Thursday, March 25, 2021

EN PODER DE MEDIASET (Y II)

 


No sé si conocen una película llamada "Rompenieves". Coreana, de 1911, distópica... Está considerada como peli de culto, de ahí que la hayan convertido en serie para Netflix. No es una obra maestra, pero como propuesta narrativa y visual contiene incuestionables hallazgos. Resulta que una tecnología desplegada para frenar el cambio climático ha provocado, por error, una glaciación sobre el planeta. Un millonario, previendo tal posibilidad, construyó a tiempo un tren cuyo secreto es que, mientras esté en movimiento, produce la energía que necesita para sobrevivir durante un tiempo indefinido. Dado que la vida alrededor ha desaparecido, engullida por los hielos, el tren ha construido todo un ecosistema social donde viven explotadores y explotados, pensando que no hay ya otro refugio donde ir. 


Telecinco, como Rompenieves, se retroalimenta... Recordando a Baudrillard, es una "máquina soltera". Se diría -y vuelvo a MacLuhan- que un medio de comunicación transmite la realidad exterior a él. Pero la realidad es creada por Telecinco, luego no hay un exterior, solo la ilusión del espectador de que la cadena le está poniendo en contacto con ello. 



Cuando surgió hace tres décadas, Telecinco sacaba a mozas que bailaban enseñándonos las tetas, abusaba ferozmente de la publicidad y nos ofrecía programas festivos que nos hacían sentir que siempre estábamos en Nochevieja. Luego encontraron la gallina de los huevos de oro con el reality show y los programas del corazón: costes mínimos, máximo rendimiento. Pero a estos últimos les cambiaron el formato, los lanzaron, por así decirlo, hacia la posmodernidad. Ya no nos mostraban las mansiones y las bodas de la aristocracia, a cuyo buen gusto aspira la clase media, como siempre ha hecho el Hola. En su lugar contrataban a famosillos fabricados in vitro por la propia cadena para divertir a la gente haciendo que una banda de hienas los escarnecieran. 


Todo se iluminó el día que llegó Jorge Javier Vázquez, todo un talento al servicio del mal. Vázquez reinventó la televisión. Interminables horas de emisión diaria en la que vemos a menudo a los cámaras y el realizador. Ya no hay nada que simular, le televisión está definitivamente en tu casa; no es una representación, somos la realidad desarrollándose ante tus propios ojos. Ya no hacían falta los invitados, ellos mismos se convirtieron en las estrellas. Y así lloran, se pelean, se critican, se reconcilian, enferman, comen, gritan, insultan... Estamos esperando que algún tertuliano tenga el buen gusto de morir ante las cámaras. Entonces veremos a Jorge Javier haciéndole los primeros auxilios, los demás invitados llorarán, alguna tendrá un ataque de nervios, después habrá un debate en que acusarán  a alguno por no haberse condolido lo suficiente. Belén Esteban, epítome de la vulgaridad, actuará a la altura de su exigencia en tanto que "Princesa del pueblo" y pataleará en las exequias del finado, que se nos transmitirán en directo, of course. Ni Alfred Jarry, autor de Ubú, se hubiera imaginado un reino patafísico tan grotesco como el que Vázquez nos regala cada tarde. 


Telecinco ha creado la tragedia de la que ahora viene a salvar a Rociito. Durante años le dio cancha a su ex-marido, y sus compañeros de plató sometían a público proceso inquisitorial los comportamientos de supuesta mala madre de Rocío Carrasco, quien por cierto es famosa solo por serlo, es decir, jamás ha tenido más mérito que el de ser hija de una popular tonadillera. Rocío ha sido insultada a menudo por la calle, lo que le ha generado una fobia social que le ha convertido en carne de psiquiatra y ansiolíticos. Con mucho dinero Mediaset ha conseguido "recuperar" a Rocío para la causa, emitiendo un "documental" donde nos exhibe todas sus cicatrices sin guardarse nada. En otras palabras: la cadena crea el tóxico y la cadena aparece después con el antídoto para salvarnos de su propio veneno. Ahora despiden a Antonio David Flores, lo cual forma parte del operativo de blanqueamiento de la propia inmoralidad de Telecinco. Ellos siempre ganan, y ganan lo único que les importa, audiencia, es decir, dinero, dinero a espuertas. 



En los últimos años se advierten en el reino de Jorge Javier  movimientos orientados a la política. Es el paso que Hola y similares jamás se atrevieron a dar, supongo que porque siempre entendieron el consejo del General Franco: "Haga como yo, no se meta en política". Nadie obligó a Pedro Sánchez a entrar en antena con Jorge Javier, quien se lo ha agradecido mostrando apoyo a su gobierno en imponentes debates ideológicos con Belén Esteban, que se manifiesta más cercana a la derecha. Aparece Rocío Carrasco en su docudrama y algunas damas de la alta política, preferentemente de izquierdas, reivindican su condición de maltratada. Mientras, los medios de la derecha como La Razón atacan a Rocío y a Telecinco, y el inefable Federico acusa a la cadena de estar haciéndole la campaña a Podemos en Madrid. 


Insisto, el medio es el mensaje. Telecinco ha patentado un lenguaje al cual traduce toda la realidad. Ya no necesita actrices ni cantantes con glamour. La política misma es reducida a lo visceral. Todo es banal, todo son bajas pasiones, todo es un espectáculo nauseabundo donde cabe cualquier cosa. Antes eran tetas y Mamachichos, después fueron polvos bajo el edredón en Gran Hermano, y ahora son cosas tan serias como los maltratos. ¿Cuándo llevarán a Pedro Sánchez a hacer de tertuliano con Kiko, Mila, Belén y Jorge Javier?



Vale todo. Sin escrúpulos. No hace falta esperar a que el mundo exterior nos salpique de sangre, es más cómodo fabricarlo a medida dentro de la propia cadena, que consigue escampar su aire fétido por todas partes para que lo respiremos. 


Criaturas de Telecinco, pronto Sálvame será decisivo para decidir victorias electorales. Entre tanto, ingenuos como yo dan clases de Ética a adolescentes. No me extraña que la Ministra Celaá vaya a cargarse tan inútil materia. 



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