Friday, April 16, 2021

TODO IBA A SALIR BIEN


Reconozcámoslo, nos están dando por todos lados y hay momentos en que no sabemos ni por donde nos vienen. No me quejo, yo tengo suerte, no voy a entrar en un ERTE y, a día de hoy, no he contraído la dichosa plaga. Pero no estoy hecho de chapa: los tiros pasan cerca, biografías que parecían bien encarriladas se caen a pedazos a tu alrededor... Siempre vimos colas del hambre, pero no imaginábamos a ciertas personas -esas que decimos que "son gente normal, como nosotros"- formando parte de ellas. 

 En estas horas arrastra alguna connotación sarcástica aquella frase que las familias con niños dibujaban en grandes carteles para colocarlos en los balcones y contagiar su esperanza a los conciudadanos: "Todo va a salir bien". El optimismo es a veces necesario, pero si carece de fundamentos serios termina produciendo el efecto opuesto al que pretende: cuando la realidad te atropella, lo que se enseñorea del territorio es el sentimiento de impotencia. 


Hablaba Gramsci del pesimismo de la realidad y el optimismo de la voluntad. Me pregunto si no hubiera sido más honesto evitar las apuestas tranquilizadoras y tan solo proponernos a nosotros mismos hacer todo lo posible por resistir, aunque solo fuera para que el desastre no alcanzara proporciones cataclísmicas... Algo así como lo que dijo Churchill cuando Hitler lanzó sus aviones a bombardear Inglaterra: "We will defend our island". Es eso, se trata de encontrar las fuerzas y la determinación para afrontar valerosamente como colectivo el envite de un enemigo encarnizado. 


El problema es que Churchill disfrutaba de una certeza de la que nosotros carecemos: una nación unida, una colectividad perfectamente cohesionada bajo un objetivo común y con la firme determinación de arrimar el hombro para salir adelante, todos juntos, frente a un enemigo cuyo poder de destrucción nadie titubearía en reconocer. 


Temo que, más allá de slogans de optimismo, nada de todo aquello nos asista ahora mismo. Ante el circo montado por la partidocracia, con sujetos espantosamente zafios chapoteando en el barro de la contienda por el poder, me pregunto si tenemos derecho a esperar de los gestores de la pandemia algo más que palos de ciego y guerrillas de rapiña.

Sé, no obstante, que gobernar una situación tan imprevista y compleja es difícil. Casi tan difícil como conducir a una ciudadanía a la que le sigue costando horrores entender que estamos en guerra. Sí, en guerra, han oído bien. Hace un año se extendió la idea de que la terminología bélica era  poco recomendable para afrontar la pandemia. Yo no le veo nada de malo; al contrario, es esclarecedora. El enemigo planea destruirte; hay personas que trabajan sin descanso para contenerlo y, si es posible, acabar con él; el esfuerzo de cada ciudadano pasa a sustentarse en un plan solidario; las instituciones deciden bajo la amenaza y la urgencia; tus hermanos caen bajo el fuego enemigo; gestionamos el miedo e incluso la nostalgia de aquella normalidad a la que ahora soñamos con regresar...



Podemos seguir creyendo, como lo veníamos haciendo desde los años noventa, que esto es un "sálvese quien pueda" y que, como decíamos de críos, "el que no se ha escondido tiempo ha tenido". Pero la cruda realidad hunde en el más espantoso de los ridículos esa ficción del individualismo en la que nunca creyeron ni sus más ardientes defensores, entre otras cosas porque para defenderse solo de verdad hacen falta muchas más agallas de las que la mayoría tenemos. Puestos a hacer el ridículo, podemos también prestar oído a las majaderías del panoli narcisista de Miguel Bosé o las bravuconadas de los ultras. 


La historia demuestra que, desgraciadamente, los seres humanos necesitamos una gran convulsión para reaccionar como sociedad y coger por los cuernos el toro de las amenazas que pueden exterminarnos. Ojalá la pandemia sea suficiente. 



Fuiste libre hasta el último instante. Por eso y por tu generosidad te quisimos tanto.

No comments: