Monday, November 22, 2021

FILO Y SU SECTA

 



Me ha escrito Filo. 


No sé si se hace llamar así por Teofila o -a su pesar- por Filomena. Pertenece a una congregación religiosa a la que pretende que me una. Para no despertar suspicacias, les llamaré "Remanente culpable", como la secta que protagoniza The Leflovers. Ellos, por cierto, niegan enérgicamente ser una secta. Yo le diría a Filo que ser secta no es necesariamente negativo. Contra el tópico novelesco, sospecho que las sectas hoy en día son más bien prosaicas. No te sodomizan, ni te esclavizan ni terminan sacándote las tripas y comiéndoselas en un sacrificio ritual, que es lo que de verdad mola para hacer pelis. Simplemente te cuentan unas cuantas monsergas que no se creen ni ellos y luego te van sacando la pasta poco a poco y sin que duela mucho, no sea que te des cuenta de que, como tantas otras cosas en el capitalismo, lo suyo es el bussiness. Ya ven, qué gris es todo: no hay manera de dar con algo que escape a la lógica del dolar. Da igual que predigan la cercanía del apocalipsis, condenen las violaciones de las gallinas por los gallos o se inflen con el agua con azúcar de los fármacos homeopáticos. Sigan la pista del dinero y hallarán las respuestas que buscan.


El problema conmigo, y es lo que le quiero explicar a Filo, es que están perdiendo el tiempo. Me haría de Vox o, lo que es peor, del Madrid, antes que de Remanente, pero lo que de verdad deberían plantearse antes de "contactarme" es si soy adecuado para ingresar en su club. No solo creo que los dioses son todos pura patraña. Es que ni siquiera me gusta la gente. Sí, como lo oyen, nada me parece más tedioso que reunirme con los demás miembros de Remanente los sábados y vagabundear en grupo por la ciudad o esperar juntos con la Biblia en la mano a la puerta del mercadona a ver si cae algún incauto. 

Claro que, como yo vivo en la prosa del mundo y lo ultramundano tiende a serme ajeno -digamos que no es mi terreno-, tampoco me cuesta plantearme que, después de todo, este tipo de agrupaciones sobreviven porque cubren algún tipo de necesidad real. 


Mirémoslo fríamente... La carta de Filo está escrita a mano y dirigida a mí personalmente. Por cierto, dice que desea que a mi familia y a mí nos vaya bien, algo que últimamente no me dice ni el conserje del curro. ¿Cuánto hace que no recibo una carta escrita a mano como las de las antiguas relaciones epistolares? Lo que intento decirles es que, en un mundo gélido, donde hasta las emociones se burocratizan, la oferta de calidez que dejan por los buzones de la vida los de Remanente resulta cuanto menos entrañable. Además, hay factores mucho más vinculados a la supervivencia que explican por qué este tipo de agrupaciones están desplazando en todo Occidente con rapidez a la vieja iglesia. En un planeta nómada y precarizado, donde se presiente por toda parte la falta de brújulas, la seguridad de una congregación que también estaba en la lejana ciudad de la que provienes es como el MacDonald´s o los Doritos: cuando te topas con algo que puedes entender porque es como en tu casa, sientes que no estás solo en este mundo tan amenazante e incierto. 

Después de todo, no está tan mal, ¿no?








Solo hay un pequeño problema: la felicidad que me prometen me parece... digamos que poco fundada. 

Podemos rezar juntos a voz en grito para que pase la pandemia, los políticos no se corrompan, el banco deje de estafarme o el Valencia gane la liga... peticiones todas ellas que, les aseguro, incrementarían mi paz y mi felicidad. Si quisiera tener muchos amigos sería buena idea sumarme a Remanente. Pero, la verdad, también están a gusto juntos los del club de dominó que hay bajo mi casa, y además, como ya les he dicho, no quiero tener amigos, la gente no me gusta. 

Se me ocurre que, pese al pesimismo que vive instalado en mi ADN, la historia demuestra que cooperando podemos mejorar nuestras vidas. Si quiero solucionar problemas que nos afectan a todos, normalmente debo buscar estrategias cooperativas. Por eso me reúno con mis vecinos, pese a que no me apetezca en lo más mínimo, me afilio a un sindicato o a un partido, elevo propuestas formales al ayuntamiento, acudo a manifestaciones, cuelgo carteles, discuto con mis conciudadanos en el metro o intercambio ideas a través de facebook o twitter. Entiendo que haya quien se desilusione de la política, de la cual es prudente no esperar nunca demasiado. El problema es que no conozco otra manera que el diálogo o, cuando toca, la pelea, que ayude a mejorar nuestras vidas. No fueron los rezos ni la lectura emocionada de la Palabra Revelada lo que libertó a los esclavos, sino el coraje de Espartaco y sus seguidores. No fueron las invocaciones de los nuncios de Dios sino las sufragistas las que empezaron a derrotar al patriarcado, entre otras cosas porque lo que aquellos pretendían era que las mujeres siguieran siendo siervas... No sé si me estoy explicando. 

 

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