Tuesday, March 10, 2020

MAX VON SYDOW. DIOS GUARDA SILENCIO.

Hace toda la vida que amo a Max Von Sydow, actor sueco favorito del gran Ingmar Bergman que acaba de fallecer a los noventa años de edad. Es difícil imaginar a un enemigo más temible para el demonio que el Padre Merrin, al cual interpreta en "El exorcista". Igualmente difícil resulta igualar al criado del joven Wayne de Michael Caine... y Von Sydow lo consigue. La serie de trabajos brillantes del sueco es interminable, pero yo me quedo con sus actuaciones para Bergman en "Fresas salvajes" y "El séptimo sello". No sé si alguna película ha sido tan influyente en mi vida como ésta última... Acaso soy el que soy porque la vi en ese momento biográfico clave en que empieza a asomar el adulto que he terminado siendo. 

Un caballero, Antonius Block, regresa de las Cruzadas con su escudero, Jonas. De inmediato descubre que la peste está destruyendo a la gente de su tierra. La Muerte se le aparece para llevárselo, pero Block sugestiona su orgullo y obtiene una breve prórroga, durante la cual disputará con la criatura de la guadaña una partida de ajedrez. El objeto de esta astucia, más que por el miedo a morir, se explica por la intención de Antonius de encontrar algún sentido a la existencia antes de desaparecer. 

Sucesivos encuentros y aventuras por un paisaje devastado por el miedo y el fanatismo, siempre con la sombra de la Muerte pisándole los talones, convencerán al Caballero de lo que sospecha desde su atroz experiencia guerrera en tierra de infieles: Dios ya no está entre nosotros. Su rencor al predicador que le convenció para acudir a la Cruzada envenenará hasta el final el corazón de Antonius. 

En el último tramo del relato, de una belleza sobrecogedora, Antonius se encerrará en su castillo junto a su esposa y otros desorientados para protegerse de una plaga que parece precipitarlo todo hacia el abismo. Antes de que la Muerte pase para cobrarse su tributo, Antonius habrá consumado su último acto con algún sentido: distraer a la Pálida Dama para permitir la huida de la joven pareja de actores que encontrarán así, gracias a Antonius, la posibilidad de hacer sobrevivir lo que de noble pueda quedar en nuestra especie. Nadie que haya visto "El séptimo sello" puede olvidar aquella escena final: la Muerte llevándose, con su danza siniestra, a los refugiados del castillo, empezando por Antonius, quien siempre supo que el destino de su partida era el jaque mate. Nadie puede sustraerse a esa derrota. 

¿Qué es el Séptimo Sello? En la Biblia, es el momento en que Dios guarda silencio. El Libro Sagrado promete que ese momento es transitorio, una incomparecencia del Padre que, al desatar la incertidumbre entre sus criaturas, las está desafiando a perseverar en la fe. El problema es que esa transitoriedad a la que hemos sido desterrados es, como los campamentos de los refugiados, el único horizonte en que se traman nuestras vidas. Dios no está, guarda silencio... ni siquiera tenemos derecho a creer que si estuviera fuera capaz de amarnos. 

Dijo Cioran que el sinsentido de la existencia era la única razón que vuelve la vida tolerable. Sospecho que por eso un fanático religioso, es decir, un tipo deslumbrado por la certidumbre, es capaz de lanzar un avión contra un rascacielos, convencido de que en el cielo sabrán valorar su martirio. La vida no tiene sentido, o mejor, como no está dado de antemano -que es lo que no hay manera de que entiendan los creyentes- tenemos que inventarlo. ¿Otorga algún sentido a sus últimos días el acto de Antonius de salvar al titiritero y su familia? Esta cuestión es consecuencia de la que Bergman se plantea: ¿qué sucede con la moral cuando nuestra experiencia desenmascara la farsa de los apóstoles que anuncian al Mesías? ¿Cómo seguir sobre la tierra cuando entendemos que el Padre nos ha dejado? ¿Cómo afrontar la inminencia de la desaparición cuando ya sabemos que es irreversible? 

Quizá, ante la omnipresencia de la plaga, debiéramos pensar en hacer algo digno de respeto antes de acudir a refugiarnos en los sótanos del castillo. No hay Dios vigilando. En todo caso, podemos esperar ser recordados por unos pocos.

La partida terminó, la Muerte siempre gana. Pero Von Sydow quedará para siempre en la memoria de quienes tanto le quisimos.   

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