Wednesday, May 19, 2021

EL15M Y NOSOTROS, QUE LO QUISIMOS TANTO

Sigo pensando que el 15M es lo más interesante y enigmático que nos ha pasado en el último medio siglo.

 


 La Santa Transición sería una astuta obra de ingeniería política. La reacción multitudinaria al 23F mostró al mundo que los españoles ya no deseaban las asonadas cuarteleras. El ingreso en Europa fue la culminación de un largo anhelo histórico por hacer que está península demasiado cercana a África se sintiera parte de la modernidad. La Movida Madrileña, los festivales de música, la celebración olímpica o los éxitos deportivos nos convencieron de que podíamos aportar algo al planeta... Nada de todo esto es despreciable, lo digo sin asomo de sarcasmo. Sin embargo todo estaba de alguna forma en el guión, todos estos acontecimientos sin duda luminosos formaban parte de un relato previsible. 

 

De acuerdo, es un relato repleto de sombras, contiene muchas mentiras y arrastra, sin duda, efectos de manipulación orientados a despolitizar a las multitudes. Pero es, pese a todo, muy consistente, aunque solo sea porque ha generado cuatro décadas de paz en un país cuyo historial contiene demasiada sangre y venganza. Nunca hay paz sin conflictos, somos seres humanos, no ángeles. Las cosas no han estado bien en este tiempo y lo están menos ahora mismo. Pero en estas horas vemos cómo legiones de desdichados se lanzan a nado desde las playas del norte de África para llegar hasta nosotros. Algo habrá en nuestras vidas de envidiable incluso ahora, cuando más agrietado se nos aparece el dichoso relato y cuando más amenazantes se presentan los años venideros. 

 



El 15M no estaba en el guion. Es un genuino acontecimiento en el sentido que otorgan Alan Badiou o Slavoj Zizek al concepto. Por eso, de entre todos sus eslóganes, el "Nobody expects the spanish revolution" se me antoja como el más sugerente, seguramente por su polisemia. La gente llegó a las plazas... eso ha ocurrido otras veces. Pero no se marchó. Y lo que hizo fue recordar a quienes toman las decisiones que la democracia solo merece tal nombre si la voluntad de la ciudadanía tiene alguna transitividad. Por eso nos pusimos a deliberar. Nada incomoda más a quienes siguen pensando que la democracia es una formalidad más o menos incómoda, una novedad extranjera que hubo que implantar porque tener a un sátrapa vestido de militar -y que convirtió la nación en un cuartel- empezaba a resultar muy poco presentable ante los tribunales de la historia de Occidente. 

 

"El 15M fracasó". Esta especie debe ser matizada, aunque contiene mucho de verdad. Decía Joaquín Estefanía, uno de los pocos hombres de Prisa a los que sigo leyendo, que las algaradas reaccionarias suelen suceder a las revoluciones fracasadas. La historia le da la razón insistentemente desde la Toma de la Bastilla o la proclamación de la Comuna. La durante años tan esperada emergencia de la ultraderecha española puede ser hoy un síntoma de ese efecto. Es el mismo que localizamos en el triunfo del descerebrado de Trump tras los años de Obama. Volviendo a nuestro país, tampoco sorprende que la caída del líder más significativo que ha dado la izquierda española en el siglo XXI se interprete como el cierre del ciclo del 15M. 

 

No estoy seguro de que sea tan sencillo. Podemos pensar que las aguas han vuelto a su cauce y que, por ejemplo, el bipartidismo ha superado su peor crisis. Pero sospecho que el vacío que se ha abierto en la confianza ciudadana hacia los partidos políticos dista mucho de ser una herida restañada. 

 



"No nos representan". Quienes ven a los Indignados de entonces como un rescoldo de utopismo revolucionario más o menos estéril y desfasado no están destinados a entenderlo, pero aquello no fue un movimiento de nostálgicos ni de cándidos. Ni siquiera los códigos de inteligibilidad que articularon el Mayo Francés son suficientes para entender lo que pasó en las plazas aquellos días inolvidables. Más allá de ciertos gestos más o menos desesperados o radicales, lo que de verdad unió a aquella diversidad de gentes fue la convicción de que el sistema nos había estafado. Pocos hablaban en los campamentos de 2011 del maoísmo, de la dictadura del proletariado o de nacionalizar los bancos. Lo diré de una vez: lo que de verdad reunió a la gente fue el miedo a no tener una vida. 

 

La indignación sacó a los ciudadanos de casa. La evidencia de que la crisis se estaba resolviendo con un colosal traslado de riqueza a favor de las élites confirmaba la evidencia de que el viejo pacto entre clases se había roto unilateralmente. Algunos llaman a este fenómeno "la secesión de los ricos". Me parece acertado. Algún allegado me dijo, al estallar la Gran Recesión, que "han decidido exterminarnos". Es un sarcasmo, una hipérbole arbitraria, sí, pero contiene un tercer sentido nada despreciable: el capitalismo globalizado está haciéndonos sentir que sobramos, que se nos permite vivir con tiempo prestado y que en el futuro ya solo podremos aspirar a la precariedad. Que a un joven se le diga que lo mejor del bienestar ya lo hemos quemado las generaciones anteriores resulta irritante; pero que mientras se te dice que vas a tener una biografía repleta de amenazas haya centenares de corruptos o las grandes fortunas aprovechen las penurias de la mayoría para incrementar su poder y su riqueza... buff, si no entendemos que ante tal panorama salga desacreditada la legitimidad de las instituciones es que no entendemos nada. 

 

Dijo Zizek no tener demasiada fe en el asambleísmo. "Yo no quiero gestionar la polis, sería un esfuerzo penoso y sobrehumano. Prefiero que lo hagan otros para yo poder dedicarme a escribir y a cuidar de mi casa." Hay mucha carga de cinismo en este razonamiento, como siempre en Zizek, pero tiene razón en lo esencial. Por eso yo reinterpretaría el eslogan central del 15M. "No nos representáis"... "pues aprended a hacerlo, joder". En otras palabras. El problema, al contrario de lo que piensan algunos antisistema inconsecuentes, no proviene del fracaso de la representación, sino de que han renunciado a representarnos, que es muy distinto. Yo sí quiero ser representado; otra cosa es si lo estoy siendo o no. 

 

Es esta la razón por la cual desconfío de quienes, como Amador Savater, insisten en el riesgo de que los partidos políticos -y creo que piensa en Podemos- secuestren el espíritu de las multitudes movilizadas para reificarlo en una organización jeraquizada y, finalmente, integrada en el sistema. Lo que consiguió el 15M -y yo creo que, con todos sus errores, Podemos ha aportado mucho a ello- es convencer a una gran parte de la ciudadanía de que la democracia tiene que abrirse paso día a día en medio de enormes dificultades. Ello supone un gran esfuerzo, el que  cada uno de nosotros ha de realizar en su trabajo, en su barrio y en su casa para vencer a los intolerantes, a los abusadores, a los corruptos...

 

Sí, diez años después quizá sea el momento de decir que el 15M ha fracasado. Pero, yo siempre vuelvo a Antonio Gramsci, los campamentos han extendido por la arena del debate público convicciones que hace solo unos años producían sorna. Por ejemplo, la de que el capitalismo, liberado del control de las instituciones democráticas, es una hoy una máquina destructiva capaz de exterminarnos a todos.  

 

Deberíamos deliberar sobre ello.

 

 

 

 

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