Wednesday, November 10, 2021

LOS MISERABLES

 


Repaso en youtube la formidable entrevista que Iglesias realizó a Carlos Fernández Lliria en La Tuerka. 

https://www.youtube.com/watch?v=kZMrO3fR9ps

Preguntado en las postrimerías de la entrevista por algunos personajes, me sorprende su contundencia al definir a Gabriel Albiac como un "estafador y un miserable". Dado que otorgo gran autoridad intelectual y moral al entrevistado, no tardo ni un minuto en ponerme a escrudriñar por internet, a ver que es en la actualidad del personaje aludido, entre otras cosas por qué hace ya veinte años que dejé de seguirle. En aquel entonces Albiac me parecía un tipo avispado y con una formación envidiable: Althusser, Negri, Foucault, la cultura judía... El problema es que, cuando le leía, ya presentía en sus textos cierto olor a confusión. Me pasaba como con los textos de José Antonio Primo de Rivera, el fundador de la gloriosa Falange, que tan pronto se expresaba como un musolini de segunda que parecía estar a punto de comandar una revuelta proletaria. No tardé en cogerle el truquillo: Albiac hacía uso de una formación inequívocamente marxista para terminar dirigiéndola contra sí misma, es decir, para arremeter contra todo lo que sonara a izquierda. 


A mí la trayectoria de Albiac no me deja lugar a dudas: es el típico ex-comunista que pasó de odiar el Régimen a terminar poniendo su experiencia y sus conocimientos al servicio de los reaccionarios de la patria. La lista de los que son como él resulta extrañamente amplia: Sánchez-Dragó, Jiménez Losantos, el ex-ministro Piqué, Moa... Podríamos meter en el saco a otros como Azúa, Savater, incluso, aunque sea peruano, a Vargas-Llosa. Ahora entiendo aquella frase atribuida a Palmiro Togliatti, quien afirmaba que "la última guerra será entre comunistas y ex-comunistas". 

A ver, si uno piensa en Borges, en Chesterton, Churchill, de Maistre o Carl Schmitt, puede hacerse cargo de que no necesariamente ser conservador equivale a ser gilipollas. El problema es pues intrínsecamente hispánico. Por razones que sería largo analizar pero que están ahí, la derecha española, más que burguesa, liberal o tradicionalista, es por encima de todo castiza y cerril, no pasa de reaccionaria y odia todo lo que suene a intelectualidad o apertura de mente. Por eso, cuando necesitan legitimarse, como no saben ir más allá de "los rojos también sois malos", recurren a ex-comunistas más o menos bien formados para convencerse. 


Es significativo que sea un tipo tan oscuro como Pío Moa quien ha removido las bajas pasiones de la derecha al "revisar" la Guerra Civil, de cuyo relato supuestamente se habrían apoderado los rojos, recordando que, a fin de cuentas, Franco fue lo menos malo que podía pasarnos. Es igualmente preocupante que durante tantos años nuestros conciudadanos fachas hayan convertido en referente  intelectual y moral a un fanático tan colérico, resentido y lleno de odio como Jiménez Losantos. Y el cóctel funciona. Ya sabemos: en las checas se torturaba a mansalva durante la guerra; Paracuellos debe ser continuamente recordado pero los que hablan de buscar en las cunetas y de memoria histórica son unos resentidos; la izquierda es connivente con los secesionistas, incluyendo a los batasunos; el comunismo es totalitario y genocida como Stalin, Pol Pot, Mao y Castro; el gobierno con Podemos es bolivariano; Zp echó al PP de la Moncloa gracias al 11M... Creo que no hace falta continuar, la lista de tópicos a los que la derecha se aferra para desacreditar cualquier discurso progresista es interminable.



Les explico cómo creo que funciona el negocio. 

Gabriel Albiac publica recientemente un ensayo sobre el Mayo Francés, en cuyas algaradas participó. Me llama la atención que el libro salga ahora, pues el aluvión de trabajos sobre el asunto vino con el 40 aniversario de la toma de la Sorbona, en 2018. (Aprovecho para recomendarles el excelente ensayo de Joaquín Estefanía, "Revoluciones. Cincuenta años de rebeldía", donde el episodio francés es enmarcada dentro de la lógica del pensamiento antagonista del último medio siglo). Como no voy a leer el libro, pero conozco al personaje, me ceñiré a una entrevista que, a propósito del mismo, he consultado.

(https://www.abc.es/cultura/cultural/abci-gabriel-albiac-ahora-vende-como-revolucion-populismo-201804150119_noticia.html)

La cosa es más o menos así, siempre según el interfecto. 

En general el 68 fue una impostura bastante mierder. Allá iban tirando cócteles molotov legiones repletas de fanáticos maoístas, hipócritas hijos de papá que terminaron bien colocados y malvados manipuladores como Sartre. En general, eran -éramos, dice don Gabriel- un hatajo de jóvenes que no tenían ni zorra idea de nada. Aún así, debemos ser indulgentes porque se trató de un movimiento potente e ilusionado que transformó muchos hábitos de pensamiento y conducta en Occidente. Lo realmente importante es que puso fin al mayor horror de la historia, el comunismo. Lo que a Albiac le parece relevante es que constituyó en realidad una explosión libertaria y heterodoxa contra el espíritu totalitario del marxismo, encarnado a la obediencia soviética que aún subsistía y que empezaba a ser sustituida por la de Pekín. Después de todo, aquella confusa correría juvenil y desnortada tuvo algo bueno: abrió el camino al fin de la fe comunista, lo que desembocaría más de veinte años después en la Caída del Muro. El mundo se ha librado de los catecismos marxistas y, por tanto, ahora somos razonablemente felices. 


No soy comunista y no tengo duda de que Stalin fue un psicópata y Castro un oportunista. Pero sí soy de izquierda y, sobre todo, creo que la experiencia del 68 arrastra valores transformadores sumamente influyentes. Su heterodoxia pudo ser una molestia para la izquierda autoritaria, pero, mucho antes que eso, Mayo constituye una llamada de alerta respecto al riesgo de esclerosis de los valores democráticos en un mundo regido por los valores mercantiles de la moral burguesa. Fracasara o no, que esa es otra historia, los movilizados de La Sorbona tuvieron la audacia de intentar llevar a la práctica la mayor de las promesas democráticas, la de la participación ciudadana, que veían seriamente amenazada... una intuición que ha resultado profética, como hemos ido comprobando posteriormente. 

No sé si ven a donde voy a parar. El mecanismo es siempre él mismo: yo fui de izquierdas, sé lo malos que son los rojos y lo peligrosa que es la tentación del comunismo. A partir de ahí, selecciono aquellos datos que me dan la razón y elimino torticeramente los que me la niegan, dibujando con ello el paisaje que colma los deseos de quienes me leen, es decir, reaccionarios bastante cerriles y con poca formación. 


Ojo, los datos siempre se seleccionan y responden a interpretaciones, pero se puede ser un manipulador o investigar de forma honesta. Lo primero, como diría Fdez Lliria, es propio de estafadores y de miserables.  

 

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