Wednesday, May 12, 2021

 


DIVERTIRSE HASTA MORIR

 

Algunos allegados se sorprenden porque no muestro especial pesar ante la concluyente derrota que “los míos” han sufrido en Madrid. De entrada debo alegar que no me ha sorprendido en exceso: Madrid es lo que es, y si un gobierno de izquierda es ya una anomalía para la Villa y Corte, para la comunidad autónoma es casi un imposible. Cuando fue posible, hace veinte años, sobornaron a dos miserables para que el PP siguiera gobernando la comunidad en la persona de Esperanza Aguirre, lo que desencadenó una larga secuencia de negligencia y corrupción, no exenta de esa chulería que, sospecho, debe tener algo que ver con eso del "a la madrileña" que hemos oído en la reciente campaña electoral . No parecen haber escarmentado, puesto que lo que se han buscado para sustituirla, tras el breve periodo de Cristina Cifuentes,  es al alter ego de Aguirre, la simpar señora Ayuso.

 

¿Les va bien la vida a los madrileños hasta el punto de mostrarse alérgicos a cualquier proyecto transformador y optar sistemáticamente por gobiernos conservadores? Quizá sea más exacto afirmar que “creen” que les va bien. Y si no, da igual: la derecha les brinda la posibilidad de echarles la culpa a los catalanes, a los inmigrantes, a Podemos y a las feministas. De alguna manera, y pese a la afición que tienen a declararse víctimas de la incomprensión ajena, los madrileños intuyen que su lugar en el mundo es afortunado y que cualquier aire de cambio sopla desde la periferia y con el objetivo de hurtarles protagonismo y privilegios. No hay más que reparar brevemente en el aire con el que los “madrileños profundos” deambulan en verano por la costa para darse cuenta de que su mayor carencia es la que creen que no tienen:  una verdadera perspectiva de conjunto respecto al Estado y todas sus singularidades. Por eso es completamente imposible que entiendan lo que está pasando en distintas comunidades, por ejemplo Euzkadi y Catalunya -aunque no solo ellas- donde los acontecimientos siguen una lógica cada vez más intraducible a los códigos de lo madrileño.


 


A mí me puede parecer un error colectivo votar mayoritariamente a la derecha y más aún a la ultraderecha, pero ésta es una apreciación muy personal y perfectamente discutible. Yo a estas alturas de la vida estoy seguro de muy poquitas cosas. Soy de izquierdas porque no sé ser otra cosa. Quizá esa tendencia de la que no sé cómo desembarazarme me condene a vivir en una melancolía crónica. 


Puedo pensar que Angel Gabilondo es el mejor dirigente que Madrid habría tenido nunca. Lo siento: no creo que los cinco millones de habitantes del territorio estén preparados para ver en este personaje tan solvente intelectual y éticamente mucho más que un muermo sin ningún poder de seducción. Puedo, de igual forma, enojarme porque se le otorgue crédito a una consigna tan ridícula como la de "comunismo o libertad", sobre todo cuando ha sido lanzada por un partido que pacta con señores que, a diferencia del PP, no tienen escrúpulos en proclamarse admiradores del Caudillo.


Pero claro, ya se sabe, los de Podemos son bolivarianos y el comunismo siempre fue totalitario... Por lo general siempre he pensado que los reaccionarios en España no suelen saber de qué hablan cuando hablan de comunismo. En cualquier caso, no creo que Podemos sea comunista, por más que sus líderes se hayan formado en el marxismo, cosa que no pienso reprocharles, entre otras cosas porque es algo que comparto con ellos... yo, que no soy comunista. En cualquier caso, si lo fueran tampoco creo que soñaran demasiado con imponer alguna suerte de régimen estalinista, pues si de algo se da cuenta buenos analistas del capitalismo como Errejón o Iglesias es que éste es prácticamente imbatible. Aún así, la prensa insiste en que la fobia a Pablo Iglesias ha movilizado el voto a la derecha incluso en los territorios más tradicionalmente inclinados a la izquierda. 



La prensa, digo... Tiene narices que Iglesias sea acusado de liberticida y de querer acabar con ella cuando, más allá de La Tuerka, tiene a todos los magnates del negocio periodístico, incluyendo a los de la prensa supuestamente progresista, acosándolo ferozmente desde hace un lustro hasta que han conseguido destruirle. Es una especie calumniosa y despreciable a la que se han adherido con entusiasmo incluso personajes tan intelectualmente respetables como Javier Marías, que hace de vocero semanal de algunos de los tópicos más ridículos del franquismo sociológico.


Aún así... bueno, quizá la izquierda no sea sino un sueño irresponsable. A lo mejor cada periodo de gobierno de izquierda solo es el tiempo que necesitan los españoles para acordarse de que la igualdad, la justicia social o el ecologismo son, después de todo, batallas destinadas a perderse ante la prosa del mundo y la realpolitik del sálvese quien pueda. 


Bien, pero permítanme una pequeña apostilla, porque hay algo que no pienso aceptar ni en mis momentos más escépticos. Es repugnante que la derecha capitalice las supuestas aspiraciones de libertad acusando al Gobierno Sánchez de llevar un año y medio aterrorizándonos. Y eso sí que no, güei. No estoy diciendo que la gestión de la pandemia haya sido impecable. Ni lo ha sido en el caso de Sánchez ni lo ha sido en el de los distintos gobiernos autonómicos, empezando por el de Madrid, que ha sido una sucesión de dislates. Llevamos mascarillas, se ponen multas a los que violan normas sanitarias y se nos confinó en casa durante meses, con las desastrosas consecuencias económicas que ya conocemos, porque había que hacerlo... Repito, lean mis labios: había que hacerlo. Se tomaron todas esas decisiones porque si no los hospitales habrían colapsado y porque, afortunadamente, no somos Brasil ni la India, países donde la mortalidad derivada del covid parece más propia de un feroz conflicto bélico. 



No sé si han oído las declaraciones de Carles Francino en la Ser, recién regresado de una convalecencia por la pandemia dichosa que estuvo muy cerca de matarle. Dice haber visto a los sanitarios que le salvaron la vida a él y a su familia llorar de rabia e impotencia mientras un hatajo de subnormales celebraban un multitudinario botellón en el centro 
de Madrid. 


Hay que desearle suerte a Ayuso, no estoy bromeando. Pero la libertad no es esto, no lo es en absoluto. 

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