Thursday, December 13, 2018

A PROPÓSITO DE GÜNTER WALLRAFF

Recién concluyo la lectura de "Con los perdedores del mejor de los mundos. Expediciones al interior de Alemania". Su autor, Günter Wallraff, es una leyenda del periodismo europeo. Saltó a la fama con "Cabeza de turco", un trabajo dentro del género denominado de "periodismo infiltrado", en el cual, haciéndose pasar por inmigrante turco en Alemania, describe toda suerte de prácticas de discriminación, odio y racismo. La biografía de Wallraff, que cuenta actualmente setenta y cuatro años, es apasionante. En los años sesenta se infiltró en importantes empresas industriales alemanes. En los setenta se introdujo en la resistencia clandestina al régimen dictatorial de los coroneles en Grecia, y terminó pasando como preso político más de un año en prisión, donde fue objeto de torturas. 

Posteriormente investigó la venta de armas o los psiquiátricos, aunque su trabajo más decisivo lo realizó con el tabloide sensacionalista Bild, desenmascarando la suciedad de los métodos de la prensa amarilla. Fue procesado por suplantación de identidad, resultando inocente ante los jueces por su contribución al derecho a información de los ciudadanos. 

El ensayo que tengo entre manos, editado en España por Anagrama, se publicó en 2011, y relata distintas experiencias de los peores años de la crisis. 


En el primer capítulo, convenientemente maquillado y ataviado, se hace pasar por subsahariano. No les destripo el libro, pero permítanme un par de perlitas. En una ocasión intenta alquilar un piso. Tras dialogar con la dueña y marcharse, aparece una supuesta familia -en realidad miembros secretos del equipo de investigación de Wallraff- con la intención supuestamente idéntica de alquilar el piso. La dueña se disculpa con ellos porque el tipo que acaba de marcharse "la engañó", pues dado su perfecto alemán no pudo advertir que era "más negro que el novio de Heidi Klum". "Yo no alquilaría nunca mi piso a alguien así", les explica avergonzada, por supuesto ignorante de que llevan una grabadora oculta. Dice haber pasado "mucho miedo" durante la visita, e interpreta ciertas actitudes del indeseable visitante como propias de "ese tipo de gente". Se refiere por ejemplo a que el negro le dijo que podía limpiar su propia rellano sin tener que pagar los gastos de limpieza de la comunidad. 

Otra situación llamativa. Günter entra en un pub repleto de seguidores del Stuttgart, caracterizados por su ideología presuntamente izquierdista. Es bien aceptado entre los hooligans, que celebran un triunfo de su equipo, pero cuando se insinúa a una joven blanca a la que invita a una copa, haciendo uso de la misma cortesía que tendría cualquier persona "normal", termina siendo expulsado del local. 


En esta y en otras escenas, incluyendo algunas con personas explícitamente reaccionarias, nunca nadie reconoce que el trato discriminatorio dispensado al personaje es una cuestión de racismo. Todos alegan para excluirlo o negarle cualquier atención que no es por ser negro, es porque "tiene..." -suponen- "...otras costumbres", "porque otras personas no van a ver bien que te admitamos" o "porque ya tuve antes problemas con personas como usted". Curioso. 

En el segundo capítulo nos encontramos a Wallraff convertido en un homeless. Sabiendo como son los inviernos alemanes, podemos imaginar que el tipo de periodismo que lleva a cabo es cualquier cosa menos cómodo. "Los vagabundos...", explica en una afortunada aserción, "... son la magnitud cero de la burocracia amante de los datos estadísticos". La casuística de la indigencia que Wallraff, por supuesto debidamente ataviado como un sin techo,  encuentra en los peores momentos de la Recesión incluye a un ex-peluquero, un ex-empleado de banco, un ex-camionero, un ex-empleado de software... Por supuesto abundan entre los compañeros de esquina u hospicio el alcoholismo y la toxicomanía. En algún momento entendemos que ser pobre es quizá incluso peor en un país tan próspero como Alemania, donde la indigencia es especialmente despreciable y estigmatizada. Lejos de lo que piensan algunos ciudadanos sensibles a los discursos de la ultraderecha, ni siquiera en el país más rico de Europa, los locales de beneficencia son "hoteles". Al contrario, son escasos y están mal dotados... a veces son incluso peligrosos.  

... CONTINUARÁ

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