Friday, July 22, 2011






CAMPS EN FREEDONIA




1. La escena política nos otorga siempre la posibilidad de darle una vuelta de tuerca más a nuestro cinismo. Francisco Camps, Paco para quienes se autoproclaman sus amigos, presentó el miércoles su abandono del sillón presidencial como un "sacrificio". Técnicamente hablando, "sacrificarse" significa renunciar a un bien propio en favor de uno ajeno, lo cual supone que el que se sacrifica se aproxima de alguna forma a la santidad. ¿A quien pretende salvar Camps con su arrebato de heroísmo? ¿A Rajoy? ¿Al partido? ¿A España? ¿A todos nosotros?


2. Por lo general, no encuentro nunca tanta bajeza moral como en los espacios que se han creado con la supuesta intención de preservar el reinado del Bien, léase las sacristías o las salas de máquinas de los partidos políticos. En las más lóbregas estancias del poder político se suele decidir quién está out y quién se queda un trozo de la tarta. Se es práctico, frío y amoral por la misma razón que en los negocios, con la diferencia de que en este último terreno el objetivo de la rentabilidad es transparente, mientras que en la política se vuelve inconfesable. Todos sabemos que las organizaciones partidocráticas emplean la mayor parte de su tiempo en calcular de qué manera van a subir en la calle sus acciones. Lo sorprendente es que ese crédito que reciben de los ciudadanos -al alza o a la baja según mercado- se nutre teóricamente de valores éticos. Esta es la paradoja dentro de la cual vive la política, dentro de la cual vivimos todos en tanto que espectadores de una función cuya carácter de farsa sospechamos hace tiempo.





¿Un sacrificio? Tendría su lado entrañable esta presunción de martirio autoinfligido de no ser porque -como pudimos comprobar el miércoles en la esperpéntica comparecencia pública del dimisionario- viene envuelta en las bilis y los humores pútridos del ataque y la descalificación de los oponentes, cuya vileza es por lo visto la única causante de todo este via crucis. ¡Qué espantosa soberbia la de este pobre mortal que, como un elegido al estilo de Job, se agiganta desde la desmesura de su herida sangrante! Demasiada pretensión para quien -conviene no olvidarlo
- tan solo es un olvidable jefecillo de un cantón de la periferia europea. Recordaremos a Camps por esa exhibición de soberbia en la caída, o aquella en que contestó a preguntas de la oposición diciendo envolverse "en la senyera de todos los valencianos". Hagan un esfuerzo, imaginen por un segundo la escena, el cuerpo desnudo del President envuelto en la cuatribarrada con el imprescindible blau que evita confusiones... Con frecuencia, en cuanto un líder político empieza a descomponerse por verse acorralado, todo a su alrededor recuerda a aquel gobierno de Freedonia en Sopa de ganso, de los Hermanos Marx, donde a poco que te descuides ya te has perdido un chiste. Y no hay más remedio que reírse, por más que los gobiernos se ocupan de cosas tan serias como declarar guerras, detener hambrunas en Somalia o cerrar hospitales públicos.



3. Conocí a Camps en persona. No explicaré las circunstancias, pero fueron tensas y supusieron que me encontrara junto a un grupo de compañeros a centímetros del entonces conseller de Educación de la Generalitat Valenciana. Me pareció un tipo astuto y aplomado, exactamente igual que en aquella otra ocasión en que -entonces ya era honorable president- un joven le gritó en la calle que era un corrupto y él acudió a exigirle explicaciones. Aquella mañana intuí que aquel hombre acabaría llegando muy lejos. Tenía otra cualidad que ni podía ni creo que quería ocultar ante aquel grupo de profesores encolerizados porque estábamos a punto de perder nuestro puesto de trabajo: era horrorosamente prepotente. No es la bonhomía que le atribuye Rita Barberà la que ha destruido la carrera política de Camps, es la soberbia.


4. El campsismo quedará para siempre en mi memoria asociado a estilos y métodos que detesto particularmente. Es posible que el fantasma de la corrupción revolotee en el aire que respira cualquier partido político, pero parece difícil creer en un escenario más propicio para el enriquecimiento ilícito a partir de la política como el que ha creado el gobierno autonómico del PP, con el cual el territorio entero parece haber quedado en almoneda, de manera que nunca parece haber suficientes recalificaciones de terrenos, nunca suficientes empresas públicas por entregar a manos privadas, nunca suficientes fastos encomendados a empresas surgidas bajo el manto protector de quien gobierna. Parece difícil perdonar tantas trabas a la aplicación de la Ley de Dependencia, eso que tantos sufrimientos crea a personas que tratan cada día con desastres cotidianos muy ajenos a la vela y a la Fórmula 1. O el deterioro de la educación pública. O Canal Nou, ay, Canal Nou... Si Gobbels resucitara admiraría la eficacia de semejante campo de exterminio de la libertad de expresión y la pluralidad informativa, una infamia cotidiana que, por cierto, se lleva a cabo con mi dinero.

Muy bien, pero todas estas quejas dejan sin resolver una pregunta que la mayoría de grandes analistas llevan días evitando: ¿por qué ganó Camps por mayoría absoluta?




4. No me detendré en análisis sobre la crisis de identidad del oponente socialista, la desunión de la izquierda o el descrédito social de las organizaciones políticas, que sin duda castiga mucho más las expectativas electorales del PSOE que las del PP, lo cual para muchos parece explica suficientemente la debacle de las últimas elecciones, supuesta antesala de la que sobrevendrá en las generales si el llamado efecto-Rubalcaba no lo evita.



Me atrevo a postular una hipótesis que traslada la cuestión a un espacio del que los analistas políticos hablan poco. Hay algo muy doméstico, algo que está en la estructura profunda de la sociedad valenciana que le hace confiar en personajes como Rita Barberà, Francisco Camps, Eduardo Zaplana, Ricardo Costa, Alfonso Rus o Carlos Fabra. Ese algo es la autoestima, y no está muy lejos de las razones por las que los italianos han secundado durante años el berlusconismo, aún a sabiendas -porque la gente no es idiota ni aquí ni en Italia- que bajo su manto se edificaba un modelo depredador y corrupto.


Desde siempre los héroes de Occidente han sido grandes "productores", es decir tipos que creaban empresas, que inventaban, que desarrollaban una actividad desde la cual se construía la prosperidad colectiva... Hay otro tipo de héroes que podríamos identificar con una sociedad consumista y, si quieren, postmoderna: los "gastadores". Miren a su alrededor, las personas a las que hoy adora la tribu no son las que trabajan y calladamente ahorran, son las que pueden comprar lo que les plazca: mercancías, lujo, personas... Ya no valoramos a quien trabaja y produce, sino a quien invierte y gasta. Ese es el verdadero hombre ejemplar en la sociedad del crédito y el consumo, el que nos incita a endeudarnos y a no pensar en que los préstamos deben devolverse, una traba que sólo estorba en las cabezas de los perdedores y los cobardes.






¿Saben por qué Florentino Pérez gana arrasando las elecciones del Real Madrid cada vez que se presenta, pese a que con él el equipo siempre pierde? Es sencillo, Florentino Pérez "compra", y nada genera tanta ilusión hoy en las masas como el atrevimiento de quien adquiere productos de lujo sin reparar en los gastos. Fichando futbolistas galácticos, Florentino compra lo único que de verdad moviliza masivamente las voluntades: ilusión. Pues bien, esto es en Valencia la Fórmula Uno, o Terra Mítica, o los ostentosos edificios de Calatrava, o la Copa América. Algunos venden la panoplia de que nunca -gracias a tales fastos- ha gozado Valencia de tan buena proyección exterior, como si sospecháramos que el hatajo de pijos que vienen a ver los barcos o los bólidos fueran la avanzadilla de un maná empresarial que nos hará cresos a todos. Pero esto es completamente falso, y de no serlo -como a fin de cuentas se trata de "imagen"- salta por los aires en cuanto un presidente es imputado por corrupción. No, en realidad, y por paradójico que parezca, el efecto de estos fastos que se exhiben al exterior es la autoestima local, que es con lo que a fin de cuentas se ganan unas elecciones.

Se me ocurre pensar en esos monolitos de pueblos salvajes que se edificaban para ser contemplados por unos dioses complacidos. Luego vienen los intereses de la deuda, las recesiones y las cajas de ahorros intervenidas... Pero, claro, eso no venía en el programa electoral. Y en todo caso siempre podemos echarle la culpa a Zapatero. O a Rubalcaba.

5 comments:

Anonymous said...

Decia mi amigo Joan Prats en un artículo publicado en 2005 sobre la gobernanza "Actualmente, no existe política local válida sin conciencia global, ni cambio global sostenible sin apoyo en la acción política local. No hay desafección social a la política, sino a lo que se nos ofrece como tal. Los políticos tienen un oficio muy difícil y poco comprendido. Pero la política se ha hecho demasiado importante para dejársela sólo a los políticos. Quizás por eso hoy consumimos más política que nunca pues nunca hubo más información ni deliberación política que la que hoy se registra, especialmente a través de los medios. Tenemos que empoderar políticamente a la gente para devolverle el control sobre los procesos desatados por la globalización. Tenemos que hacer que ésta sea gobernable por la gente y para la gente. Esa es la tarea de los verdaderos demócratas de nuestro tiempo." y probablemente tenía razón... José Luis

David P.Montesinos said...

Hola, José Luis, supongo que el Joan Prats del que hablas es el prestigioso politólogo, envidiable amistad, dicho sea de paso. Pienso en el "republicanismo cívico", que supone no limitar la democracia a la tolerancia o el "laissez faire" del liberalismo, sino a un compromiso incluso afectivo con la polis y nuestra dimensión esencial como personas, que es la de seres humanos.

Lo que citas de su artículo me recuerda a aquella consigna, últimamente muy frecuente dentro y fuera de los Nuevos Movimientos Sociales: "piensa globalmente, actúa localmente". Lo comparto, como comparto la observación que efectúas sobre la dificultad y la incomprensión de la profesión política. En este punto me gustaría no obstante matizar, pues tiene que ver con el escepticismo que he mostrado en el post respecto al secuestro de la iniciativa política por parte de los partidos.

Fíjate, en los últimos tiempos he seguido la evolución de un cierto sector crítico dentro del PSOE. Su vigilancia al sector oficialista, sus ideas, sus propuestas... Todo me ha parecido plausible y digno de ser atendido. Tras las elecciones, lejos de haber tomado el fracaso autonómico como una señal de que podían tener razón estos críticos respecto al alejamiento de la ciudadanía por parte del aparato, lo que han hecho en el partido es ventilárselos definitivamente y silenciar completamente su labor.

No es el hecho de la gobernanza en sí el que me promueve sospechas de entrada, sino más bien el modelo organizativo de los partidos, que, no lo olvidemos, son organizaciones diseñadas para gobernar.

Hecha la matización, mi conclusión es similar a la tuya, como tú sabiamente dices: "empoderar a la gente para devolverle el control sobre los procesos desatados por la globalización".

Anonymous said...

Efectivamente David, tuve la suerte de conocer a Joan en el año 1960, en el Mercado de Abastos, donde ambos ibamos, antes de ir a clase o durante las vacaciones, el a ayudar a su madre (era viuda) y yo a mi padre.
Gracias a sus consejos mi padre me traslado a la Academia Castellano, donde el curso sus estudios, uno de los pocos centros de enseñanza laicos de la época, y dejamos de vernos cuando mi padre se jubiló, a finales de los 60.
Nos reencontramos en la Sociedad Económica de Amigos del País de Valencia en mayo de 2008, donde dió la conferencia: "Sociedad civil y ciudadanía a principios del siglo XXI" , charlamos un rato, me regalo un ejemplar de su libro "A los Principes Republicanos" y convinimos en quedar para comer en uno de mis viajes a Barcelona. Desgraciadamente murio en abril de 2010 mientras recorria el Camino de Santiago...
Coincido contigo de que el aparato de los partidos (la sociedad en general) no esta consiguiendo crear un "espacio de posibilidades" para que se desarrollen nuevas ideas y la autocritica ha caido en desuso...
Muchos ciudadanos no queremos alcanzar el poder, pero si que queremos que los que lo detentan tengan en cuenta nuestras opiniones e inquietudes; quizá el camino sea la vertebración de la sociedad civil y el desarrollo de plataformas, cuyo objetivo no sea alcanzar el poder, como es el caso de los partidos, pero si que sea hacer proposiciones a los que buscan alcanzarlo...José Luis

David P.Montesinos said...

Hola, de nuevo José Luis. Sé de tus vínculos con la Sociedad Económica de Amigos del País. Con bastante frecuencia acudo a la permanente del Muvim como acompañante de mis alumnos, y siempre pienso en la trascendencia que para la modernización de nuestra sociedad han tenido los ilustrados, los de la época en que más difícil e incluso arriesgado resultaba serlo, y, por supuesto, los de ahora, porque la herencia ilustrada es inagotable.

La pérdida de Joan Costa es especialmente dolorosa para quienes le tratasteis, pero creo que fue una mala noticia para todos.

Comparto lo que dices. Se me ocurre pensar en aquel viaje que Alexis de Tocqueville hizo por los Estados Unidos de América en los años 30 del siglo XIX, parece que con intención de analizar el sistema penitenciario. Lo que hizo después en La democracia en América fue analizar las causas de lo que él consideró una democracia exitosa, cosa que no sucedía en otras naciones del nuevo continente. Tocqueville alude con frecuencia al protagonismo de la sociedad civil y a la importancia de las "asociaciones civiles intermedias", las cuales pueden nutrir el modelo de convivencia y contrapesar el poder de las instituciones políticas, lo que puede minimizar los riesgos de nuevas formas de despotismo.

Anonymous said...

David, acabo de leer en el sitio http://www.burcet.net/loqueharia.asp un planteamiento original del momento político.
Josep Burcet es un sociologo catalán, al que conocí en la primera mitad de la década de los 90, que trabajaba ya por entonces con el impacto de los medios de comunicación en el cambio social desde hacia tiempo (ingeniería de intangibles). No está en mi ánimo que publiques el comentario en el blog (aunque no me importa), pero me interesa tu opinión y no tengo otra forma de comunicarme contigo... José Luis