Thursday, November 18, 2021

REMANENTE CULPABLE


No me duele reconocerle a la HBO que ha mejorado mi vida. Le debo joyas como "Los Soprano", "The Wire", "A dos metros bajo tierra" o "The Pacific". No soy muy de "Juego de tronos" y nada de "Sexo en Nueva York", pero con "The leftlovers", de la que recién concluyo la primera temporada, ha vuelto a cautivarme. Su creador, Damon Lindelof, fanático del inevitable Stephen King, fue ya en su momento el ideólogo de "Lost", aquella serie que movió multitudes y terminó narrativamente desbordada por sus desmesuradas ambiciones. Con "The Leftlovers" puedo afirmar, tras la primera de sus tres temporadas, que, pese a que se presiente la alargada sombra de Lost, ha superado todas sus contradicciones, logrando una obra maestra, un relato formidable por su madurez y su singular profundidad. 

 

He visto muy buenas series en los últimos años, pero ninguna se acerca a “Breaking bad”, quizá la última de las grandes teleficciones de la era dorada. Leftlovers sí se halla a ese nivel, o al menos se acerca. No es lo que comúnmente se define como un maelstrom, no es un producto masivo como en su momento sí lo fue "Lost". Pero da igual, ésta es mejor.


El acontecimiento que desencadena el interés por el después, pero también por el antes, de los numerosos personajes que deambulan por la pantalla, y que resultan todos -esenciales o secundarios- tremendamente atractivos, tiene un componente inexplicable o, si quieren, absurdo. Un dos por cien de los seres humanos del planeta desaparece misteriosamente y sin dejar rastro. No se buscan los porqués, nadie sabe si algún día regresarán. Lo que definirá la evolución de los personajes es la manera en que se ubican respecto a la secta del Remanente Culpable. Vestidos de blanco, autodestructivos, fumadores impenitentes, actúan siempre de forma ferozmente cohesionada con la determinación de convencer a sus conciudadanos de que la desaparición ha obturado todas las vías hacia una vida normal. No hay esperanza para ellos, el dolor por la pérdida de los seres queridos ha devastado sus almas de tal manera, que han llegado a la conclusión de que solo les resta homenajear a los ausentes hasta el fin de sus días, que parecen creer -y desear- que está muy cerca. No hay duelo ni rito funerario. Han decidido dejar de llorar e incluso de sufrir, tampoco creen ya en la posibilidad de un regreso. Los desesperados intentos de sus vecinos por seguir con sus vidas les parecen un autoengaño. Son insufribles, acosan a la comunidad robando y destruyendo las fotos de familia, esperan inmóviles a las puertas de las casas para convencer a la gente de que deben dejar de buscar esos motivos para vivir que, para ellos, son solo excusas y ficciones que se da la gente a sí misma para huir del dolor.



La actitud de Remanente Culpable me recuerda a cierta frase de Adorno, quien se preguntaba si tenía sentido seguir escribiendo poesías después de Auschwitz. Esta es una pregunta que, de igual manera, podría hacerse un superviviente de Hiroshima o, qué sé yo, cualquiera que haya pasado por una inmensa tragedia. Y todos sabemos que tragedias no faltan.


Yo me respondí hace mucho a la pregunta adorniana. No estuve en Auschwitz y no soy una persona particularmente dañada, creo que en general he tenido suerte. Pero cuando en algunos momentos de mi biografía el dolor me ha acompañado con tal energía que he llegado a preguntarme por la intención de seguir existiendo, me he terminado contestando que debía seguir, y que nunca necesitas tanto los poemas como cuando te sientes solo y derrotado.


No sé si la secta que protagoniza The Leftlovers tiene más razones para predicar la destrucción que cualquier otro de tantos grupúsculos que, en la vida real, se forman para convencernos de que debería darnos vergüenza pretender seguir viviendo. Escribir poemas, cenar en restaurantes, follar, traer niños al mundo, celebrar fiestas, trabajar como si con ello ayudáramos a la especie a prosperar… Nada vale ya la pena, aseveran los fanáticos con la aparente convicción de quienes de una u otra manera creen que solo se llega a Dios desde la sangre y el martirio. Lo que hacemos los demás... banales excusas que nos damos para intentar olvidar el dolor inmenso que nos precede. 

 

“Empeñarse en morir o empeñarse en vivir”… dice Andy Dufrenne al final de “Cadena perpetua” tras el suicidio de un antiguo compañero de celda. El mundo está más lleno de gente empeñada en morir de lo que creemos.


Los de Remanente Culpable no son asesinos, no exactamente, pero su rechazo a la existencia se nutre de la misma intuición básica que mueve a los que se estrellan con un avión contra un rascacielos repleto de inocentes: no merecemos la vida,y menos sus dones más placenteros.


Me opongo enérgicamente. Escribimos poemas después de la tragedia insoportable porque lo fácil, pese a todo, es convertirse en una vestal o un zombi que solo deambula por el mundo a modo de homenaje a los mártires. Y así, en silencio, fumando, esperan algunos la muerte que creen que todos merecemos. Yo les entiendo, pero no pienso seguirles. La vida siempre fue la anomalía, lo raro es vivir. Y debemos seguir, incluso con la compañía de las sombras de quienes desaparecieron sin motivo ni justicia. 

 

Así ha sido siempre, puesto que las tragedias no cesan y nunca estuvimos en el paraíso.



No comments: