Friday, December 14, 2018

A PROPÓSITO DE GÜNTER WALLRAFF (Y II)

La siguiente aventura del "periodista indeseable", como es conocido Wallraff en Alemania, transcurre en un call on, de nombre Call Center, donde se infiltra para trabajar como vendedor telefónico. Frente al tradicional teleoperador "in bound", destinado a encuestas, trámites y similares, ha proliferado en los últimos tiempos el modelo "out bound", dedicado a la venta telefónica a "puerta fría". El éxito de este tipo de empresas es para empezar el resultado de una inquietante evidencia: los datos de los consumidores están a la venta en la era internet. Durante su estancia en Call Center, Wallraff aprende algo esencial: cómo engañar a la gente. ¿Y qué vende? Cualquier cosa: lotería, suscripciones a revistas, pólizas de seguros, comestibles, viajes, fondos de riesgo... todo lo que se puede colocar a un incauto por teléfono es susceptible de formar parte del target de ofertas de un call on. Lo que como empleado debes meterte en la cabeza es que al iniciar una llamada lo que quieres obtener es un número de cuenta... y cualquier estratagema es válida para tal fin. Cada vendedor es entonces un timador en potencia, algo así como un hiptnotizador. Se aconseja en el centro de trabajo mucha risa y mucha energía positiva, el lema es "quien tiene éxito, tiene razón", todo un dogma de fe para el capitalismo contemporáneo. 

En el siguiente episodio nos encontramos a Wallraff empleado en una empresa panificadora subcontratada por Lidl. Define el llamado "sistema Lidl" como una red de empresas proveedoras en las que son habituales prácticas atroces de explotación y no existen los derechos sindicales. Estamos ante una gigantesca máquina de generar beneficios cuyo funcionamiento remite a los tiempos más salvajes del capitalismo. En la panificadora el periodista describe situaciones de una espantosa insalubridad e inseguridad, con empleados que pueden llegar a sobrepasar las 420 horas semanales dentro de una cadena cuyo ritmo es inhumanamente acelerado y no se detiene jamás, por cierto sin atenciones mínimas hacia los considerables riesgos de accidente. La rotación es muy grande porque los empleados duran poco, sea porque se van o porque los echan. Wallraff considera corresponsables de este horror a inspectores laborales y, en general, a los responsables institucionales de inmigración. 

El siguiente informe corresponde a un prestigioso restaurante dedicado a la alta cocina. En los testimonios recogidos por Wallraff se habla de maltrato incluso físico a los aprendices, cuyas jornadas se alargan por encima de cualquier reglamentación hasta ochenta horas semanales. El convenio alemán respecto a aprendices habla de un máximo de 38 horas, pero nos enteramos de que si un chico se empeña en hacerlo cumplir corre el riesgo de pasar sus días pelando patatas en la cocina. Claro que, ya se sabe, "en un local así puedes aprender mucho, es la base para tu futura carrera". ¿El sueldo del aprendiz? Dos euros por hora. 

Nos vamos a Starbucks, uno de los iconos del capitalismo globalizado. Estamos ante un killer de manual, una empresa en racimo ("cluster", creo que así lo llaman) que cuando se lanza estratégicamente sobre un lugar apuesta por arrasar a todas las pequeñas cafeterías y bares locales. Es parte esencial de la filosofía de la empresa extender entre los empleados -a los que llama "socios"- una intensa sensación de pertenencia. "Somos una familia", vienen a decirte. Todo muy mindfullness y budista, pero un detallado estudio del sistema laboral de Starbucks revela que se trata de un empleo precario al estilo del "mac job". Con cierto aire de secta, te indican que "tu tiempo no te pertenece porque para ti trabajar en Starbucks es una pasión". Esa pasión no te saca sin embargo de la condición de working poor, pues si puede ayudar a un estudiante que viva con sus padres, no alcanza para una persona emancipada ni mucho menos para quien tiene una familia. La fluctuación del personal es enorme, nadie aguanta más de un año y las prácticas de intimidación y discriminación de sindicalistas no son infrecuentes. 

Acabo, el último caso es el bufete de abogados de Helmut Naujok, que me llamó la atención por recordarme al estrambótico personaje de la estupenda serie "Better call Saul". Los abogados del terror que trabajan para Naujok están especializados en "despedir a los indespedibles", para lo cual no dudan en someter a los empleados, normalmente miembros sindicados de comités de empresa, a un ejercicio atroz de intimidación psicológica e incluso física, siempre con la idea de que terminen aceptando el despido en condiciones favorables para la corporación que contrata al bufete. La palabra exacta es mobbing laboral. Son sumamente eficaces. Wallraff se hizo pasar por un empresario interesado en despedir a un grupo de empleados irredentos. "Mi misión es solucionar el problema", le dice. "Yo siempre hago todo para salir victorioso, y lo consigo en nueve de cada diez casos.". 

Vivimos en el mejor de los mundos, dicen, pero para los perdedores es un infierno.   

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