuentre por delante con la idea, voluntarista e ingenua, de liberar a la humanidad, como diría D’Holbach, de todos los sistemas originados en la imaginación y no en la experiencia. Esto me dura un tiempo razonable, el suficiente para darme cuenta de que el ateismo tiene mucho de impositivo, un fanatismo en negativo al que te ves arrastrado por quienes abanderan ideas excluyentes. Uno se vuelve intolerante cuando se encuentra con la intolerancia.
Abogaría por esa sociedad laica que defiendes en la que uno pudiera vivir tranquilo con su irreligiosidad, ajeno a la religión, en el estado de total escepticismmo en el cual las banderías religiosas dejan de ser un problema. Sin embargo veo un punto débil en esta situación: aquel que no está dispuesto a combatir, el escéptico al que admiraba Cioran, es débil, suele acabar barrido por los partidarios de una divinidad intervencionista, celosa y absoluta. Solo dispone de un arma, la risa, la risa irónica del escéptico, el mejor corrosivo frente a la seriedad del discurso del fanatismo.
La verdad, Tobías,es que te veo últimamente cercano al nihilismo. Hablando de Dios, me extraña no haberte leído posicionándote respecto al asunto del ínclito Gluksmann al que dedicamos estos días bastante atención en el blog de Serna, siempre en relación al asunto de la Franja de Gaza. En estos días, por cierto, leo un artículo de Joan Cullà que esboza una cierta defensa de la política de Israel...Discutible a más no poder, pero creo que deben leerse, en especial esta última.
Hace un par de dias comentaba con un compañero el pasaje de una estupenda novela en la que el protagonista, Oscar, bajo la tarima donde se celebraba un miting nazi ante miles de fanáticos seguidores, y con la única ayuda de su pequeño tambor de hojalata, conseguía hacer añicos el evento, transformando lo que había de ser una enfervorizada soflama fascistoide, rica en ornamentos castrense, en un espectáculo lúdico-festivo...
sólo el rítmico compás de su tamborileo, oculto bajo aquella tarima, consiguió romper el marcial redoble de la banda militar, contagiando primero a estos, y con ellos al público asistente a un febril disparate que hizo feliz, por unos instantes, a aquellos desgraciados...
amigo Tobias, el imbécil escéptico quizás perpetua esa mueca socarrona en su gesto porque no sabe hacer otra cosa, igual que Oscar y su tambor, el resto es fruto, quizás, de la sensatez innata que hasta el peor paria vomita a la que le metes un pelín los dedos...
un abrazo, amigo.
'Una serie de catastróficas desdichas'. Qué felicidad. Mi hija de doce años ha visto la película y se apresuró a leer los volúmenes... Exacto, pues, lo que dice David.
Abrazos, Justo Serna.
Bueno, resulta evidente, que me equivocado de post... Pero, vamos, es lo que quería decir.
Justo Serna.
Magnífica idea: acceder a la fuente literaria a partir de la película, espero que la experiencia fuera aún más grata para la hija de Justo.
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