Wednesday, February 19, 2020

A VUELTAS CON BENITO PÉREZ GALDÓS. UNA REFLEXIÓN.

Supongo que ya tienen noticia de la polémica que, a vueltas con la trascendencia de Galdós, ha enredado a dos de nuestros más célebres novelistas, Antonio Muñoz Molina y Javier Cercas. El asunto, que salpica a otras figuras como Almudena Grandes o Javier Marías, resulta útil como divertimento más o menos morboso. No sabemos si Cercas y AMM llegaran a las manos o incluso a los pies, pero me viene a la memoria aquel chiste en que Woody Allen establecía una estrambótica afinidad entre los intelectuales y los mafiosos: "ambos tienden a matarse entre ellos". 

A grandes rasgos... Al hilo de una apología galdosiana efectuada con motivo del centenario de su muerte por Almudena Grandes, Cercas se refirió a don Benito como un autor sobrevalorado. No dice que sea un mal novelista -eso no creo que lo afirme nadie que esté en sus cabales-, pero considera un delirio la presunción de que si en la era dorada de la novela realista los británicos tuvieron a Dickens, los franceses a Stendhal o Balzac, y los rusos a Tolstoi y Dostoievski, nosotros tuvimos a Pérez Galdós... Como si pudiéramos darnos el lujo de ponerlo al nivel de tales dioses de la literatura moderna. Cercas recuerda que algunos ilustres como Valle-Inclán, uno de cuyos personajes teatrales trataba a don Benito de "garbancero", ya exhibieron en otros tiempos su distancia con la idolatría galdosista. Entiende Cercas que el tiempo ha pasado para sus textos y deja caer que su influjo sobre los novelistas españoles contemporáneos ha terminado por convertirse en una carga que se arrastra pesadamente, hasta el punto de que hoy lo suyo sería, de alguna manera, olvidar al autor de "Fortunata y Jacinta". 


Es curioso que, pese a situarse en la trinchera de los galdosistas, Marías haya corroborado alguna de las impresiones de Cercas. Hoy, cito a Marías de memoria, muchos diálogos de sus novelas parecen impostados y desfasados, charlatanería que llega a resultar irritante y tediosa por insistente, además de por vacua y moralista. 

En la trinchera partidaria nos encontramos a Muñoz Molina, quien en mi opinión solo comete un error en su argumentación pro-Galdós: exhibe piel fina al enojarse con las críticas de Cercas al rampante galdosismo, como si el extremeño, con sus burlas, estuviera descalificando a cualquiera que osara amar los textos del insigne novelista canario. Creo que cuando el de Úbeda se aleja de la susceptibilidad y argumenta sobre la trascendencia de Galdós resulta sumamente consistente. Y así, entendemos que, más allá de comparaciones con los genios universales del XIX, la abundante producción galdosiana le acredita como un coloso literario, un maestro con un encarnizado dominio de todos los resortes del novelista profesional. Podemos polemizar sobre su tendenciosidad ideológica, sobre ciertos excesos moralistas o costumbristas, podemos incluso desear que hubiera cambiado su pluma fácil por la contención y la capacidad de síntesis... Pero, no tengo duda, la España contemporánea no puede entenderse sin las novelas de Galdós. 

Como ven, no he hecho sino presentar la controversia. ¿Les interesa? Pues habrá a quien sí, como habrá también quien opine que, antes que leerse una historia de adulterios, matrimonios de conveniencia y deslealtades, asuntos obsesivamente presentes en la novela decimonónica, prefiere leerse a cualquier autor actual, especialmente si, como "Fortunata y Jacinta", sus novelas no tienen mil páginas. 


No estoy capacitado para ofrecer una opinión concluyente sobre Galdós. Lo diré de otra forma: no soy capaz de ofrecer un veredicto en el que otorgue la razón a Cercas o a Muñoz Molina. Creo, como este último y otros hagiógrafos, que con Galdós entendemos qué preocupaba a los españoles de finales del XIX, qué tensiones convulsionaban a la sociedad, cómo se dislocaban las convenciones de la época para torturar las conciencias y dificultar, a veces hasta límites intolerables, las vidas de las personas. Pero no es tan sencillo. Recientemente cumplí con la vieja misión de leer "Fortunata y Jacinta". Me asombra la escrupulosa escritura de su autor, la ferocidad de su maestría en la técnica narrativa. Y sin embargo me costó... Quedé en muchos de sus tramos a una distancia excesiva de sus asuntos, de sus diálogos, de sus personajes. 

Es aquí donde viene mi pregunta: ¿cómo puedo convencer a mis jóvenes alumnos de que lean a Galdós? Vicente Verdú, en mi opinión sin razón, trató a mis compañeros de los departamentos de Lengua de ser poco menos que unos atormentadores de niños por obligar a sus alumnos a leer el "Lazarillo". Se equivocaba gravemente, hay que leer esa novela, y hay que disfrutarla porque es una joya, como lo es, por supuesto, el Quijote, que tanta felicidad me deparó cuando lo leí en la adolescencia y cuando lo he releído a trozos en edades más provectas. Sin embargo, soy el primero en conceder que las mil páginas de "Fortunata y Jacinta" pueden muy bien ser disuasorias. ¿Pueden mis alumnos simpatizar con los desvelos histéricos del frágil y enfermizo Maxi en su delirante amor por Fortunata? La esterilidad que Jacinta vive como una tragedia que la enloquece, ¿tiene "pegada" para las chicas del siglo XXI? 


Entiéndanme, el problema no es Galdós. El problema es "La Celestina", el problema es Ortega y Gasset, el problema es la Restauración, las revoluciones industriales, la erección del Muro de Berlín, la promulgación de la Declaración Universal de Derechos Humanos, la vigencia del mensaje de Jesús de Nazaret, el sentido de los retratos de Velázquez... ¿Ven a dónde voy a parar? Sospecho que los jóvenes viven en un misterioso presentismo, sin apenas anclajes con el mundo pasado. Creen que en el pasado sólo existían unos tales Adán y Eva, como un niño contestó recientemente cuando le preguntaron cómo era el mundo antes de internet. Lo difícil de verdad es hacer entender a los jóvenes que los niños no vienen de París y que el mundo que tenemos es resultado de múltiples esfuerzos, que la comunidad en que han nacido no la ha inventado Steve Jobs, ni "La casa de papel", ni Rosalía. 

La pregunta no es si debemos obligarles a leer a Galdós, la pregunta es si podemos hacerles entender que forma parte de ellos, que tiene mucho que ver con sus vidas. Desgraciadamente estamos -me temo- ante una tarea de cíclopes.    

1 comment:

Anonymous said...

Me parece que el mundo funcionaría mejor si hubiese más Javier Marias al igual que más David o Tobías Montesinos. Prefiero gentes con quien discrepar a los discretos cansinos que no se llevan mal con nadie. ¿prefiere el aburrimiento?

Hubiese militado en ciudadanos. Lo digo por si no le ha quedado claro a sus alumnos, el ideario político del Sr. Galdós.

MA