Saturday, January 05, 2019

¿ESTAMOS DESENFOCADOS? (Y II)

Permitan que insista: ¿nos preguntamos seriamente dónde está el epicentro de los terremotos que nos amenazan? Me he referido a la edición dominical del diario El País del pasado día 30. Este periódico, como la Cadena Ser, mantiene su clientela porque es leído por personas que no esperan que los medios les reafirmen en lo que ya pensaban antes, que les den la razón y les hagan sentirse acompañados. Por eso alberga diversidad ideológica. Que sea actualmente dirigido por Soledad Gallego Díaz es alentador. En la anterior entrada me referí a intervenciones que en aquel dominical reflejaban puntos de vista claramente corporativistas o, si lo prefieren, neoliberales, conservadores y pro-stablishment. Pero el diario ofrece otras interpretaciones, y conviene acudir a ellas porque no son de poca enjundia. 

En el editorial de las páginas salmón, titulado "Desaceleración por precariedad", se insiste sobre el carácter pesimista de las predicciones económicas para el mundo y, especialmente, para Europa. La gravedad del problema se incrementa, según el editorialista, por la caída de las rentas salariales y por el daño que está haciendo a las economías del viejo continente la precariedad laboral. Salarios bajos y trabajo de mala calidad son indicadores de un crecimiento como el que vivimos, es decir, una dinámica expansiva inconsistente. Estos fenómenos ya se daban antes de la Gran Recesión, pero al haberse vuelto estructurales con ella, se convierten en causa esencial de la desaceleración que ahora asoma. Y, añado yo, son el inquietante indicador de que esta nueva crisis puede ser incluso más dolorosa que la anterior, pues estamos en peores condiciones para recibirla. 

Sigo con mi lectura selectiva del periódico. Paul Krugman, Nobel de Economía y azote del trumpismo, desliza la especie de que los economistas norteamericanos de derechas actúan de mala fe... en otras palabras, que son un hatajo de cabrones. Los mismos que atacaban de forma inmisericorde a Obama por acrecentar el déficit se muestran ahora complacientes con las rebajas fiscales sobre los más ricos, sin que el dañino efecto presupuestario que propician tales medidas les parezca un problema. Krugman de burla de su ingenuidad, cree que halagan al Gobierno porque aspiran a ser llamados para ocupar puestos relevantes y muy bien remunerados en la Administración. Ignoran que ser un experto en ciencias económicas ya no sirve para obtener asesorías, pues Trump es un farsante de tales dimensiones que ni siquiera quiere ideólogos conservadores y ultraliberales, solo quiere -cito textualmente a Krugman- "economistas de pacotilla". 

Más relevante, como casi siempre, se me antoja el artículo de otro Nobel, Joseph Stiglitz, en quien actualmente confío como pocas veces he confiado en un analista de la economía global. Su idea central es que el PIB no es la medida adecuada para el bienestar. En la medida en que la lógica del crecimiento y los indicadores macroeconómicos se concentran en la producción de bienes y no en factores como la salud, la educación o el medio ambiente, la visión que obtenemos queda distorsionada y las políticas que se emprenden resultan deficientes. Prueba de ello es la política austericida que dominó la gestión de la crisis, la cual sirvió para frenar el déficit pero redujo la riqueza de las naciones y propició un dramático aumento de la desigualdad. En la misma línea sitúa Stiglitz las "reformas" en pensiones o a favor de la "flexibilidad laboral" y la "moderación de salarios". El caso EEUU se vuelve especialmente preocupante con las recetas de Trump, que ha convertido en sarcasmo el principio sagrado de la oportunidades. Las rebajas impositivas del trumpismo a millonarios y grandes corporaciones castigará todavía más a la clase media, la cual tendrá que cargar con la presión fiscal, y muchos millones de ciudadanos vivirán con más inseguridad y probablemente pierdan su seguro de salud. 

Vuelvo al suplemento semanal "Ideas" para referirme a otro articulista en quien confío, el español Joaquín Estefanía, que dedica su texto a la compleja situación de la juventud en nuestro país. La pregunta empieza a no ser la tópica "¿qué les pasa a los jóvenes?", que deberíamos cambiar por "¿qué les hemos hecho a los jóvenes?". Define a nuestros jóvenes como "nuevos nómadas". Obligados a trayectorias laborales y biográficas repletas de incertidumbre, la temporalidad y los infames salarios son síntoma de que la precariedad ha dejado de ser una estación de paso para convertirse en norma. Afecta al conjunto de la sociedad, pero, obviamente, lo hace de manera especialmente despiadada sobre quienes tienen menos de treinta años. Esto no sale gratis, implica aumentos en los índices de pobreza y desigualdad, y retrasa todavía más la edad de emancipación, volviendo inviables los proyectos personales y dañando la natalidad. Es la vida misma de nuestros jóvenes, esos a los que decimos querer tanto, la que se está volviendo precaria. 


Acabo, aguántenme un poquito más. En las primeras páginas del suplemento se nos informa sobre la creación de la Internacional Progresista. Bajo el amparo del izquierdista norteamericano Bernie Sanders -en mi opinión uno de los personajes más interesantes de la actualidad política mundial-, y con la participación del griego Yaroufakis, la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, o el hijo del gran economista Galbraith, se intenta lanzar la creación de una red global de resistencia. El proyecto me recuerda al Foro Social Mundial, que vivió sus momentos más luminosos en los primeros años del siglo, cuando los alterglobalización organizaban multitudinarias protestas allá donde se reunían las élites mundiales. Se trata de reaccionar contra una marea que llega desde la derecha  y que, por la parte del stablishment y la oligarquía económica dispara la desigualdad, y, por parte de los nuevos movimientos populistas, pone en peligro los derechos humanos y la democracia misma. El horizonte europeo del Estado del Bienestar de la era gloriosa de la socialdemocracia, en el que piensan Yaroufakis, se suma al del norteamericano New Deal que inspira a Sanders. 

Los participantes denuncian la panoplia de unas cifras de crecimiento que no se reflejan en el aumento del bienestar de los ciudadanos ni limitan la incertidumbre. Es el gran principio neoliberal del "goteo hacia abajo" o redistribución espontánea de la riqueza lo que se ha hecho pedazos. Se trata de recuperar el espíritu que, tras el crack del 29, impulsó aquel gran pacto con la ciudadanía por el cual el capitalismo quedaba bajo el control público. Juzguen ustedes. 

Ahora sí acabo. No estoy invitando a comprar un periódico respecto a cuya historia, en especial la reciente, soy el primero en albergar grandísimas reservas. Voy por otro lado. Lo que yo cuestiono es la especie -que me empieza a sonar a excusa- de que los medios sólo desinforman y que los ciudadanos somos víctimas pasivas e indefensas, sin capacidad para informarnos, reflexionar y actuar. 

Si estamos desenfocados deberíamos empezar por enfocar mejor, me parece a mí. Claro que para ello hace falta salir del escepticismo, que a veces es un efecto de la pereza. 

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