Thursday, May 09, 2019

TOMÁNDONOS A ZIZEK EN SERIO (II)

.Y ahora sí me pongo serio, entre otras cosas porque gracia, lo que se dice gracia, el asunto tiene poca. Sin ambages, Zizek califica al ISIS como "islamofascista" y califica sus actos como monstruosos. Pero el análisis debe ser profundo y mostrar capacidad de sospecha: las grandes potencias mundiales fingen combatir al ISIS cuando en realidad forma parte de una partida de ajedrez de dimensiones geoestratégicas. En otras palabras, se usa al ISIS para dañar al rival. 
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Otra cuestión que debemos plantearnos es la de nuestra supuesta exposición al terrorismo. Esporádicamente la población occidental es atacada y ello genera pánico, pero olvidamos que en otros muchos lugares el terror y toda suerte de abusos forman parte de la vida cotidiana, a veces por cierto con complicidad occidental. 

No hallamos en este análisis elogio oculto alguno a los fanáticos. Para empezar Zizek nos previene contra el miedo a la acusación de "islamofobia" que sobreviene, sobretodo en la izquierda, cuando se pronuncian condenas morales inequívocas. En el islamofascismo, dice, no hay sino impotencia y resentimiento que se transforman en furia destructiva. En esa línea, y hablando de la izquierda, es aconsejable también mantener cierta cautela respecto a la presunción de que la inmigración podría convertirse en algo así como el nuevo proletariado o clase revolucionaria, pues quienes tal cosa afirman entusiastas parecen no considerar que nadie asume la ideología hegemónica de la globalización capitalista y consumista tan fervientemente como quienes sueñan con vivir en Alemania o EEUU. 

Este razonamiento nos lleva a la disyunción ideológica en medio de la cual nos hallamos nosotros: la izquierda grita que es inmoral dejar morir a los inmigrantes en el Mediterráneo, la derecha demanda que acoracemos nuestro modo de vida y que en el sur se las apañen solos. 

No sabemos si es mejor pensar que las dos posturas son desechables o que ambas tienen una parte de razón. Zizek propone salir del bucle asumiendo que el verdadero mal está en la lógica que ha impuesto el capitalismo globalizado y que ha destruido mucha más riqueza y ha generado infinitamente más desperfectos que la inmigración. Podemos creer que el incremento de la pobreza o la proliferación de nuevas formas de esclavitud son accidentales o transitorias, pero para Zizek son estructurales, el capitalismo las genera necesariamente. Las élites necesitan libertad para mover el capital financiero sin barreras y "libertad" de movimientos para las masas de mano de obra que usarán. Ahí se acaban las libertades y los derechos; lo demás que piden, curiosamente, es un Estado policial y autoritario. En el momento en que grandes multitudes interiorizan  ese discurso tenemos a Trump...

La pregunta surge de inmediato: ¿hay alternativa al capitalismo?  La afirmación de que "hay que reiventar el comunismo" es clave para atisbar los derroteros por los que nos conduce la obra de Zizek. Se trata, y el título del ensayo lo dice todo, de sostener la primacía del más determinante de los conceptos marxianos, la lucha de clases, que exige ser redefinido en un tiempo tan complejo como el nuestro, donde se cruzan antagonismos de tantos tipos, que pretender que todos terminen yendo a parar a la misma clave interpretativa que en la revolución industrial hizo valer Karl Marx resulta cuanto menos arriesgado. 

Llegados a ese punto, todos hacemos la misma pregunta al esloveno: ¿nos sentamos a esperar que la dialéctica de las clases madure en el tiempo para producir una resultante revolucionaria de características impredecibles? Zizek contesta que necesitamos un proyecto universal y que nuestra obligación es luchar por él. Debemos entender que las luchas parciales, desde la ecológica hasta el feminismo, pasando por wikileaks, los palestinos o Charlie Hebdo, forman parte de la misma batalla. 

¿Es esto el "comunismo" hoy en día? Una de las ideas más interesantes y habitualmente oídas de Zizek es la de que "comunista" no significa cargar con cierto mecanicismo histórico que haría desembocar la lucha de clases en el socialismo, sino entender que nuestro verdadero gran problema es qué hacemos respecto a lo que es "común" entre nosotros en un tiempo donde la tendencia es privatizarlo absolutamente todo. De ese proceso al que algunos llaman neoliberalismo se deriva la progresiva proletarización de la inmensa mayoría de nosotros. Por suerte o por desgracia ya no hay un final de la historia paradisiaco o acaso infernal, no olvidemos al camarada Stalin- esperándonos al final de la batalla. Sólo sabemos que desde la solidaridad con los excluidos y sin más sostén que nuestra propia voluntad tenemos alguna posibilidad de evitar la catástrofe hacia el que la deriva brutal del capitalismo nos lleva en estas primeras décadas del siglo XXI. 

... Quizá en esto consista la nueva utopía: creer que nada está escrito y que todo depende de si estamos dispuestos de verdad a transformar un mundo que amenaza con hacérsenos pedazos.   

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