Saturday, May 18, 2019

ASSANGE Y LA VERDAD

De aquello hará como un cuarto de siglo. Por inimaginable que ahora nos resulte, Internet aún no estaba entre nosotros. Un grupo de universitarios discutíamos sobre la apasionante incertidumbre de aquel tiempo, cuando, con la difusión masiva de la informática de consumo, se adivinaban transformaciones de alcance revolucionario. El más osado de entre nosotros, mientras sostenía una pipa de hachís y el fondo musical era Police, prometía una "Arcadia cibernética". Sostenía la posibilidad de que la ciudadanía aprovechara el nuevo potencial tecnológico para democratizar la difusión y el acceso a la información hasta niveles dignos de una eufórica utopía. Otro, más escéptico, le apuntaba que, pese a todo, vivimos entre relaciones de poder, y que corporaciones feudalizadas secuestrarían la información. Por más que la tecnología cibernética creara ciclópeas autopistas comunicativas, decía, habría élites que controlarían el saber, y por tanto la riqueza, en una sociedad del conocimiento como es la tardoindustrial. 

El caso de Daniel Assange me recuerda aquella controversia de mi juventud. Les confieso una inquietud: ¿por qué no ha desatado mi indignación? Si yo fuera un adulto insider y con sentido de la responsabilidad, me limitaría a afirmar que Assange en un hacker peligroso y que los Estados hacen bien en poner a salvo sus secretos de semejante incontrolado, entre otras cosas porque la vulnerabilidad de ciertas informaciones afecta a la seguridad de todos. Queda uno mejor si adopta la postura crítica de tipos como Zizek, quien presenta la persecución al creador de wikileaks como un ejemplo del despotismo liberticida de los amos del mundo. El Caso Assange sería, para quienes así piensan, una versión actual, y por tanto adaptada a la Galaxia Internet, de otros como el Watergate o los Papeles del Pentágono, en los cuales colisionaron directamente el establishment político y la prensa libre, convertida entonces en genuina defensora de los valores democráticos. 

Toca entonar el mea culpa y reconocer con Zizek que nuestro silencio en torno a lo ocurrido en la embajada donde se refugió durante años Daniel Assange es bochornoso. 

¿Seguro? 

... A ver. Yo no tengo ninguna duda que el asunto de wikileaks y sus filtraciones, y todo lo ocurrido posteriormente con su creador pone en cuestión la calidad democrática de los gestores de las grandes naciones, empezando por los norteamericanos. Es cierto que las filtraciones han sacado a la luz documentos y conversaciones secretas que evidencian comportamientos indecorosos, corruptos e incluso criminales por parte de Estados con un enorme peso en el orden mundial. Habrá quien me recuerde las sombras de Assange, su condición de supuesto abusador sexual, la irresponsabilidad de muchas de sus revelaciones -que le definen antes como un hacker y un gamberro que como un defensor de las libertades-... Me recordarán también el papel que jugó en las elecciones norteamericanas, con las revelaciones de los mails que arruinaron la campaña a Hillary Clinton...

No estoy nada seguro que las revelaciones sean tan escandalosas, salvo que pensemos que los Estados y las megacorporaciones están siempre del lado de la legalidad, lo que nos delataría como deficientes mentales. Muchas de ellas podrían acabar con gobiernos y enviar a prisión a significados mandarines. En un primer nivel de análisis uno se ve tentado a converger con Zizek: la democracia está en peligro porque las élites nos manipulan, nos mienten y nos vigilan... Assange es nuestro héroe, el francotirador que, junto a otros partisanos y outsiders, nos está defendiendo mientras consentimos que lo saquen a rastras de la embajada para encarcelarlo, silenciarlo y, si lo permitimos, asesinarlo. 

¿Por qué no termino de creerme lo que digo? O mejor, ¿no será que el de la información y la transparencia es el último gran mito? Yo no estoy nada seguro de que acceder a ciertos secretos, como pretenden quienes han convertido a Assange en héroe de la contestación global, sea lo que necesitamos para derrocar a los malos. No estimula demasiado mi confianza que Putin y en algún momento Trump -no ahora, obviamente- hayan expresado sus simpatías por el personaje. 

¿Recuerdan "La carta robada", aquel inolvidable relato de Poe? Un espía ha robado una carta a un ministro. La policía localiza la casa donde vive el espía y se le ordena que encuentre la carta, de lo cual depende la seguridad del Estado. Tras una investigación sofisticada y minuciosa hasta el delirio la carta no aparece, a pesar de que todo indica que se halla en la casa. El detective Dupin termina encontrándola. Simplemente no estaba escondida, era un papel con pinta de insignificante que se hallaba a la vista de todos... Nadie en la procelosa investigación había reparado en él, nadie pensó que tan avezado espía lo hubiera puesto tan fácil... pero ese fue su acierto. 

¿Ven dónde voy a parar? ¿De verdad necesitamos a Assange? A mí todo este asunto me suena muy a Ferreras y Pastor, muy a Club Bildenberg, muy a reality show... La información convertida en espectáculo de sí misma, los media más agresivos convenciéndonos, mientras tomamos el café en el sofá, de que gracias a ellos lo vamos a saber todo, especialmente aquello que nos quieren ocultar. Hollywood va a hacer pelis superdivertidas con este asunto, no me cabe duda... Y acuérdense de darle un papel a Tom Hanks y otro a Meryl Streep.

Nos gusta pensar que nos mienten, y sin duda lo hacen. Pero, verán, yo he visto en un diario tan stablishment como El País informes sobre cosas que suceden en África que resultan estremecedores. No hace falta wikileaks para saber que en regiones ricas en coltán y otros materiales estratégicos las naciones más poderosas fomentan guerras terribles, sin olvidar de las armas que les vendemos, por ejemplo, desde empresas españolas. Yo no necesito a Assange para saber que la precarización laboral está recuperando condiciones laborales propias del siglo XIX, que los gobiernos impiden a las ONG luchar para que no se ahoguen miles de inmigrantes en el Mediterráneo, que no hemos cumplido lo pactado sobre los refugiados de Siria, que Guantánamo es el sumidero por el que se desliza la legitimidad de la democracia, que el caso palestino o el saharahui nos desacreditan a todos o que el asunto climático va totalmente en serio. 


Dijo Cristo que "la verdad os hará libres". Se equivocaba. En una sociedad ultraindividualizada como la nuestra, la verdadera dictadura no es la de los secretos, sino la de la indiferencia, y su consecuencia es la impotencia política ciudadana. Ya había suficiente verdad antes de Assange. No es él quien va a venir a salvarnos.   

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